PARASHAT BERESHIT: LA PALABRA QUE ENMIENDA EL CAOS
Empezar nuevamente
“¿Quién te sostiene?”, preguntaba Reb Asri a Reb Dabban. “El vacío”, le respondió éste. Y agregó: “¿Acaso no sostiene al universo?” “La palabra de Dios está en la del hombre. La palabra del hombre, en el silencio de Dios”, decía también. Edmond Jabès, El libro de las preguntas
El lenguaje es insuficiente para decir acerca de lo que se vive en este momento del año. Acabamos de culminar la celebración de un final que anticipa un nuevo comienzo. Al concluir la Torá, todos sabemos bien lo que sucede a continuación. Lo que nos conduce de nuevo en el texto una y otra vez son las preguntas que éste evoca en nosotros. Otros cuestionamientos, otras realidades, momentos de la vida diferentes, todo se transforma en un compromiso profundamente interminable con el documento fundacional de nuestra tradición.
¿Qué nos sostiene?
El vacío. Un espacio siempre inconcluso y misterioso que sabemos de antemano que no podremos llenar con certezas, sino con búsquedas.
Allí donde Dios se calla, hablamos nosotros, que habitamos su silencio y le damos voz con nuestras acciones.
Y ¿qué me sostiene a mí, que hace 15 años que comento semana tras semana la lectura de la Torá? A mí me sostienen vuestras miradas, vuestras lecturas, vuestros pasos que junto con los míos vuelven a caminar el mismo trayecto que a la vez se nos aparece como nuevo.
Gracias por vuestros ojos que le dan sentido a mi palabra.
Gracias a Dios por habernos dado la posibilidad de hablarlo, con nuestras voces.
Qué tengamos un comienzo y un año de Torá que nos permita descubrirnos en el texto.
PARASHAT BERESHIT: LA PALABRA QUE ENMIENDA EL CAOS
A veces cerramos los ojos ante tanta desazón que circunda, ante la violencia que olvidó la humanidad, ante los extremismos que atacan al hermano… cerramos los ojos y nos preguntamos cuál es el sentido de todo.
Sí. Qué sentido tiene habitar un mundo que se incendia y se inunda. Y una humanidad que se destroza a sí misma.
Qué sentido espiritual tiene la creación. Sentido en sus dos acepciones: qué significado y qué dirección. A dónde vamos. Y para qué.
Y acá estamos. Comenzando de nuevo. Volviendo a leer este relato casi idílico de la creación del mundo, inmersos en una sensación opuesta a la armonía.
Rashi se pregunta por qué nuestro texto sagrado comienza con Bereshit.
- Isaac dijo “La Torá debería haber comenzado con el verso de este mes es para usted” (Ex. 12: 2), ya que es la primera mitzvá que fue dado a Israel. ¿Por qué entonces se comienza con Bereshit…?
Y esta pregunta me lleva a pensar. ¿Qué me aporta este primer relato que no es historia, que no es ciencia, pero que tiene un orden, una estructura que intenta decirnos algo?
Voy a tomar prestadas palabras de mi amigo el teólogo José Luis D’amico, en un artículo llamado: En la crisis, la palabra Gen 1,1-2,4
El relato de la creación comienza hablando del caos, de lo que es «informe», de lo que amenaza la vida. Y ante esto, la Palabra de Dios que irrumpe, violentamente, gritando «Que exista la luz», y desde ese grito la oscuridad tiene que retirarse y darle el paso a la vida. Es el grito de Dios sobre la muerte, para que la vida traspase la oscuridad.
Acá hay una clave.
Todo era caos.
Y todo parece ser caos.
Ante la confusión, el alboroto, la desilusión, la falta de apoyos y claridades… hay alguien que habla. Que irrumpe con palabra. Que pide que haya luz.
Quizás parte de la victoria del caos de este tiempo es que hemos renunciado a decir, que nos hemos enmudecido, atónitos por las circunstancias. Y las imágenes ocuparon el lugar del lenguaje y nos quitaron la voz. Y las tinieblas nos nublaron la visión.
El relato de Bereshit es contundente.
Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió.
Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas;
y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día. Bereshit 1:3-5
Volver a hablar, a decir de nuestros pensamientos, recuperar la confianza en nuestra capacidad de expresarnos es el primer paso para separar la tiniebla y apostar nuevamente a la luz.
Como vemos, – dice José Luis D’amico -el texto ya no habla solo de una Creación «pasada», sino de una creación constante, siempre y cuando estemos dispuestos a reconocer nuestros exilios, nuestras crisis y la reconstrucción de nuevas mediaciones.
Exilios que sufrimos como pueblo.
Destrucciones y reconstrucciones que precisaron y precisan mucho más de nuestras palabras.
Es conocida la discrepancia que hay respecto de aquella primera luz… porque el sol, la luna y las estrellas fueron creados recién el cuarto día. ¿De qué luz se está hablando? Hay muchas interpretaciones. El Midrash y la tradición talmúdica identifican la luz original del primer día como una luz espiritual primaria que iluminaba el cosmos (Talmud Babli Jaguigá 12a), mucho antes de que los cuerpos celestes fueran creados. Pero la gente aún no merecía esta luz pura, por lo que se ocultó (Or HaGanuz) para los justos en el futuro.
Se hizo la luz, esa que evitaba que se despliegue en nosotros esa capacidad que tenemos de oscurecer todo con nuestros actos. Pero se escondió porque no estábamos preparados.
Se escondió para los justos en el futuro.
Quizás nosotros no seamos justos.
Pero estamos necesitando justicia.
Y muchos precisamos trabajar para conseguirla.
Y para eso necesitamos la palabra.
Que nos rescate del caos.
De la confusión y del vacío.
Comencemos Bereshit con un compromiso. No silenciarnos ante el abismo. Tratando de encontrar esa luz que, aunque mínima, destierra toda oscuridad.
Que tengamos un año de esperanzadores descubrimientos.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen