PARASHAT JUKAT: así no llegaremos a ninguna parte

“Los hijos de Israel, toda la congregación, llegó al desierto de Tzin en el primer mes y el pueblo permaneció en Kadesh. Allí Miriam murió y allí fue enterrada. No había agua para la congregación, y ellos se juntaron alrededor de Moshé y Aharón.» Bemidbar-Números 20:1 – 2

«Y Dios habló a Moshé diciendo: ‘Toma la vara, y reúne a la congregación, tú y Aharón tu hermano, y hablen a la piedra a vista del pueblo, y ella dará agua. Toma del agua de la piedra, y la darás a la congregación y a su rebaño para que tomen’. Moshé tomó la vara de ante Dios, como se le ordenó: Moshé y Aharón reunieron al pueblo frente a la roca. Él dijo a ellos ‘Escuchen ahora, rebeldes, ¿sacaremos agua de esta roca para ustedes?’. Moshé levantó su mano y golpeó la roca con su vara dos veces; una gran cantidad de agua salió y ellos le dieron al pueblo y a su rebaño de tomar.» Bemidbar-Números 20:6 – 11

«Dios dijo a Moshé y Aharón: ‘Puesto que no creyeron en Mí para santificarme a ojos de los hijos de Israel, no liderarán al pueblo hasta la tierra que Yo les he dado. Estas son las aguas de la contienda (Mei Merivá), por las cuales los hijos de Israel discutieron con Dios, y (Él) fue santificado allí’.» Bemidbar-Números 20:12 – 13

Cito textualmente el derrotero de los acontecimientos para que puedan seguir el relato tal cual fue registrado en la memoria colectiva de este pueblo.

Falta de agua, protesta, inconformidad, desazón, confusión, enojo, una situación que se escapa de los límites y las consecuencias correspondientes.

Moshé no entrará a la tierra de la promesa después de su titánica tarea de guiar a este inmenso grupo de personas hacia su destino en la hostilidad del desierto y todas sus vicisitudes.

Quizás compartan conmigo que no aparenta ser un motivo lo suficientemente valedero para tamaño enojo de Dios para con Moshé. ¿Fue tan severa su reacción? ¿Causó tanto daño el exabrupto de no hablar con la piedra sino golpearla? ¿No se les perdona a los líderes estar fuera de sus cabales cuando la situación los desborda? ¿Acaso Moshé no era el que más se merecía entrar a la tierra que Dios prometió?

No somos los únicos que nos estamos preguntando esto.

Rashi, (s. XI) explica que el error de Moshé fue: – «Por el pecado de decir ‘»escuchen ahora, rebeldes», él (Moshé) fue castigado y no se le permitió entrar a la Tierra de Israel.»

Según el exégeta francés el castigo fue por su falta de comprensión hacia el reclamo del pueblo que, de mal modo, estaba pidiendo por una necesidad básica. Los insulta enojado, priorizó sus emociones por sobre su rol de conducción.

Rashi sigue intentando descifrar qué sucedió:

Moshé le roba a Dios la posibilidad de dejar que otro milagro suceda. No confía en el poder de Dios- cosa que era corriente en el pueblo. Si hubiera salido agua de la piedra una vez que le haya hablado, entonces Dios hubiera sido santificado delante de los ojos de todos.”

Más allá de los vericuetos de esta escena, toda la historia se desmadró por un solo motivo. La falta de confianza.

Por un lado, de Moshé hacia Dios. Su turbación lo llevó a perder todo equilibrio y su fe no le permitió ser más fuerte que su desesperación. ¿Cómo Dios no cumpliría con su palabra?

Por otro lado, del pueblo hacia Moshé y hacia Dios. ¿Aún no habían aprendido que Dios los protegía, que Moshé los defendía aún en momentos indefendibles? ¿Cómo se cegaron ante la falta de agua como para armar otra revuelta en ese caminar tan conflictivo? ¿Cómo no aprendieron aun que serán salvos y llevados a la tierra que mana leche y miel?

Moshé también dejó de confiar en el pueblo. No les cree. No los escucha. Los enfrenta juzgándolos. Pierde la oportunidad que debería tener todo líder de tramitar un descontento y transformarlo en un aprendizaje porque la solución iba a llegar de todos modos.

Perdieron la confianza. Unos a otros. Y eso te deja perdido en un desierto del que no salís más.

Ellos y nosotros también; que seguimos perdiendo oportunidades como humanidad. Porque nos han enseñado a rápidamente insultarnos, faltarnos el respeto, no creer en nada ni en nadie, no otorgarle valor a la palabra del que tenemos delante, no esperar una respuesta. Hemos aprendido a desplegar voracidades por doquier porque pareciera que el que ataca primero es el más fuerte.

La etimología latina de confianza -fiducia- que proviene de fides, fe.

La raíz sajona de trust corresponde a una forma de esperanza.

En hebreo: “lismoj”- לסמוך viene de la palabra autoridad, samjut.

Es en definitiva una cuestión de fe, de esperanza y de autoridad o de autorización; darse el permiso de cederle al otro la esperanza y la fe de que no nos va a defraudar. Porque elegir confiar es asumir que dependemos de otros. Puede ser que lleguemos lejos si no confiamos en nadie, pero llegaremos muy solos y bastante pobres. Solos porque habremos elegido no esperar nada de nadie, no dejarnos aconsejar, llevar o resolver por parte de nadie. Y más pobres porque nuestras vidas se alimentan de experiencias de confianza y cuidado, se embellecen y se llenan de sentido.

Por eso, ante la falta de confianza pegamos, como Moshé. Una y dos veces y más, como queriendo sacar de la roca lo que ni nosotros creemos que puede fluir.

El resultado de tal actitud es siempre decepcionante; aunque el pueblo de Israel consiguió tomar agua, que era lo que necesitaban, de todos modos, esas aguas se llamaron “Mei meriva”, las aguas de la contienda, de la amargura por haberlas conseguido a costa del golpe.

Ya sé lo que estarán pensando.

No tenemos líderes en los que podamos confiar.

Nos hemos desilusionado tantas veces.

No se puede creer en nadie…

Es verdad, son tiempos de frágiles fortalezas sociales, de palabras devaluadas y accionares que dejan mucho que desear. Pero esto no puede debilitarnos ni debe hacernos perder de vista que la interdependencia es necesaria para vivir en todos los ámbitos de nuestras vidas. Y que, me atrevo a decir, muchas veces nos perdemos oportunidades riquísimas porque hemos decidido no confiar ni en nada ni en nadie.

Quiero compartir con Uds. algunas frases que quizás les parezcan un tanto cotidianas, de un libro llamado Manual del Distraído de Alejandro Rossi, un autor ítalo-mexicano del s. XX en un ensayo que tituló “Confiar”, que a mí me hicieron pensar mucho:

“Nuestros movimientos habituales implican, en efecto, determinadas convicciones. Contamos con la existencia del mundo externo cuando nos sentamos en una silla, cuando reposamos sobre un colchón, cuando bebemos un vaso de agua…confiamos, además, en que las cosas conservan sus propiedades. No nos sorprendemos de que el cuarto, a la mañana siguiente, mantenga las mismas dimensiones, que las paredes no se hayan caído, que el reloj retrase y el café sea amargo… todos somos algo nerviosos pero el terror de que se desplome el techo o se hunda el piso no es continuo…nos han engañado y nos seguirá engañando. Sin embargo, es imposible vivir creyendo que en cada ocasión se requiere un examen cuidadoso o una contraprueba… Salvo en circunstancias específicas conviene creer cuando nos aseguran que debemos girar hacia la izquierda o que la farmacia se encuentra a tres manzanas… Afirmar la irrealidad del prójimo no pasa de ser una arrogancia o un hartazgo provocado por su insoportable cercanía.”

Toda esta cita es para volver a recordarnos en cuántas cosas confiamos porque necesitamos hacerlo. Porque no podemos vivir siempre en estado de vigilia y alerta ante un derredor que es siempre enemigo.

Moshé, Aharón y toda aquella generación fue condenada a perecer en el camino porque la falta de confianza y la exasperación como modo de vincularse, jamás nos llevan hacia ningún horizonte de promesa.

Y si bien nosotros nos espantamos por la cruel decisión de no dejar entrar a Moshé a Israel, ¿acaso nosotros llegaremos algún lado interesante si persistimos en el descrédito y la desconfianza hacia todos y hacia todo?

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen