Estoy escribiendo este comentario en el día número 45 de aquel fatídico 7 de octubre de 2023.
El título de la parashá refiere a cuando Yaakov, nuestro patriarca, sale – vaietsé/ y salió. ¿De dónde? De la casa de su familia, después del ardid que planificó con su madre para engañar a su padre y quitarle a su hermano la bendición de la primogenitura.
Vaietsé, hoy, no puede evocarme ninguna otra imagen que la tan desesperadamente anhelada semblanza de los rehenes cobardemente secuestrados y retenidos en Gaza SALIENDO de sus escondites, de sus pozos, de sus túneles, de sus prisiones, de sus torturas sicológicas y físicas cruzando a una nueva vida que de hecho nunca será como la que tenían antes de la masacre. Pero fuera de aquel infierno.
Es la única acepción del verbo salir que hoy entra en mi cabeza. Que salgan. Que los dejen salir. Que traspasen la frontera del ocultamiento a la verdad.
Nuestro patriarca, por decisión propia, decidió ocultarse. Bajo las ropas de su hermano, el nombre de su hermano, la actitud de su hermano. Y hoy sale a encontrar la vida que la ambición de poder, la gula, su ignorancia e incomprensión de la realidad le robaron.
Hoy sale, por fin, si bien con dolor, a liberarse de lo que lo oprime. A Yaakov lo oprime la agotadora ficción de querer ser otro. A nuestros hermanos y hermanas secuestrados los oprime la ambición de poder, la gula, la ignorancia, la incomprensión de la realidad de los opresores; su sed de sangre, sus retóricas de exterminio, su fe equivocadamente vivida.
Que salgan, de una vez. En esta parashá. Como Yaakov salió y de él se hizo nuestra nación, que ellos salgan para que nuestro pueblo pueda rehacerse, erguirse después de tantos días partidos al medio por la desazón y el desconsuelo.
Nuestro patriarca sale. Y en el camino se acuesta a dormir. Cansado. Llega la noche. Encuentra unas piedras y se acuesta sobre ellas. Allí sueña.
Que salgan, de una vez. Y transformen las piedras que les tiraron, los escombros bajo los que los ocultaron, en un espacio de descanso, sin temor, sin terror. Y que se atrevan a volver a soñar.
Nuestro patriarca sueña con una escalera. Que conecta el cielo con la tierra, la tierra con el cielo. Y allí, en la serenidad de su noche ve ángeles que suben y bajan.
Al amanecer, reconoce sus visiones nocturnas y proclama: – Estaba Dios en este lugar y yo no lo sabía.
Que salgan, de una vez. Y puedan por fin volver a soñar con ángeles y no con monstruos que los atacan arteramente. Que recuperen la fe en que la tierra tiene algo más que ofrecerles que ahogo y maldiciones, sino que hay una escalera que les va a permitir reconectarse con ese cielo, claro, para volver a respirar algo de esperanza, recuperando algo del sentido de la vida que desde hace 45 días nos han robado a todos. Y que puedan encontrarse con los ángeles; con tantos soldados que los buscan y tantos otros en todas partes del mundo que recorren plazas, dependencias, salones, buscando respuestas, reclamando justicia, exigiendo se cumplan los tratados internacionales con equidad. Ángeles que suban y les den la mano para ponerlos nuevamente de pie. Quizás quitándoles el polvo de sus caras, quizás abrigándolos con un abrazo, quizás recordándoles que en la boca también se alojan las sonrisas.
Nuestro patriarca llamó a ese lugar la Casa de Dios- Bet El.
Que salgan, de una vez. Para que la tierra pueda volver a alojar a Dios como su morada y deje de ser el mismísimo infierno para recuperar la santidad de la vida, el valor por lo innegociable, la delicadeza del amor y la sutileza de la esperanza.
Ojalá que esta parashá sea premonitoria.
Que las negociaciones tengan la sensatez de elegir por sobre cualquier otro interés, la vida de los que sufren.
Si me escucharan les diría: van a salir pronto. Van a volver a descansar. Van a volver a soñar. Van a volver a creer. Van a volver a sentirse cuidados. Van a volver a llamar a la tierra Casa de Dios. Van a volver… van a volver… van a volver…
Rabina Silvina Chemen