Shabat, refresco físico y espiritual

Algunos autores creen que el Shabat tiene sus orígenes en la cultura babilónica. Entre los babilonios, los séptimos días del mes eran fechas nefastas, de carácter penitencial y suspensión de determinadas obras. Además, en acadio shapatu es la celebración de la luna llena, y en las Escrituras llama la atención que el Shabat aparezca mencionado a veces junto al Rosh Jódesh.
Sin embargo, esas afirmaciones no cuentan con demasiado fundamento. La palabra hebrea shevá es «siete» y shevat es «descanso»: Shabat es el séptimo día, un día de descanso y regocijo, no de penitencia. Los orígenes del Shabat están en el Israel histórico, no es una festividad de origen extranjero.
En las colecciones más antiguas (alrededor del año 900 a.e.c.) ya se menciona el Shabat. Así, se hace mención del mismo en el Código-E (Éxódo 23:12) y en el Código-J (Éxodo 34:21), así como en la regulación sacerdotal (Levítico 23:1 y ss, Éxodod 31:12-17), de más tardía fecha (alrededor del año 500 a.e.c.).
Del mismo modo, cuenta con un sitio entre los diez principales preceptos del judaísmo, tanto en Éxodo 20:8-11 como en Deuteronomio. 5:12-14.
En todas esas citas bíblicas el Shabat se configura como un día de abstención de trabajos corporales. Sin embargo, en los diez mandamientos, ya se añade nuevo significado al Shabat: también deben hacerse actos positivos, de afirmación o santificación del día («guardar/recordar el Shabat para santificarlo»).
Shabat en familia
Una de las prohibiciones más antiguas es la que hace referencia a encender fuegos (Éx. 35:3), la cual en fecha posterior se convirtió también en la prohibición, salvo fuerza mayor, de extinguirlos.
En las obras posteriores encontramos referencias al Shabat. Así, en Amós 8:5 se interrumpen las transacciones comerciales, en Oseas 2:13 se acudía al santuario durante esta fiesta, en Jeremías 17:22 dice, «no saquéis cargas de vuestras casas en sábado», y en el Deuteronomio e Isaías se recoge una prohibición sobre hablar de negocios (Isaías 58:13). Durante época posterior, la macabea, varios de los combatientes prefieren morir antes que profanar el Shabat, y en el Documento de Damasco, un apócrifo, se recoge la prohibición de comer alimentos que no hayan sido preparados antes del día de reposo (10:14 y ss). Por lo tanto, vemos cómo la observancia del día se va haciendo más estricta. En esa época se elabora la Mishná, y en ella los rabinos reflejan ya una preocupación minuciosa sobre los detalles de la observancia del Shabat, pero también recogen opiniones distintas en cuanto a dónde están los límites de esos preceptos.
Sin duda, el Shabat es también un día de fiesta gozosa (Isaías 1:13), en el que uno debe abstenerse de coger medios de transporte o emprender viajes largos (o terminarlos), si bien de II Reyes 4:23 parece desprenderse que los viajes breves estarían permitidos (dos mil codos son la cifra que da la tradición judía como distancia máxima permitida, es decir, un kilómetro y doscientos metros aproximadamente).
En la regulación de la Mishná se recogen los trabajos principales que están prohibidos en Shabat. La tradición judía los deduce al entender que la proximidad entre el precepto del Shabat y la construcción del tabernáculo indica que las actividades precisadas para construir este son las que están prohibidas en Shabat. Dicha interpretación no solamente es aventurada, sino que la propia tradición judía llegaría a contradecirla (así, en el Tratado Shabat 11:2, dice: «tal era el trabajo de los levitas: había dos carros en lugar público, uno detrás del otro, y pasaban las vigas del uno al otro, pero no las arrojaban», los comentaristas añaden: «de este modo continuaban los trabajos de construcción del tabernáculo sin profanar el sábado»; ese no es el espíritu del día, el Shabat consiste en abstenerse de trabajar en aquello a lo que nos dedicamos habitualmente), aunque la deducción de los 39 trabajos prohibidos no cuente con mucha consistencia lógica, sigue formando parte de la tradición judía, y como tal debemos respetarla y tratar de preservarla. Otra cuestión es: ¿por qué 39? La respuesta es que ese es el número de veces que la raíz mem-lámed-kaf-tav, «trabajo», aparece en la Torá:
«Sembrar, arar, segar, engavillar, majar, bieldar, limpiar, moler, cribar, amasar, cocer, esquilar, lavar la lana, mullirla, teñirla, hilar, tejer, hacer dos cordoncillos, tejer dos hilos, separar dos hilos, hacer nudos, deshacerlos, desgarrar algo con objeto de tener dos costuras, cazar un ciervo, matarlo, despellejarlo, ensalarlo, curar la piel, pulirla, cortarla, escribir dos letras, borrar con el fin de escribir dos letras, edificar, demoler, apagar, encender, golpear con el martillo (es decir, dar el toque final a una actividad comenzada antes de Shabat), y transportar un objeto de un lugar a otro» (Tratado Shabat 7:2).
Lo primero de lo que nos damos cuenta, es que estos trabajos o melajot, son de naturaleza agrícola y ganadera, están dirigidos a esa sociedad, de manera que pueden ser orientativos para el judío moderno, pero poco más (por eso en los círculos ortodoxos se deducen 39 toladot por cada melajá, adaptando a lo largo de los siglos esos trabajos e interpretándolos de manera que los trabajos no previstos por el redactor mishnáico estén incluidos en la lista).
Lo segundo es percibir cómo la regulación que recoge es cerrada, lo cual no resulta adecuado. La idea central del Shabat es el descanso y la santificación, y el alcance del descanso tiene una dimensión subjetiva que no podemos obviar. La observancia del Shabat tiene que ser tal que éste siga siendo una fiesta y ocasión de regocijo, no veinticinco horas de prisión.
Shabat
De todas estas regulaciones y teniendo en cuenta lo que ha dispuesto la tradición judía hasta nuestros días, sobre la observancia sabática podemos deducir unas líneas generales de observancia:
1) Abstención de trabajos corporales.
2) Abstención del trabajo que es nuestra vía de sustento.
3) No encender ni apagar fuegos (¡y por lo tanto no fumar!). No se extiende esta prohibición a la electricidad, sin embargo no se deben usar aparatos eléctricos que nos desconecten de una buena observancia del Shabat (como televisores, radio, internet,…). No se puede cocinar pero sí calentar alimentos que ya estén cocinados.
4) No viajar, y en la medida de lo posible no usar medios de transporte, a no ser para poder acudir a la sinagoga.
5) No hablar ni hacer tratos sobre negocios. No portar ni usar dinero.
6) Observar en la medida de lo posible la lista de 39 trabajos prohibidos, recordando algunas cosas:
6.1 – No realizar trabajos que se pueden dejar para otro día (no son necesarios), por ejemplo, el domingo. El Shabat es el día de descanso para los judíos, el domingo puede que lo tengamos libre, por lo tanto, ese día es el que hemos de usar para todas esas cosas que no podemos hacer en Shabat pero que tenemos que hacer de vez en cuando (como limpiar la casa o planificar la semana, o pensar en dinero, o hablar de política y negocios…).
6.2 – No completar o terminar trabajos que se comenzaron antes del Shabat; ni tampoco planificar los que se harán durante la semana; no pensar incluso en el trabajo, ¡descansar!
6.3 – No realizar esos trabajos prohibidos con intención de profanar el Shabat, pero quizás algunos sí podamos hacerlos para enriquecer la experiencia del Shabat (como preparar una comida festiva o escribir/borrar en un taller de estudio del judaísmo, la Torá,…)
6.4 – No realizar trabajos con objeto de obtener un resultado laboral o una finalidad práctica; no realizar en general ninguna actividad que conduzca en esa dirección.
6.5 – Y en general no incidir sobre el mundo; pensar que como «corona de la creación», nada tiene por qué ser añadido ni quitado del Shabat: no crear ni destruir (entiendo que el arte no debe considerarse como crear sino como algo distinto y que por lo tanto sí puede enriquecer el Shabat).
7) Eliminar las preocupaciones y el estrés, ¡también eso puede quedar para el domingo!
La finalidad de esas abstenciones o actos debe ser «santificarlo». Debemos realizar actos positivos durante el Shabat: como el encendido de las velas, la bendición de los niños, el kidush en la víspera y al mediodía, la tercera comida o merienda de Shabat, la havdalá,… el arte, escuchar música, ver una película de temática judía, leer o estudiar sobre temática judía, dar un paseo, disfrutar de la naturaleza, hacer meditación, otiot jayot o yoga… también pueden enriquecer nuestra observancia sabática; y por supuesto, rezar o estar a solas con Dios (así lo describió el Rabino Leo Baeck), acudir a los servicios en la sinagoga, y disfrutar de la presencia de seres queridos.
En cualquier caso, no debemos observar de manera que los preceptos nos agobien, sino de manera paulatina, si todavía no puedes cumplir con ellos, espera y ve creciendo poco a poco. El Shabat no solamente es un día de fiesta, sino sobre todo de refresco físico y espiritual, de renovación personal y comunitaria, y así debe vivirse.