PARASHAT JAIEI SARÁ: la voz del silencio

En la semana en la que estudiamos la muerte de Sara, en la que vamos a hablar también de la muerte de Abraham y nos vamos a preguntar por el sentido de la vida, nos aparecen 11 nombres que no murieron de “viejos”, -ba baiamim- entrados en años, como dice nuestra parashá, no murieron bendecidos en todo- bakol- sino que fueron asesinados por el sólo hecho de ser judíos; rezando en una sinagoga de Pittburgh, congregados para encontrar palabras de poesía a un mundo tan arrebatado por la sinrazón, con un libro de plegarias en su mano, celebrando momentos del ciclo de la vida y seguramente saludándose con un Shabat shalóm. Y así se perpetúa una herida que sigue abierta, que no cierra porque las circunstancias la vuelven a mantener en carne viva: el odio antisemita, que va cambiando de rostros pero que es alimentado por el mismo principio, un nacionalismo fundamentalista que precisa montar su ideología en la señalización de un grupo humano que hay que exterminar.

Y los nacionalistas no se reproducen por generación espontánea: acá fallaron las lecciones de la historia, respecto de la condición humana- especialmente después de la Shoá – Auschwitz pareciera no haber enseñado nada… porque los ataques sistemáticos a ciertos grupos de personas siguen perpetuándose. Acá falló un sistema político, educativo, social, familiar que no consigue o quizás no pretende conseguir un mundo cuya humanidad plural, diversa pueda vivir sus particularidades en paz.

Así escribía el escritor argentino Ernesto Sábato sobre el antisemitismo en Apologías y rechazos, en 1979:

Violando […] la lógica aristotélica, el antisemita dirá sucesivamente—y aun simultáneamente—que el judío es banquero y bolchevique, avaro y dispendioso, limitado a su gueto y metido en todas partes. […] La judeofobia es de tal naturaleza que se alimenta de cualquier manera. El judío está en una situación tal que cualquier cosa que haga o diga, servirá para avivar el resentimiento infundado.

Sea nuestro homenaje, en este shabat Jaiei Sará- las vidas de Sara, a las vidas de Irving Younger, Melvin Wax, Rose Mallinger, Bernice Simon, Sylvan Simon, Jerry Rabinowitz, Joyce Fienberg, Richard Gottfried, Daniel Stein, Cecil Rosenthal, David Rosenthal.

Que nuestro homenaje a sus memorias se vea plasmado en nuestro compromiso activo por la vida, la paz, el diálogo interreligioso, intercultural, la confianza y el trabajo en el sistema educativo para sembrar semillas de paz, de entendimiento que permitan construir una sociedad inclusiva y responsable por la vida de cada uno.

Iehí Zijram Baruj, que sus memorias para bendición.

En esta parashá en la que Sara muere y el midrash va a asociar el toque del shofar con el llanto desgarrado de la matriarca al enterarse de que Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo hoy suenan simbólicamente nuestros shofarot, porque nuestro llanto ante la desazón de lo sucedido en Pittsburgh, se multiplican en todo el mundo.

Estudiemos Jaiei Sará:

No podemos entrar a esta parashá sin referenciar de dónde viene esta historia, cuál es el suceso que la antecede. Viene del intento fallido de Abraham de ofrendar a su hijo en sacrificio.

Cada vez que enseño este texto de Akedat Itzjak, de la ligadura o sacrificio de Itzjak, me preguntan mis alumnos a dónde estaba Sara, la madre, la esposa, de Itzjak y Abraham respectivamente.

Y yo contesto: está en la parashá siguiente, y sin vida…

Escuchemos la voz de la tradición rabínica: Hay varios midrashim que le ponen voz a Sara. Entiendo que era y sigue siendo insoportable ver que la han acallado, que la han dejado fuera de esta escena y que lo único que queda es dar cuenta de su muerte, alejada de la escena que comprometió tanto a su hijo como a su marido.

Muchas preguntas aparecen. ¿Sara no preguntó? ¿Sara no sabía a dónde iba Abraham? ¿Abraham no compartió con ella la prueba a la que él se sentía expuesto? ¿Por qué Sara no los siguió, como lo acompañó en otras circunstancias?

Me niego a dar la fácil y rápida respuesta que alude al lugar secundario de la mujer. Acá debe haber otra cosa.

Recordemos aquel famoso midrash en Pirkei DeRabí Eliezer:

Cuando Abraham regresó del monte Moriá, Satán se enfureció. No había conseguido lo que deseaba, que se lleve a cabo el sacrificio de Itzjak por Abraham. ¿Qué hizo? Fue a Sara y le preguntó: «¿Oíste lo que pasó en el mundo?» Ella respondió: » No.» Él dijo: » Abraham tomó a su hijo Itzjak lo mató, ofreciéndolo en el altar como sacrificio. » Sara comenzó a llorar y gemir el sonido de tres gemidos, que corresponden a los tres toques del shofar (cuerno de carnero), y su alma salió de ella y ella murió. Abraham llegó sólo para descubrir que ella había muerto. ¿De dónde había salido? Desde el Monte Moriá.

Quisiera quedarme con esta última parte del midrash: el sonido del shofar, ése que nos estremece en tiempos de Slijot en el mes de Elul, y en Rosh Hashaná, y en el final de Iom Kipur es la presencia de los gemidos del llanto de Sara.

Sara pasó infinidad de situaciones en donde probó su fortaleza: cuando se fue de la casa de sus padres siguiendo a Abraham, cuando tuvo que decir que era la hermana de Abraham y no su esposa, cuando descendieron a Egipto, cuando tuvo que reconocer su esterilidad y pedirle a su marido que tenga un hijo con la criada para prohijarlo, cuando no puede asumir su rol de madre con el hijo de la criada y asume la responsabilidad de echarlos, cuando queda embarazada ya anciana, cuando tiene a su hijo Itzjak y se enfrenta al ritual de su circuncisión. No podemos decir que Sara no estaba preparada…

El midrash reconoce que en este momento de la historia de la familia que es en definitiva la historia de una civilización religiosa que está naciendo, Sara queda afuera del relato y de toda consideración. Y si queda afuera, ya la vida no tiene sentido.

El shofar grita gemidos de llanto. Recordando a Sara y recordándonos a nosotros mismos, cuando por aventurarnos en el camino del éxito, del renombre, del status, hacemos a un lado a los que nos acompañaron durante toda la vida y los acallamos. El shofar llora, para sacudirnos de todos los llantos que no escuchamos. Cuando dejamos a los viejos de lado, porque ya no son presentables, cuando dejamos a los hijos de lado porque nuestra carrera es prioritaria, cuando dejamos a nuestras parejas de lado porque los compromisos sociales son ineludibles, cuando dejamos a nuestros amigos de lado, porque dejaron de servirnos en nuestros proyectos.

El shofar grita por todos ellos. Y es ese grito el que nos lleva a juicio los días más sagrados del año, Cuando acallamos a los nuestros en pos de proyectos que los desconocen o los aíslan les estamos diciendo que no son parte de nuestra vida. Entonces, cuando cansados, o frustrados o heridos volvemos a casa, probablemente no nos estén esperando.

Shabat shalóm.

Rabina Silvina Chemen