PARASHAT KORAJ: no aprendimos nada

Una alumna muy querida, Tali, me preguntó, después de estudiar esta parte de la Torá para su Bat Mitzvá, por qué si Kóraj había hecho algo tan malo, una parashá lleva su nombre.

La invité a aventurar una respuesta y me dijo: – ¿Para que aprendamos de lo que pasó?

Es posible. Pero, ¿qué es verdaderamente lo que paso? ¿Qué duele en esta historia como para que toda una sección de la Torá lleve su nombre?

Recordémosla brevemente. Kóraj, una persona reconocida dentro de la tribu de Leví, junto a Datán, Avirám y On de la tribu de Reubén, más otras doscientas cincuenta personas de renombre dentro del pueblo se sublevan contra la autoridad de Moshé y Aharón. No aceptan que estos líderes, que pertenecen a su misma tribu de Leví, tengan mayor autoridad que ellos, porque toda la comunidad es santa.

A Kóraj y a todos los miembros de la tribu de Leví que participaban de la revuelta no les bastaba con el rol importante que ya tenían asignado como responsables del culto. Querían más en detrimento del rol de otros. Destituir a los líderes que asumieron la ciclópea tarea de guiarlos por la hostilidad del desierto y por la vulnerabilidad de su situación espiritual y ocupar su lugar. No reconocen fallas en el liderazgo. Sólo el hambre de poder los ciega y los lleva a arrastrar con ellos a un número de gente que pierde la serenidad y el equilibrio.

El modo que se encuentra para dirimir esto es dejarlo en manos del cielo. Moshé y Aharón por un lado y Kóraj y su banda por el otro encenderán sus incensarios y el fuego que Dios escoja será el legítimo líder delante de todos.

El final es anticipable. Dios elegirá a Moshé y Aharón y los rebeldes serán tragados por la tierra que se abre.

Y acá siento que corremos el riesgo de hacer una lectura un tanto superficial; la pelea no es buena, los enfrentamientos no nos llevan a nada, hay que evitar los disensos… y no es esto lo que quiero que mi querida alumna saque como conclusión. Porque las diferencias de opinión existen, y la defensa de los derechos propios también. Y porque las confrontaciones son modos de buscar nuevos equilibrios.

¿Qué es lo que duele en esta historia? Que no era el argumento lo que se pretendía salvaguardar sino la firme decisión de aniquilar al que tenían delante. No era la santidad del pueblo la que se estaría protegiendo sino la firme maniobra de humillar y destronar a quienes los habían guiado hasta acá.

Y para analizar esto que estoy diciendo quiero traerles un bello midrash del rabino Shlomo Ephraim ben Aharon Luntschitz, conocido como Kli Yakar (Praga s. XVI) sobre Bereshit- Génesis 1:8

ויקרא אלוהים לרקיע שמים -Y Dios llamó al firmamento, cielo: Dios no quiso que se le llamara con el nombre, firmamento – [en hebreo rakía] ya que ese nombre indica división y desacuerdo…”

Recordemos el texto de la creación. Las aguas eran una sola unidad. El espíritu de Dios se cernía sobre las aguas. Y luego de crear la luz el primer día y así hacer nacer la noche y el día, y la noción del tiempo; en el segundo día dispone un firmamento, en decir, una divisoria entre las aguas que quedarán arriba, que llamará cielo y las que quedarán abajo.

Este maestro dice que Dios no quiso llamar al cielo firmamento, sino que lo nombró como shamaim- hoy en día traducido como cielo. Porque no quería que el modo de llamarlo aluda a una división o disputa.

Sigamos.

“Ya que cualquier [rakía] es una cubierta que separa entre dos cosas. Y por eso no dice, «que fue bueno» el segundo día, ya que sobre ello se creó disconformidad; ya que no hay bien sino en un lugar donde encontramos la unidad. Y por lo tanto en el tercer día, «que era bueno» se dice dos veces, una para el trabajo del tercer día y otra para el acabado del agua, que tiene un aspecto de unidad en ella, como se dice, «que las aguas se reúnen en un solo lugar», y debido a esta unidad, se menciona «que era bueno». Pero en el segundo día – del que salen todas las diferencias, y que es el principio de toda diferencia y desacuerdo – no se dijo al respecto «que era bueno».

Si notan en el texto del Génesis, cada vez que Dios terminaba una jornada de creación valoraba su obra diciendo que “era bueno”. Sin embargo, el segundo día no pudo decirlo porque si bien fue necesario, en efecto tuvo que hacer un acto de separación y división que no pudo reconocer como “bueno”.

Sigamos.

“Y Dios no quiso que [el cielo] se llamara firmamento, que indica una cubierta que separa y divide entre hermanos; y fue llamado con el nombre, ‘shamaim’ [cielos], que indica paz, ya que shamaim se compone de las palabras, fuego [ esh] y agua [ maim], quienes hicieron la paz entre ellos y se unieron, y de ellos fue creado cielo.”

Llama a los cielos ‘shamaim’ y encuentra un bello modo de hablar de quienes tienen opiniones diversas, miradas contrapuestas o propuestas divergentes. La palabra en sí misma es la conjunción de dos elementos que desde el sentido común se repelen o se anulan: fuego -‘esh’ y ‘maim’ -agua. Sólo cuando la diferencia busca modos de convivir puede ser creado alto tan bello como el cielo.

Vivimos en tiempos de álgida contienda a todo nivel. Somos testigos de verborragias insultantes, acciones denigrantes que siembran de indignidad nuestros espacios de discusión y disenso. Tenemos hasta miedo de manifestarnos en contra por no sufrir escarnios ni represalias. Hay familias que se han separado por diferencias de posición política. Las democracias más que espacios plurales se transformaron en campos de batalla. Y ya los argumentos pasan a segundo plano porque lo que importa es destrozar al adversario.

Me duele el alma de ver cómo lentamente estas actitudes van permeando todos nuestros espacios y llegan a las edades más pequeñas. Y se naturaliza la rabia, el desprecio, la burla, el menosprecio, la desvalorización como estrategias para la victoria.

Y nadie gana. Todos perdemos. Perdemos la oportunidad de ser libres para expresarnos. Perdemos la capacidad de abrir nuestra escucha y humildemente apreciar las opiniones de otros. Perdemos calma cuando estas emociones nos conquistan. Y perdemos inteligencia cuando no podemos abrir nuestros espacios de pensamiento a nuevas alternativas o matices.

¿Sabes por qué, querida Tali, esta parashá se llama Koraj?

Creo que es para que tengamos en cuenta cómo somos cuando decidimos enfrentarnos a los demás. Para que elijamos defender una causa, un propósito y no destruir a quien tenemos delante. Para que nos alentemos a sostener nuestras convicciones para sumar y no para borrar a nadie de ningún lugar. Para que cuando nos juntemos con otros no sea para destituir sino para colaborar en la construcción de entornos más inclusivos, más ricos y menos fanáticos de verdades que al final solo sirven para ganar peleas.

Cuando el agua y el fuego pudieron convivir, Dios lo llamó cielo y allí se hizo la paz. ¿Seremos capaces de tamaño gesto en nuestra tierra?

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen