Cuatro razones por las que Israel debe ser reconocido como un Estado judío

El ex jefe del Mossad, Meir Dagan, cree que la demanda de reconocer a Israel como un Estado judío es una tontería. Pero no es ninguna tontería, es la demanda más natural y justificada imaginable. Por cuatro razones debemos apoyar el primer ministro Benjamin Netanyahu, y a la ministra de Justicia, Tzipi Livni, cuando ponen esa demanda en la parte superior de la agenda diplomática.
Menoráh frente a la Knesset
La primera razón: el conflicto palestino-israelí no se inició en 1967 y no gira en torno a la ocupación y a los asentamientos. Se trata de un profundo conflicto social-nacional-religioso-cultural, cuyo fundamento es la ceguera. Durante décadas, el sionismo se negó a ver al pueblo palestino, y al hacerlo, se negó a reconocer su derecho a establecer un Estado palestino. A día de hoy, el movimiento nacional palestino se niega a ver el pueblo judío y reconocerle de esa manera su derecho a un Estado judío. Esta ceguera doble y continua es lo que encendió la guerra de 100 años entre nosotros y ellos. Es por ello que, con el fin de poner fin a esta guerra, nosotros debemos reconocer a su nacionalismo y a su estado, y ellos deben reconocer nuestro nacionalismo y a nuestro estado. Así como la paz es imposible sin un Estado palestino, la paz será imposible sin un Estado judío.
La segunda razón: el gran logro de los Acuerdos de Oslo fue conseguir que los israelíes pasaran a reconocer el hecho de que existe un pueblo palestino en la Tierra de Israel con unos derechos legítimos. El gran logro de la cumbre de paz de Camp David fue que Israel reconoció la necesidad de establecer un Estado palestino. El resultado acumulado de Oslo y Camp David supuso una revolución en Israel. Las personas que vivían en Sion reconocieron finalmente que había otro pueblo en esta tierra y admitió que tenía derecho a un estado diferente, que expresará su derecho a la autodeterminación. Por lo tanto, no hay ninguna razón por la que las personas que residen en Palestina no puedan abrir sus ojos finalmente y ver que hay otro pueblo en esta tierra, y que tiene derecho a una nación diferente que exprese su derecho a la autodeterminación. La reciprocidad no es un pecado. La simetría no es un crimen de guerra. Los que creen que los israelíes y los palestinos son iguales tienen la obligación moral de exigir a los palestinos exactamente lo que exigen de los israelíes.
La tercera razón: los palestinos no van a renunciar a la exigencia del derecho al retorno. El trauma de la Nakba es su trauma fundacional, y la experiencia de sus refugiados es la experiencia que los moldeó, y no hay un líder palestino que declare que los palestinos nunca volverán a las ciudades y pueblos que perdieron en 1948. Cualquier solución del problema de los refugiados será superficial e insatisfactoria. Pero debido a que en realidad es imposible exigir a los palestinos que cambien sus puntos de vista y conviertan su identidad, es necesario exigir que reconozcan lo siguiente: que el pueblo judío es un pueblo de esta Tierra de Israel, y que no llegaron hasta aquí desde Marte. Hay que pedirles que admitan que el pueblo judío tiene una historia propia, una tragedia propia y su propia justificación.
Los palestinos deben conceder que los judíos no son unos colonialistas europeos, sino unos vecinos legítimos. No habrá paz si los niños que crecen en el campo de refugiados de Deheisheh no saben que el país que está más alla de la frontera es un Estado judío legítimo de un verdadero pueblo judío, a los que se debe permitir vivir en paz. Son aquellos que aceptan el reconocimiento de Israel como un Estado judío quienes realmente están levantando la paz.
La cuarta razón: Un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos será en gran medida un acuerdo unilateral en el que Israel dará y los palestinos recibirán. Sólo el reconocimiento de Israel como un Estado judío convertiría el anhelado acuerdo en uno de dos caras. Mientras Israel transferirá activos concretos a su vecino, territorios y derechos, los palestinos deberan dar el único regalo que serán capaces otorgar: la legitimidad.
Meir Dagan es un israelí que goza de una gran cantidad de respeto. Su biografía es heroica, una guiada por «el derecho al poder». Pero la paz no se construye solamente por ese derecho al poder, sino por el poder de los derechos. Sin el reconocimiento explícito de los palestinos de nuestro nombre, identidad y derechos no habrá paz.
Autor: Ari Shavit – Haaretz