Conversiones al judaísmo

Israel es un pueblo (confederación de pueblos cuando existían las tribus), de prosélitos desde sus inicios. Hay quienes se remontan hasta Avram, quien se convirtió en Abraham, cambiando su nombre y el de su esposa Saraí, quien se convierte en Sara.

El cambio de nombre juega un rol muy importante en el proceso de conversión actual, pero no siempre fue así. más la palabra converso o guer como se le llamó en tiempos talmúdicos, no existía como tal. El guer es el que viene a morar en Israel, y no solo se hace miembro de una congregación judía, y se apega a las leyes del pueblo: una misma ley habrá tanto para el natural, como para el extranjero (Éxodo 12: 49).

guerim

En el libro de Bereshit se presenta el primer ritual de conversión por parte de Yaacov – Israel, quien también se convierte al Dios El, y que en su nombre Israel lleva el nombre de su Dios. Yaacov convierte a sus nietos en hijos suyos para completar su confederación. Efraím y Menashé son hijos de Yosef y Ashnat, la princesa, hija de un gran sacerdote de un Dios egipcio.

Efraím y Menashé…míos son…por el nombre de sus hermanos serán llamados en sus heredades (Génesis 48: 5 -6). Después de recibir la bendición de Yaacov, ya no son más nietos del patriarca, sino sus hijos; ya no son solo sobrinos de los hijos de Israel, sino hermanos, parte integral del pueblo.

En el caso de los prosélitos que formaban la Casa de Abraham, se les exigía realizarse la circuncisión a todos, incluyendo al mismo patriarca, porque venían de pueblos que no la practicaban (Génesis 17: 9 . 14); no así a Efraim y a Menashé, porque en Egipto la casta sacerdotal y la monarquía, circuncidaban a sus hijos varones por ser castas sagradas.

Pasando al libro del Exodo, Moshé ben Amram, ordena que todo el que quisiera comer la pascua, debería ser circuncidado, pues ningún extranjero, ni ningún asalariado podían participar de ella (Éxodo 12: 45 – 47).
Moshé no alude al pacto con Abraham, sino bajo otro contexto. La cena de pesaj es una comida ritual de personas libres, que habían dado muerte a la idolatría egipcia en la figura del cordero. Y el hecho de que la orden se da en Egipto, y que solo los de la corte real y del sacerdocio se circuncidaran, la circuncisión los elevaba a ser un pueblo de reyes y sacerdotes, por eso, ni el extranjero, ni el asalariado podían comerla, no eran gente libre. Esta no era una cuestión de creencias religiosas, sino de antropología social.

Un caso típico de donde muchos se apoyan para hacer conversiones es el de Ruth, la moabita. En sus tiempos los matrimonios mixtos no significaban ningún problema, y viviendo en otro lugar, los hijos de Naomi tomaron por esposas a mujeres moabitas. Cuando los hijos de Naomi murieron, ella regresó a eretz Israel, y dando libertad a sus nueras, una regresó con los suyos, pero Ruth se quedó con su suegra. La otra nuera se volvió a su pueblo y a sus dioses, pero Ruth decidió cambiar de rumbo n su vida y le dijo a Naomi: «Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios, mi Dios» (Ruth 1: 16). Aunque se habla de Dioses, la aceptación de Ruth la hacen los ancianos que constituían la autoridad civil de ese momento. No se menciona ritual alguno para ser admitida como parte del pueblo, y no se le discriminó en ninguna forma, al grado tal que se le busca un buen esposo, y de su descendencia nace el rey David, el rey que más ama el pueblo judío es un descendiente de una conversa.

Existen evidencias de que en tiempos del segundo templo se realizaron conversiones en masa. El proselitismo no estaba prohibido. En ese entonces ya los rabinos habían tomado la autoridad al respecto.
Existe en el Talmud (Shabat 31ª ), la descripción de un potencial converso que exigió de Shamay se le explicara todo lo concerniente a la observación del judaísmo durante el tiempo en que aguantara estar parado con un solo pie. Shamay no accedió a tal exigencia, pero si lo hizo Hilel. La explicación de Hilel fue contundente: Lo que no quieras para ti, no se lo hagas a los demás. Lo demás son comentarios que irás aprendiendo.

Hilel no le exigió al futuro guer aprender hebreo, ni aprender rezos y ceremonias, sino una actitud dentro de una comunidad. La comunidad se mantiene por la regla de oro escrita en la Torá: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19: 18). Un prosélito no debe romper la armonía dentro de la comunidad, de ahí que debía pensar primero que era lo bueno que deseaba para él mismo, y partiendo de ahí debería empezar por amar a quienes tenía cerca y convivir con ellos, su nueva familia.

Hubo quienes siendo prosélitos figuran de entre los sabios. En el Talmud se menciona a Yehudá el prosélito amonita (Berajot 28ª ). Es decir, muchos prosélitos llegaron para dar oxígeno a la tradición judía. Quienes no aceptan a los prosélitos y descendientes de ellos, tendrán que negar a muchos personajes de la Torá y de la tradición judía empezando por el Rebe Akiva, hijo de prosélitos.

Los amoraím establecieron una forma muy humana para aceptar la conversión de un no judío al judaísmo: “En nuestros días, cuando un prosélito quiere convertirse le decimos: ¿Cuál es tu propósito? ¿No sabes que hoy en día el pueblo de Israel es miserable, forzado y exiliado, y en sufrimiento constante? Si el dice, conozco esto y no tengo el mérito, lo aceptamos inmediatamente, y le enseñamos algunos de los preceptos más fáciles y de los más severos…le infirmamos de los castigos por la transgresión de esos preceptos…y también le informamos sobre la recompensa que se atrae por respetarlos…no le debemos agobiar, ni ser meticulosos con él» (Yev. 47ª ).

A pesar de la meticulosidad de algunos rabinos para aceptar prosélitos, algunos han engañado y se han convertido al judaísmo recibiendo documentos válidos y se han ido a radicar a Israel sin haberse convertido con verdad y sinceridad. Sabemos de cristianos llamados mesiánicos que viven en Israel haciendo proselitismo entre los judíos, apartándolos de sus raíces y volviéndolos misioneros a su vez. De esta gente, así como los que se convirtieron en tiempos de Esther en Persia, debemos tener muchísimo cuidado con ellos.

Pero eso no debe cerrar las puertas a los que verdaderamente quieren hacer un pacto con nuestro pueblo para ser parte del mismo. Damos la bienvenida a la reciente apertura del gobierno de Israel en su nueva política de aceptación de de prosélitos todas las corrientes del judaísmo.

Quiera Dios darme fuerzas para caminar junto a hombres y mujeres que anhelan vivir una vida dentro del milenario pueblo judío.

Autor: Mijael García