PARASHAT HAAZINU: vivir en poesía

PARASHAT HAAZINU: vivir en poesía

“Es difícil
obtener lo nuevo de los poemas
aunque personas mueran miserablemente todos los días
por carecer
lo que se encuentra ahí.”

~ William Carlos Williams (Fragmento de ASFÓDELO)

Se muere de falta de poesía, dice este poeta norteamericano.

Y Haazinu es una parashá en poesía.

La Torá, en su penúltima parashá conmemora la «Canción de Moshé», el gran líder en el día de su muerte. Un poema épico en seis partes, donde se habla de relación perdurable de Dios con Israel, cuando lo escuchan y lo siguen tanto como cuando lo traicionan y lo ignoran.

Su recitación es último acto pedagógico de Moshé, y las palabras de esta canción-poema en gran medida son los últimos preparativos de su muerte.

Hay una poderosa fuerza emocional de esta poesía. Los versos de Haazinu no está dispuestos como la mayoría del texto de la Torá sino que se presentan en columnas. Y no son sólo las letras dispuestas en versos sino las metáforas, las cadencias, el ritmo de cada sílaba que hace que mientras se la lee, sus sonidos se escuchen melodiosamente.

La diferencia de la prosa y esta misteriosa obra de la poesía, con la que elige signar el final de su vida Moshé no es una mera colección de palabras, sino que nos hace a todos testigos: “Por tanto, escribíos este cántico, y enseñadle a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel.” (Devarim- Deuteronomio 31:19). Los versos se siguieron escribiendo y se mantuvieron intactos con las generaciones, porque no sólo los heredamos, sino que somos sus testigos.

Nuestras voces renueven este testimonio.

Y éste es uno de los mensajes más hermosos de este final de la Torá, durante los días de Aseret yemei teshuvá – los días de temblor y reflexión antes de Yom Hakipurím: las palabras pueden ser testigos – de pactos y compromisos, de traumas e injusticias; de fracasos de la historia y de promesas del futuro. Las palabras no sólo narran y relatan; también hacen. La presencia de las palabras combate la indiferencia e inculca un compromiso. Trazan puentes entre mundos y reúnen a la gente en las comunidades. Motorizan la acción.

Y es de esta manera que Moshé suplica final de su vida: y les dijo: Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para que las mandéis a vuestros hijos, a fin de que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley. Porque no os es cosa vana; es vuestra vida…” (Devarím- Deuteronomio 32: 46-47).

Necesitamos recuperar más que nunca a las palabras, las metáforas, la musicalidad y la ensoñación como parte de nuestra vida.

En momentos en los que la palabra quedó degradada, la confianza en los significados aplastada, la verdad, como aspiración, devastada por los usurpadores de las prosas vacías y mentirosas, necesitamos como nunca los sentidos velados e indecibles de la poesía y su belleza.

Que nos remontan a momentos fundantes de nuestra vida como pueblo:

Cuando cruzamos el Mar de los Juncos, cantamos.

Cuando Miriam se enfermó, Moshé rezó en poesía.

Cuando Janá tuvo a su deseado hijo, elevó un cántico a Dios.

David, con sus salmos, Debora, la profetisa con sus versos de victoria y alabanza…

Cantamos cuando estamos seguros, cuando tenemos miedo, cuando festejamos, cuando agradecemos.

Cantamos porque la poética nos permite decir mucho más que lo que las palabras y los sintagmas nos ofrecen.

Porque se escucha la emoción y se moviliza una acción.

Y nuestras vidas individuales también están signadas por ese arrullo con el que nos hacían dormir, o la plegaria que- tantas veces sin entender su texto- de sólo escucharla nos conmueve hasta las lágrimas.

También cantamos la desilusión, la tragedia, la pérdida.

Los poemas más profundos se escriben en momentos de angustia, ya que usan el pequeño espacio que nos queda para respirar para dejar volar esas palabras que dicen lo que no sabemos cómo expresar de otro modo.

A Moshé le pasa lo mismo.

Se está muriendo. Pone a los cielos y a la tierra como testigos.

La tierra, dicen nuestros sabios, representa a los seres humanos y sus tránsitos por la historia. Y el cielo, representado por los ángeles, es aquella aspiración intacta que tiene que ver con seguir creyendo que hay algo más que una vida material y terrenal en línea recta en la que poco se puede aspirar.

Y si bien están viviendo un momento ideal como pueblo, a instantes de entrar a la tierra, sabe que la historia tiene sus sombras, que caerán en el error, que sufrirán, pero asegura que Dios los protegerá, de todos modos.

Es tan difícil lo que tiene que comunicar que creo que no encontró otro modo que el de decirlo en poesía.

Estamos a pocos días de comenzar el día más sagrado del año; Yom Hakipurím. Y pasaremos horas con un libro en la mano, plagado de palabras escritas desde las entrañas de poetas litúrgicos, que reconocen errores, que toman conciencia de la fragilidad humana, que se permiten decir de sus equivocaciones, que ruegan por sus vidas, que se animan a pedir por su sostén, por su paz, por su tranquilidad.

Las palabras de los paytanim – autores de las plegarias del majzor – son eso; palabras que nos necesitan a nosotros de testigos, para hacer un puente entre la vida concreta de la tierra y nuestros sueños en el cielo. Rezos que lo único nos piden es que no los repitamos porque es un deber, sino que los alojemos, en sus ritmos, cadencias, rimas y vibraciones, para que las palabras se hagan nuestras, y podamos, a pesar de recorrer en nuestro interior imágenes y situaciones que no nos dan orgullo, sentir, como lo hizo Moshé, que estaremos bien, inscritos en poesía en el libro de la vida, una vida que se canta y se baila, cuando la hacemos nuestra.

A minutos de tomar las plegarias del Majzor, hagamos un compromiso: no dar todo por sentado; no venir a escuchar “lo que se dice todos los años”. Los poemas tienen el encanto de no ocupar toda la hoja. Los versos encolumnados nos regalan márgenes y vacíos que están esperando ser respirados por nosotros. Hagamos de la poesía nuestro ritmo interior para encontrar esa parte de la vida que sólo será dicha en verso.

Así nos preparamos para entrar a Yom Hakipurím y a todo este año que nos espera y que tanta armonía necesita.

No sucumbamos a la prosa que nos ahoga.

Respiremos poesía.

Yaalé tajanunenu meerev

“Que nuestras súplicas asciendan al atardecer
nuestras súplicas llegan ante Ti por la mañana;
y sea recibida nuestra oración hasta la tarde.
Que nuestra voz ascienda al atardecer;
nuestra justicia venga [ante Ti] por la mañana;

y nuestra oración por la redención sea aceptada favorablemente hasta el anochecer…”

Shabat Shalom

Gmar Jatimá Tová,

Rabina Silvina Chemen