PONER SAL AL PAN

Dicen nuestros sabios que nuestra mesa es comparada al Altar del Templo Sagrado de Jerusalén (Beit Hamikdash). De la misma forma que todas las ofrendas que subían al altar debían ser sumergidas primero en sal, así también le ponemos un poco de sal al pan (que es nuestro principal alimento) antes de comer.

La razón por la cual era usada sal en todos los sacrificios se debe a que nya e el segundo día de la creación Di-s dividió las aguas que estaban aquí abajo, llevando la mitad para los cielos, estas aguas que quedaron en la tierra reclamaron que ellas también ellas querían estar en el cielo. Di-s entonces prometió (hizo un pacto) que estas aguas tendrían su elevación en el Templo Sagrado, cuando sería usada la sal (que se extrae del agua) en el Altar y también a través de la propia agua que era vertida en el Altar en la fiesta de Sucot.

También encontramos en la Torá que Di-s realizó un pacto con la sal haciendo con que tuviera una característica especial: la sal nunca se estropea. El pacto que Di-s hizo con la sal es comparado con el pacto que Él hizo con el pueblo judío – que nunca los abandonará, el pacto que Él hizo con los Cohanim (Sacerdotes de la Tribu de Leví) – que siempre harán el servicio en el Templo Sagrado, y el pacto que Él hizo con el rey David – que el reino será siempre de sus descendientes.

El Midrash relata, que después que lavamos las manos para comer el pan, y mientras estamos esperando a los demás comensales en la mesa para recitar la bendición de hamotzi (la bendición del pan), en estos momentos de silencio, donde no estamos cumpliendo ningún precepto, los acosadores del pueblo de Israel aprovechan para acusar en nuestra contra. Al sumergir el pan en la sal, le recordamos a Di-s el pacto que hizo con el pueblo judío: a pesar de nuestros fallos, nunca seremos abandonados.