Probablemente este año sea el más difícil para comentar parashat Devarim. A dos días del 7 de agosto en el que se cumplieron 10 interminables y fatídicos meses del 7 de octubre y a dos días de Tishá beAv, el día de duelo signado en el calendario para evocar las tragedias que golpearon a nuestro pueblo, y bajo la amenaza de un ataque feroz contra la tierra de Israel, es complejo no sumirse en una narrativa de desconsuelo absoluto.
¿Tenemos derecho al desconsuelo, al miedo, a la confusión, a no saber vivir este tiempo de tanto dolor?
Al menos yo me doy ese permiso. De no maquillar la herida con frases hechas. De no buscar respuestas simplistas. Necesitamos bucear en lo profundo para entender cómo seguimos y hacia dónde.
Quizás Moshé hoy, en el comienzo de este nuevo libro nos ayude a ubicarnos en este escenario- lamentablemente no inédito- en la historia de nuestro tiempo.
Cuántas veces leímos Meguilat Eijá- el rollo de las Lamentaciones el día 9 de av, sentados en el piso, escuchando la voz desesperada del profeta Jeremías ente la destrucción del Beit Hamikdash. Cuántas veces estudiamos las atrocidades de la inquisición. Cuántas veces escuchamos los descarnados testimonios de los sobrevivientes de la Shoá.
Hoy todas esas voces se actualizan en esta herida que revive en carne propia esta matriz que nos acompaña como pueblo.
Hoy no quiero encontrar sus causa. Me propongo encontrar palabras que nos ayuden a pensar un horizonte.
El final del libro de Bemidbar lo deja a Moshé en un panorama sin salida. Si no hubiera habido un quinto libro de la Torá, podríamos concluir que la vida de Moshé fue un verdadero fracaso. Quienes fueron liberados de Egipto fueron condenados a morir en el desierto. Él no podrá entrar a esa tierra por la cual dio su vida, ante Dios y ante el pueblo. Sus hermanos y sostén de su misión ya murieron; Miriam y Aharón no están más a su lado. Cuarenta años caminando con un pueblo de insaciables demandas. Por orden de Dios ya nombró a su sucesor, Yehoshúa bin Nun. ¿Qué le queda a esta hombre sino mirar hacia atrás su historia, sentirse desdichado y esperar su final?
Y aquí llega su lección magistral de vida.
El libro de Devarím.
“Estas son las palabras que pronunció Moshé…” (Devarím- Deuteronomio 1:1)
Moshé decide construir una narrativa de lo vivido. Un testimonio que revisa cada paso, lo resignifica, le da valor, lo transforma en memoria por generaciones. No es un relato de los hechos. Es la recuperación del sentido, de sus aprendizajes y por eso encontraremos diferencias entre los sucesos en el momento en el que ocurrieron y este libro; la narrativa de un legado.
Y con todos los obstáculos, los sinsabores, los tropiezos y las frustraciones, nos enseña a no darnos por vencidos.
“Ele hadevarím- éstas son las palabras”; Moshé habla por primera vez por sí sólo. Sin esperar que Dios le indique. Lo vivido le da la autoridad suficiente para tener palabra, pensamiento y mensaje propio.
Un mensaje que tiene que traspasar la perplejidad y el temor. Un discurso que los ayude a fortalecerse y a descubrir más allá de la polvareda del desierto que a veces nubla la mirada, una visión trascendente. ¿Habrá algo por lo cual vivir detrás del río Jordán?
Y la misma pregunta se sucedió por generaciones:
¿Habrá algo por lo cual vivir después de las inquisiciones, expulsiones, pogroms, holocaustos y ataques terroristas?
Ésta es la pregunta que nos mantendrá firmes en nuestra búsqueda; que jamás será la resignación y mucho menos la victimización.
¿Cuáles son las palabras- “ele hadevarím” que nos permitan redimirnos de este eterno tishá beav?
Moshé nos enseña en el comienzo de este libro que para entrar a la nueva tierra y al nuevo tiempo, hay que recordar las viejas historias.
Moshé comienza un largo discurso en el que va a pasar por todas las situaciones vividas en la travesía por el desierto y va a recordar las leyes con las que van a vivir en la tierra de Israel. Al comienzo del primer capítulo de Devarím recuerda el momento en el que le pide a Dios que lo ayude a liderar y gobernar sobre un pueblo tan numeroso. Fue allí donde Dios le ordena poner ancianos sabios que se erijan en jueces para que puedan acompañar a Moshé en su tarea. En ese relato oímos a Moshé decir
אֵיכָה אֶשָּׂא, לְבַדִּי, טָרְחֲכֶם וּמַשַּׂאֲכֶם, וְרִיבְכֶם.
«¡Cómo (Eijá) podré yo solo soportar vuestra molestia, vuestra carga y vuestras peleas!» Devarím – Deuteronomio 1:12
Un versículo que comienza con la misma palabra que da nombre al libro que leemos en Tishá beav; Eijá- Lamentaciones.
אֵיכָה, Eijá, que en su traducción literal alude a la pregunta “¿Cómo?, “¿De qué manera?”, “¿Cómo puede ser posible?
El libro de Eijá, comienza también con una pregunta, la del profeta que no encuentra consuelo a la destrucción de la ciudad, morada de Dios:
אֵיכָה יָשְׁבָה בָדָד, הָעִיר רַבָּתִי עָם–הָיְתָה, כְּאַלְמָנָה…
“¡Cómo (Eijá) ha quedado desolada la ciudad de muchos habitantes, la grande entre las naciones se ha vuelto como viuda…!” Eijá – Lamentaciones 1:1
Este año estas dos preguntas “eijá” revisten para mí un significado diferente.
Moshé se preguntaba acerca de cómo poder soportar las peleas, confrontaciones y traiciones entre los miembros de su pueblo. Y Jeremías se preguntaba sobre cómo fue posible haber llegado a semejante devastación.
Y es esto lo que estamos viviendo. Con mucho pesar. Lo tenemos que decir. Después los estragos del 7 de octubre y las consecuencias de esta guerra eterna, mirando los rostros ya sin lágrimas de los familiares de los secuestrados, y las familias que entierran a sus hijos por doquier, nos preguntamos “Eijá”. Por lo que nos hicieron y por lo que estamos haciendo con lo que nos hicieron. ¿Eijá, cómo elaborar las imágenes del horror sin aún no se vislumbra una salida? Pero también ¿Eijá, ¿cómo sostenernos cuando somos testigos de fracturas internas, de intereses personales que dividen a la sociedad y la debilitan? ¿Eijá? ¿Cómo?
La respuesta la dará Moshé en este mismo libro, luego de recorrer minuciosamente cada momento de la travesía, nos dirá:
“He aquí que pongo hoy delante de ti… la vida y el bien, la muerte y el mal” (Devarím – Deuteronomio 30:15 ).
Delante de nosotros se nos ha puesto la paradoja, la muerte, el mal radical, el ensañamiento y el odio, al mismo tiempo registramos y valoramos la vida que nos rodea, los buenos gestos, la solidaridad y el amor que nos circunda. Delante de nosotros, todo el espectro del potencial humano. Y un solo pedido. ELEGIR LA VIDA.
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; elige, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;” (Devarím – Deuteronomio 30:19)
Elegir la vida, los trazos de vida, la defensa de la vida. Elegir vivir a pesar de las caídas. Elegir luchar por la dignidad de la vida. Elegir denunciar a quien profane la vida. Elegir amar a pesar del odio. Elegir creer a pesar del sinsentido. Elegir caminar en lugar de encerrarnos. Elegir educar en la esperanza y en la libertad. Elegir la política que nos salve de la contienda salvaje. Elegir la humanidad por sobre la venganza. Elegir la vida para poder seguir viviendo, como un acto de resistencia a los cultores de la muerte.
Vamos a vivir este próximo Tishá beav, escuchando la letanía de las melodías de la meguilá, mezclada con los sollozos de generaciones que vienen preguntándose “Eijá”, “¿Cómo puede ser? Y les contestaremos con nuestra voz: “Ele hadevarím”- éstas son nuestras palabras; que nadie robará de nuestras bocas: elegimos la vida, los consensos, los acuerdos, la dignidad, la libertad y la paz. La paz, que es uno de los nombres que tiene la vida.
Rabina Silvina Chemen .
