PARASHAT SHEMINI: el tabernáculo y su polémica

וַיְהִי, בַּיּוֹם הַשְּׁמִינִי, קָרָא מֹשֶׁה, לְאַהֲרֹן וּלְבָנָיו–וּלְזִקְנֵי, יִשְׂרָאֵל.

Y fue (Vaiehí) en el día octavo, que Moshé llamó a Aharón y a sus hijos, y a los ancianos de Israel; Vaikrá 9:1

Y fue…

Así comienza esta parashá. En fue, sucedió que en el día octavo, después de 7 días de preparaciones de los sacerdotes, se inaugura oficialmente el Mishkán, el Santuario con su compleja e interesante agenda de ofrendas y rituales.

Y fue..

Acá nos quedamos.

Los sabios se preguntan la función del “Y fue”. Porque tranquilamente podría haber estado escrito “En el día octavo…” ¿Qué aporta el “Vaiehí- “Y fue”? Y sí. Estarán pensando qué necesidad hay de focalizar en una pequeña palabras que quizás sea solamente un tema de estilo lingüístico, una manera de expresarse…

En el Talmud, en el Tratado de Meguilá, los jajamím entienden que cuando aparece el vocablo “Y fue”, en general habla de una narrativa que anticipará alguna situación trágica. Recordarán hace poco, cuando leíamos la Meguilá en Purim, comienza así:

וַיְהִי, בִּימֵי אֲחַשְׁוֵרוֹשׁ

Vaiehí, Y fue en los días de Ajashverosh.

De allí en el Talmud leemos  (Meguilá 10b): Rabí Levi dijo, y algunos dicen que fue Rabí Yonatan quien dijo: Este asunto es una tradición que recibimos de los miembros de la Gran Asamblea. En cualquier lugar donde se indique la palabra vaiehí, es un término siniestro que  indica nada más que angustia.

Y el Talmud continúa citando infinidad de veces que nuestra Torá comienza con esta palabra y relata historias difíciles a posteriori.

Pero… si estábamos hablando de inauguraciones… ¿de qué tristeza estamos hablando?

Quien nos va a ayudar con esta respuesta es Ovadia ben Jacob Sforno un rabino italiano, comentarista bíblico, filósofo y médico (S. XV-XVI) quien va a explicar que hasta el terrible equívoco del becerro de oro, no hubo ninguna necesidad de construir un centro físico donde se concentrara la presencia divina, porque todos los israelitas eran dignos de alojar a Dios en sus vidas. La tristeza es la constatación de que como pueblo habían perdido la oportunidad de acceder a lo divino personalmente y necesitaron la construcción de una morada externa a ellos que les garantizara la presencia de Dios.

Y me parece revelador como análisis de este momento de la historia de nuestro pueblo, y por qué no de nuestra realidad presente.

Hubo un tiempo que Dios habitaba en el alma de cada uno. Y que no era necesario edificar ninguna casa, tienda, templo, lugar que delimite su presencia.

La soberbia, la cortedad de espíritu, la falta de confianza y conocimiento de lo profundo, los hicieron salir corriendo a fundir sus materiales valiosos y generarse un ídolo de oro, a quien adorar.

Buscando afuera lo que debería encontrarse dentro.

Fundiendo lo valioso en aras de acelerar procesos y evitar la responsabilidad de hacerse cargo.

Tercerizando en otros, llámense los sacerdotes, los gurúes, las instituciones, los líderes de turno, lo que nos pertenece, e hipotecar nuestra fe y nuestros sueños para que otros los administren.

La calamidad del error del becerro de oro y la tristeza de haber tenido que construir un Mishkán porque dejaron de escuchar a Dios en sus corazones, es lo que resume esta pequeña palabra que anticipa dolor y tragedia: Vaiehí- Y fue

Y quizás aún sigue siendo…

Cuando abandonamos nuestras intuiciones, cuando le damos al otro la potestad de decidir por nuestras vidas, cuando la tradición se confina a cuatro paredes, cuando no nos sentimos dueños de nuestras propias tradiciones porque no nos ocupamos de estudiarlas porque “estamos ocupados”… en fin, cuando buscamos a Dios en un edificio porque perdimos la capacidad de encontrarlo en nuestras almas, estamos en una situación crítica: aunque el Santuario sea de oro, de piedras preciosas y refinadas arquitecturas.

Como repetimos una y otra vez cuando estudiamos el libro de Devarím

“No está en el cielo, para que digas: « ¿Quién subirá por nosotros al cielo para traérnoslo y hacérnoslo oír a fin de que lo guardemos? Ni está más allá del mar, para que digas: ¿Quién cruzará el mar por nosotros para traérnoslo y para hacérnoslo oír, a fin de que lo guardemos?”(Devarim 39:12-13)

Y yo agregaría: no está en el Templo, ni en tus rabinos, ni en tus maestros…para que te desentiendas…

“Pues la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la guardes”.(Devarím 32:14)

Shabat shalóm,

Rabina Silvina Chemen