¿Qué más podemos decir de la revuelta sin fundamento que genera Kóraj en el seno del pueblo de Israel en contra de Moshé y Aharón que aún no se haya dicho?
Desafía su liderazgo, y de hecho, desafía a Dios al no reconocer que fue Dios quien decidió que fuera Moshé el líder de la salida de Egipto y su hermano el primer kohen- sacerdote. Esgrime un argumento falaz, y lo culpa de no reconocer que “Toda la comunidad es santa, todos ellos, y el Señor está en medio de ellos. ¿Por qué, entonces, te elevas por encima de la congregación del Señor?» Bemidbar 16:3 ¿Acaso sólo nos consideraríamos santos si ostentamos algún poder?
Vayamos al midrash- ese texto interpretativo, transmitido por generaciones de boca en boca, que por algún motivo quedó marcado a fuego en la memoria colectiva y ahora es un paso imprescindible para el desafío que supone leer la Torá.
El Midrash Tanjuma (Kóraj 2) describe una hipotética conversación entre Kóraj y Moshé discutiendo temas de halajá – de la ley judía. (Ténganme paciencia que ya verán a dónde quiero llevarlos).
El primer tema que debaten se relaciona con el mandamiento de agregar hilos azules – tzitzit en las esquinas de la ropa, (recuerden que así terminó la parashá de la semana pasada).
Kóraj redobla la apuesta y lo inquiere a Moshé: «En el caso de que un manto de oración / talit sea completamente azul, ¿uno estaría exento del requisito de tzitzit?» A lo que Moshé responde que no; que hay que cumplir con el precepto de poner tzitzit.
Kóraj insistirá: «¿No se eximiría un talit que es todo azul, cuando cuatro hilos son suficientes para eximirlo?»
Kóraj intenta llevarlo al terreno de una racionalidad absurda: si uno cumple con la obligación de cuatro flecos de color azul, ¿no estaríamos cumpliendo aún más si el manto completo es de color azul?
Pero acá no termina la discusión.
Kóraj continúa: «En el caso de una casa que está llena de rollos de la Torá, ¿uno estaría exento del requisito de la mezuzá?”
A lo que Moshé responderá: «[Si existiera una casa de ese modo] todavía debe tener mezuzá».
Y Kóraj sin contentarse retruca: «¿Cómo es que toda la Torá tiene doscientas setenta y cinco porciones y no son suficientes para eximir a la casa, y sin embargo, los dos párrafos (de Torá) que están en la mezuzá sí?»
Si dos pequeños párrafos de Torá en una cajita hacen que una casa cumpla con el precepto de tener una mezuzá, cuánto más sería si fuera una casa llena de rollos de Torá.
Intenta llevarlo a un callejón sin salida, aparentando una gran sabiduría, y poniéndolo en ridículo a Moshé delante de la gente.
Pero los temas que elige el midrash para mostrar dos tipos de miradas sobre la vida y la sociedad no son aleatorios; tienen un gran mensaje.
La mitzvá es sobre unos flecos que cuelgan de un manto. Kóraj quiere imponer la mirada sobre el manto, algo más grande, más importante.
La mitzvá es sobre una mezuzá, un pequeño elemento que contiene pequeños pergaminos con pequeños textos de Torá. Kóraj pretende reemplazarlos por una casa “forrada” en pergaminos de Torá.
Ésta es la diferencia entre Kóraj y Moshé.
Ahora se entiende su reclamo que esconde una falacia: “Toda la comunidad es santa…” La particularidad se esconde y se soslaya detrás de proclamas masivas, que no distinguen a unos de otros. Kóraj invoca el todo, promoviendo lo general sobre lo específico, lo mayor sobre lo menor. No reconoce que en la Torá, los detalles marcan la diferencia porque la vida misma es una concatenación de situaciones pequeñas, propias, de cada ser humano en cada una de sus circunstancias. Y la Torá nos habla a cada uno, a cada una invitándonos a reparar la importancia del gesto cotidiano, del cuidado por cada acción y palabra. Cuando hablamos de “todos… son…” estamos ante una formulación que oculta o enjuicia sin mirarle el rostro a nadie.
Pero además el midrash no ha elegido estos dos símbolos al azar. Tanto los bordes de la ropa del tzitzit, como los marcos de las casas para la mezuzá son prácticas que honran lo que sucede en los márgenes. Ambos elementos conectan mi cuerpo o mi casa con el mundo. Y es allí donde Moshé y la Torá insisten en que debemos ocuparnos con minuciosidad. Lo que somos y hacemos desde nosotros, para los que nos rodean.
Y a su vez me conmueven que allí, donde hay márgenes, somos comandados a cuidar hasta el más mínimo detalle. Allí donde nadie ve, donde nadie limpia, donde pareciera que nada luce, es donde se juega nuestro compromiso con la ley y la justicia.
Kóraj no pretendía el bienestar de nadie sino su propia entronización utilizando a una masa indistinguida llamada comunidad a la que intenta poner en contra del ajetreado Moshé en el desierto.
En tiempos de masividades, globalizaciones y “sociedades anónimas” es probable que a veces pensemos como Koraj, en grandes titulares, en formulaciones generalizadas o en pensamientos totalizantes.
Nuestra tradición nos pide que volvamos a mirarnos los bordes de nuestras ropas y nuestras casas. Que cuidemos hasta el más mínimo detalle de lo que pareciera que no ocupa los lugares más visibles de nuestras vidas. Que no dejemos pasar por alto las experiencias más pequeñas y cotidianas exigiéndonos cada vez más momentos de máximo esplendor.
Cada uno es portador de una santidad particular.
Y es el encuentro de todas esas diversidades lo que nos hará una nación santa.
¡Shabat Shalom y Jodesh Tov!
Rabina Silvina Chemen.