ISRAEL, INCUBADORA CIENTÍFICA

¿Recuerda la función de autocompletado de Google, que ‘adivina’ lo que está buscando? ¿y las memorias USB? ¿O los procesadores más revolucionarios de Intel? ¿Le gusta usar la aplicación Wazes? ¿O jugar con el Kinect de la Xbox?

Todos son productos israelíes.
Israel vive un auge tecnológico quizás solo comparable con el del Silicon Valley norteamericano. De hecho, Tel Aviv ofrece el segundo mejor ecosistema para las nacientes empresas de innovación (start-ups), solo superado por el enclave californiano.
El último en abrir un centro de investigación y desarrollo en Israel fue Facebook, que hace un par de meses compró su tercera firma local, Onavo. Ya lo hicieron Microsoft, Samsung, Google, Intel –antes que todos– y Apple, que hace un par de años tomó la decisión de instalar su primer laboratorio de este tipo fuera de Estados Unidos.
Según el Centro de Investigación IVC, especializado en la industria de alta tecnología, entre enero y septiembre 2013 se invirtieron 1.630 millones de dólares en 474 empresas israelíes de este sector. Y la cifra del tercer trimestre, 660 millones, es la más alta desde el 2000.
La vitalidad es tal que Israel tiene 70 empresas cotizando en Nasdaq, mientras que China, con más de 1.300 millones de almas, cuenta con 124. O sea: tiene más firmas en esa Bolsa de Valores especializada en compañías de tecnología e informática que Hong Kong, Taiwán, Japón, Corea, India y Singapur juntos.
Hace un par de meses, el gobierno israelí invitó a Tel Aviv a medios de distintas regiones del mundo para intentar responder esta cuestión.
La semana elegida no podía ser más elocuente. Dentro del marco del Festival de Innovación DLD, la segunda ciudad más importante de Israel celebraba, eventos de primer nivel relacionados con la tecnología, como el International Brain Tech, que culminó con la entrega de un millón de dólares a la mejor investigación sobre el cerebro, una cumbre de ciudades del futuro y la premiación del concurso Start Tel Aviv, que reconoció el trabajo de 14 start-ups, incluida una colombiana.
El interés es evidente. No solo en lo formal, sino en cuestiones de fondo, como la asignación del presupuesto.El Ministerio de Economía tiene una oficina dedicada a promover la ciencia y la investigación, con un presupuesto anual cercano a los 450 millones de dólares. El 100 por ciento se invierte en empresas privadas recién formadas. Es sabido; los proyectos más riesgosos necesitan ayuda del Gobierno por la incertidumbre. El Estado deja la selección de los mejores prospectos en manos de incubadoras privadas, gestionadas por gigantes como General Electric y Johnson & Johnson. En los dos o tres años que una empresa nueva pasa en la incubadora, hasta que puede valerse por sí misma, la Oficina del Científico Jefe (OCS, su sigla en inglés) aporta el 85 por ciento del capital necesario, lo que se traduce en desembolsos que oscilan entre 30.000 y 6 millones de dólares.
Los accionistas de la incubadora aportan el otro 15 por ciento.
“Después, las proporciones se invierten: el capital privado pasa a ser seis veces más alto que los aportes del Gobierno”.
El modelo de negocio es sencillo: si el proyecto fracasa, el Gobierno no recibe nada, pero si obtiene utilidades la Oficina se queda con el 3 por ciento, hasta recuperar lo invertido. “Funciona como un préstamo que no tiene que ser pagado en caso de fracasar”.
La empresa privada también es consciente de la necesidad de promover la cultura de emprendimiento. Por eso, en Tel Aviv funciona uno de los dos Google Campus que existen (el otro, en Londres, fue idea de un israelí). Es un espacio de 1.400 metros/2 en uno de los siete pisos que la empresa estadounidense ocupa en la Torre Electra, donde cualquiera puede desde reservar un salón gratuito para algún evento relacionado con tecnología (más de una docena pro semana) hasta probar el último dispositivo electrónico lanzado al mercado.
Microsoft aprovecha su amplia clientela en todo el mundo para organizar un maratón de speed dating (citas de 15 minutos) entre emprendedores locales e inversionistas de todo el mundo.
“Aquí, hacer empresa es el camino ideal, pues no solo hay un ambiente propicio para desarrollar las ideas, sino un gran apoyo del Estado. La forma de ver el mundo de sus habitantes es sorprendente, siempre pensando en exportar sus inventos”