PARASHAT SHEMOT: La importancia de los nombres

Comenzamos esta semana a leer el libro de Shmot y a través de su lectura vamos a revivir los apasionantes relatos de Moisés con el Faraón, las plagas, la salida de Egipto… en fin, las historias quizás más hermosas de la Torá y también las más importantes, porque es en este libro donde los judíos nos constituimos como pueblo al recibir la Torá y concertar el pacto con H’ en el Monte Sinaí.

Una de las cosas que más llaman la atención de este libro y de nuestra parashá en particular, es el hecho de que nuestro nacimiento como nación estuvo vinculado a una situación de esclavitud. Recordemos que fue en Egipto donde nuestros antepasados se multiplicaron y, de ser una familia de setenta personas, en cuatrocientos años pasaron a ser un pueblo “fuerte y numeroso”.

Al tomar en cuenta nuestros orígenes adversos, podemos ver cómo la génesis del pueblo judío marcó lo que fue su devenir histórico a través de las generaciones: años de gloria y prosperidad fuera de su tierra, con reyes o faraones que por conveniencia se mostraban amistosos, y luego la opresión, esclavitud, persecuciones y también exterminios. Lo interesante, entonces, es que en este libro de Shemot descubrimos no solo la esclavitud y la libertad de los judíos en Egipto, sino también la opresión y la futura redención de todas las generaciones judías en el mundo y en cada una de las épocas.

Un famoso midrash (Bereshit Rabá 44) se pregunta: ¿cuál fue el mérito que tuvo este pueblo de esclavos para ser merecedor de la liberación por parte de H’? Y los sabios responden diciendo que a pesar de las difíciles condiciones de la esclavitud, los judíos fueron capaces de cuidar cuatro aspectos de su identidad: sus nombres tradicionales, la lengua hebrea, el Brit Milá, y una identidad y compromiso común entre ellos.

Y teniendo en cuenta que este libro de Shemot pasó a representar el paradigma de la historia judía en la diáspora, me parece interesante que podamos preguntarnos si acaso nosotros, en función de estos cuatro valores que de acuerdo al midrash cuidaron los judíos en Egipto, estamos en condiciones de asegurar nuestra libertad en el presente, así como ocurrió con ellos en el pasado.

La primera pregunta es si cuidamos nuestros nombre judíos: es cierto que en muchos de nuestros países los nombres hebreos se usan bastante, incluso entre quienes no son judíos. Pero, ¿cuántos de nosotros saben realmente si su nombre es de origen judío, o su significado? ¿Cuantas veces ocurre, por ejemplo, que para subir a la Torá le preguntamos el nombre hebreo a una persona y difícilmente lo recuerda?

En segundo lugar: ¿conservamos el hebreo como lengua de nuestro pueblo o alguna otra lengua judía? El idish lamentablemente se ha ido perdiendo y otros dialectos tradiciones son aún menos conocidos. El hebreo resurgió en el siglo XX con la intención de reemplazarlos, pero lamentablemente, fuera de Israel no pudo cumplir con ese objetivo. Hoy en día, cuando pensamos en la educación de nuestros hijos, le damos más importancia al inglés o al francés, y si bien su relevancia es indiscutible, la consecuencia inevitable es que el hebreo pasa a ocupar un lugar muy bajo en nuestras prioridades.

El tercer elemento que nuestros antepasados conservaron en Egipto fue el Brit Milá, la circuncisión judía. Yo creo que, en este caso, sí podemos decir que se trata de una costumbre valorada por nuestro pueblo. De todos modos, vale la pena preguntarnos si al cumplir con esta tradición lo hacemos como la continuación de una práctica antigua que “se debe hacer”, o bien como nuestro compromiso como padres de formar un hogar judío, en el que nuestros hijos se eduquen en base a un ejemplo cotidiano de vivencia judía y estudio de nuestra tradición.

Por último, el cuarto elemento tiene que ver con la identidad y el compromiso común del pueblo judío. Por generaciones, el resto de la sociedad siempre ha destacado que los judíos nos ayudamos y somos solidarios entre nosotros. ¿Podemos asegurar que esto se mantiene todavía? Pienso que sí.  Sin embargo, en los últimos años se ha comenzado a notar un decaimiento en los aportes hacia causas judías tradicionales, en beneficio de otras necesidades ajenas a los intereses inmediatos de nuestro pueblo, lo cual podría llegar a ser preocupante.

Si jugamos un poco con este midrash y hacemos un rápido diagnóstico de situación aplicado a nuestra generación, podríamos concluir que, si bien en algunos casos salimos más o menos bien librados y en otros no tanto, el resultado final es que aún tenemos mucho por mejorar, a fin de acercarnos al ejemplo de compromiso de nuestros antepasados en Egipto.

El mensaje de nuestra Parasha y del libro de Shemot es que, más allá de factores externos, la libertad y en general la supervivencia del pueblo judío, dependen de nuestra propia convicción y capacidad para cuidar aquello que nos pertenece, y que en consecuencia no podemos descuidar.

Recordemos entonces la enseñanza del midrash: cuidar nuestros nombres judíos, nuestro idioma, el Brit Milá y el compromiso solidario con los demás judíos. Y tal como ocurrió con nuestros antepasados en Egipto, recordemos que para cuidarlos no necesitamos de ningún salvador; depende únicamente de nosotros.