Esta semana leemos las dos últimas parashot del enigmático libro de Vaikrá. Y su final, en Bejukotai, no nos permite relajarnos, más bien nos confronta con el desafío de superar la barrera de lo que nos irrita para descubrir la profundidad de su mensaje simbólico.
¿Por qué esta introducción? Porque el comienzo de la parashá desarrolla un tema que, para quienes somos creyentes se presenta como un dilema.
אִם–בְּחֻקֹּתַי, תֵּלֵכוּ; וְאֶת–מִצְוֹתַי תִּשְׁמְרוּ, וַעֲשִׂיתֶם אֹתָם. וְנָתַתִּי גִשְׁמֵיכֶם, בְּעִתָּם; וְנָתְנָה הָאָרֶץ יְבוּלָהּ, וְעֵץ הַשָּׂדֶה יִתֵּן פִּרְיוֹ … , וִישַׁבְתֶּם לָבֶטַח בְּאַרְצְכֶם.
“Si andan en mis estatutos y guardan mis mandamientos y los ponen en obra, les proveeré de lluvia a tiempo y la tierra cargará sus cosechas y los árboles darán frutos… Y vivirán seguros en la tierra…” Vaikrá-Levítico 26:3, 4, 5
Así comienza nuestro texto.
Si van a cuidar el pacto y van a cumplir con mis leyes –estaría diciendo Dios– entonces van a tener recompensas. Van a tener sustento generoso y seguridad en la tierra.
Y vivirán seguros en la tierra… que leído hoy en tiempos de pandemia e incertidumbre nos hace volver a preguntarnos tantas cosas…
Pero inmediatamente se despliega la contracara de esta bendición:
וְאִם–לֹא תִשְׁמְעוּ, לִי; וְלֹא תַעֲשׂוּ, אֵת כָּל–הַמִּצְוֹת הָאֵלֶּה… וּזְרַעְתֶּם לָרִיק זַרְעֲכֶם, וַאֲכָלֻהוּ אֹיְבֵיכֶם. וְנָתַתִּי וְנַסְתֶּם וְאֵין–רֹדֵף אֶתְכֶם.
“Pero si no escuchan y no observan estas leyes… Plantarán sus productos en vano, porque sus enemigos los consumirán… escaparás aunque nadie te esté persiguiendo…” Vaikrá- Levítico 26:14-17
Si no cumplen – estaría diciendo el texto – Dios castiga y Uds. sufren. Y a partir de allí podemos encontrar una enumeración de maldiciones que son insoportables a la lectura.
Lo que más irrita es la pregunta que a esta altura todos deben estar haciéndose: ¿Es acaso garantía el cumplimiento de las leyes de la Torá como para que nos vaya bien? ¿Acaso la gente que sufre o quienes han pasado por tragedias son merecedores de ello como castigo a su incumplimiento?¿No conocemos gente corrupta que le va mejor que a mucha gente honesta? ¿No está este pensamiento en el de aquellos fanáticos que justifican las atrocidades de la Shoá como un castigo por el incumpliendo de mitzvot? ¿Cómo soportar la ilógica de premios y castigos?
Necesito desenojarme porque acá hay algo más.
Que no creo que venga del cielo, ni que sea una consecuencia por la obediencia o desobediencia de las leyes bíblicas…
Y lo que me doy cuenta es que el resultado de la vida que se elige vivir se dirime entre la redención y el exilio.
En nuestra primera cita, la recompensa es “y vivirán seguros en la tierra”, y en la segunda, el castigo sería: “escaparás aunque nadie te esté persiguiendo…”
Aquí creo que está el mensaje.
La Parashá deja ver que las elecciones siempre nos presentan dos caminos posibles que arrojan sendos resultados. “Si van a andar en mis leyes” o si hacen oídos sordos a lo que se supone nos lleva a una vida digna, es una decisión de cada uno.
Si elegimos la opción ligada al respeto por uno y por el prójimo, a acceder al sustento de manera justa, si elegimos la equidad, la solidaridad, la alegría, el amor, la verdad, el cuidado del planeta, entonces, nos sentiremos afianzados en nuestras tierras. A eso se lo llama redención. Podremos habitar nuestros espacios con la sensación de merecerlos, con la convicción de haber trabajado correctamente para disfrutar lo que vivimos. Redención es el estado interno de sanación y tranquilidad en el que uno descansa en la paz de haberse procurado lo que le hace bien a uno y a los demás.
Por otro lado, cuando lo que se elige es el otro camino; el de la mentira, la indiferencia, la relatividad, la apariencia, la crueldad, el egoísmo, el desamor, la falta de cuidado a uno y al prójimo, la explotación, la manipulación, entonces, aunque habites en grandes fortalezas la sensación interna será la del exilio. Vivirás escapándote, porque no tienes lugar en tus espacios. Lo que se consigue mediante argucias, difícilmente se disfruta, lo que no se puede contar, tampoco está dado para compartir con nadie…
En español, la palabra exilio, etimológicamente significa “sacado de su suelo” del latín exsul, sacado de y de solum, suelo. Entre los griegos, el término equivalente era ostrakismós, origen de la palabra ostracismo o aislamiento.
Y creo que ésta es la sensación única, inédita, que percibimos todos. Estamos exiliados en nuestras propias casas, exiliados hasta de los modos que creíamos que nos habitaban. Sentimos nostalgia por la vida que teníamos antes, quizás a veces, hasta un poco idealizada. Estamos afuera de todo, estando adentro.
Y vuelvo a la definición de “castigo” del final del libro de Vaikrá:
… Plantarán sus productos en vano, porque sus enemigos los consumirán… escaparás aunque nadie te esté persiguiendo…”
Una de las consecuencias de haber plantado nuestros productos en vano, de plantar solo para nosotros, de darle todo al mejor postor y no a también a quien lo necesitaba, nos sacó de nuestra tierra.
Así como la cultura de la sospecha y la falta de confianza, aquella que nos hizo dejar de creer en la palabra, en la buena intención, en la honradez porque todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario (¿era al revés, verdad?), nos sacó de la tierra.
Quizás sin haberlo notado, vivimos en el exilio de nosotros mismos todo este tiempo. Y fuimos “enviados” por un minúsculo e imperceptible organismo, dentro de nosotros mismos para redimirnos.
Y que volvamos a generar lazos de interdependencia y cuidado.
Y que recuperemos el valor de estar con los nuestros.
Y nos ocupemos de mirarnos dentro de un tejido social que nos necesita a todos bien.
En la Edad Media Dante Alighieri describió que la suerte del exiliado era como “sentir un sabor amargo, la boca llena de pan de extraños y conocer cuán duro es el camino de subir y bajar por escalera ajena”.
Quizás porque intentamos subir escaleras ajenas, posiciones que no nos llevaban a ninguna parte, y elegíamos elevarnos allí donde no había nada interesante arriba, pretendiendo comer las migajas de otros.
Hoy comemos pan casero y las únicas escaleras que transitamos son las que están en casa, que nos muestran la mejor de las alturas: con quiénes contamos, quiénes tenemos al lado y quiénes somos nosotros verdaderamente.
La redención o el exilio son el resultado de la vida que elegimos.
No vienen del cielo, vienen de adentro.
Este ostracismo nos da la posibilidad de desandar el camino, volver al cruce de rutas y optar por tomar otro rumbo como humanidad. La redención no dependerá de un milagro, sino de las elecciones, pequeñas, cotidianas y trascendentes que hagamos por nosotros, por los que amamos y por cada uno de los habitantes de esta tierra, a partir de este momento.
Shabat Shalom
Rabina Silvina Chemen