PARASHAT VAYAKHEL: la fuerza del deseo

Final del libro de Shemot. Final desde el punto de vista bibliográfico que marca la culminación de un libro, pero la narrativa que continúa.

La temática sigue siendo como en parashiot anteriores, la construcción de los elementos de este Tabernáculo que luego dará origen al gran Templo de Jerusalem. Aunque, a decir verdad, yo leo estos pasajes no sólo como un compendio de arte decorativo sino como los mensajes sutiles acerca de lo que significa la génesis de un pueblo alrededor de valores sostenidos en la santidad. Cada objeto, cada forma hace visible, en lo concreto, un significado trascendente. Pero para encontrarlo deberemos detenernos en sus descripciones y detalles.

Hoy elijo quedarme con la pileta de cobre- kior nejoshet, una fuente de la cual los sacerdotes tomarían el agua para las abluciones antes de realizar sus tareas en nombre de todo el pueblo.

וַיַּעַשׂ, אֵת הַכִּיּוֹר נְחֹשֶׁת, וְאֵת, כַּנּוֹ נְחֹשֶׁת–בְּמַרְאֹת, הַצֹּבְאֹת, אֲשֶׁר צָבְאוּ, פֶּתַח אֹהֶל מוֹעֵד

“Hizo la fuente de cobre y su soporte de cobre, de los espejos de las mujeres que realizaban tareas a la entrada de la Tienda de Reunión.” Shemot- Éxodo 38:8

La primera pregunta que aparece es por qué se indica de dónde vino el material para este objeto ritual, dado que en ningún otro se indica quiénes lo habrían donado.

En este caso, esta fuente viene de los espejos de las mujeres y de allí se suscitaron varias interpretaciones.

Por ejemplo, Ibn Ezra (s.XII) explica:

“Los espejos de las mujeres que realizaban tareas… [esto] puede referirse a las mujeres que venían regularmente a orar en la tienda y a estudiar los mandamientos. Habían abandonado todas las vanidades del mundo; por eso renunciaron a sus espejos, que ya no necesitaban. Porque ordinariamente las mujeres no tienen otra ocupación que la de embellecerse el rostro cada mañana en espejos de cobre o de cristal, y arreglarse los sombreros.”

Es una de las interpretaciones más comunes; ligar a lo femenino con la vanidad y la belleza espuria y felicitar a aquellas que se resisten a tamaño flagelo. No me convence. (Mis disculpas con el sabio Ibn Ezra… pero no siempre tenemos que estar de acuerdo.)

Sigamos buscando. Unos versículos más adelante en el capítulo 38, cuando comienza la parashá que leeremos la semana siguiente, Pekudei, haciendo el recuento de los materiales usados se vuelve a nombrar el cobre- nejoshet pero de  este modoוּנְחֹשֶׁת הַתְּנוּפָה “nejoshet hatenufá”. Y el Midrash Tanjuma (s.XVIIIo XIX) lo toma para dejarnos una enseñanza.

“Estas son las cuentas del tabernáculo… y el cobre de la ofrenda” (Éxodo 38:21, 29). El cobre de la ofrenda (tenufá) se refiere a los vasos de cobre que se dan a una novia, pues en griego llaman a la novia nymphé. Un juego de palabras: tenufá («ofrenda») y nymphé (» una novia griega»). Y esto refiere a que mientras los israelitas estaban haciendo ladrillos en Egipto, Faraón decretó que no debían dormir en casa para que no tuvieran relaciones sexuales con sus esposas. Rabí Shimon ben Halafta dijo: ¿Qué hicieron las mujeres israelitas? Iban al Nilo a sacar agua, y el Santo, bendito sea Dios, llenaba sus cántaros de pececitos. Los peces pequeños despiertan el deseo sexual (como está escrito en el Talmud, tratado de Berajot 40a). Ellas (vendían un poco), cocinaban y preparaban (el pescado), y compraban un poco de vino (con el producto de la venta), y luego se lo traían a sus maridos en los campos… Mientras los hombres comían y bebían, las mujeres sacaban sus espejos y se miraban en ellos con sus maridos. Decían: “soy más atractiva que tú”, y los hombres respondían: “soy más atractivo que tú”. De esa manera despertarían sus deseos sexuales y serían fecundos y multiplicados. El Santo, bendito sea Dios, los hacía concebir en el acto…

Cuando el Santo, bendito sea Dios, le dijo a Moshé que construyera el Tabernáculo, todos los israelitas trajeron sus contribuciones. Unos trajeron plata, otros trajeron oro o cobre o piedras de ónix o piedras sin engarzar. Trajeron todo con entusiasmo. Las mujeres se preguntaron: «¿Qué aporte podemos hacer al Santuario?» Se levantaron, tomaron sus espejos y se los llevaron a Moshé.

Cuando Moshé los vio, se enojó con ellas. Dijo a los israelitas: «Tomen sus bastones y golpéenlas en los hombros. ¿Para qué sirven estos espejos?»

El Santo, bendito sea Dios, llamó a Moshé: «Moshé, ¿las maltratas por esto? Estos mismos espejos crearon multitudes en Egipto. Tómalos y haz una fuente de cobre y su base para los sacerdotes, que ellos pueden santificar a los sacerdotes de ella”, como está dicho: “E hizo la fuente de cobre, y su base de cobre, de los espejos de las sirvientas que servían” (Shmot- Éxodo 38:8), porque ellas habían engendrado a tantos. …”

Expliquemos un poco todo lo que acabamos de leer.

Los espejos tienen una historia que no tiene que ver con el estereotipo denigratorio de la mujer y su empecinamiento por la banalidad de la belleza, sino con el deseo.

Un deseo que se impone ante las órdenes de cualquier dictador. Una pulsión vital que las hizo sobreponerse al miedo y no doblegarse ante un plan macabro; acabar con el pueblo hebreo, aprovechar la fuerza esclava de los varones hasta diezmarlos, dejarlas fuera de la historia, prohibir sus relaciones sexuales, inmiscuirse en la intimidad de las familias. No lo iban a permitir

La palabra tenufá (ofrenda) asociada al vocablo griego nymphé (novia) les permite a los sabios del Midrash desarrollar otra perspectiva respecto del rol de las mujeres tiempos de esclavitud.

Los espejos fueron parte de un juego amoroso, cuidadoso de no abandonar los espacios placenteros, de familia, de amor, de vida. Una buena comida, un momento de humanidad ante la deshumanización del trabajo esclavo. Un momento de protección que les permitiría seguir eligiendo la vida en un sistema de producción hasta la muerte.

Cuando estas mujeres le acercan a Moshé lo mejor que tenían para dar; esos espejos que hicieron que las familias en Egipto siguieran multiplicándose (de hecho, él mismo nació gracias a este gesto de rebeldía), se enoja. No quiere aceptarles un material que él considera superfluo y ofensivo.

Es el mismo Dios el que corrige su visión. Gracias a esos espejos nuestro pueblo no se debilitó ni desapareció de la faz de la tierra como pretendía el Faraón y es por ello que los sacerdotes para santificarse antes de cada ofrenda deberán usar el agua que está contenida en una fuente que es símbolo de resistencia y convicción.

Y ésta es la propuesta: Santificarnos todos los días antes de emprender nuestras tareas abrazados por las manos y las acciones de todos aquellos y aquellas que nos parieron a fuerza de lucha, de convicciones férreas, oponiéndose a ocupar lugares que debiliten la dignidad.

Somos pueblo gracias a que esos espejos los rescataron de la tortura y el infortunio.

Somos pueblo porque la vida le ganó al miedo.

Somos pueblo porque ningún sistema nos puede robar las ganas de amar.

Somos pueblo porque hubo osadía y coraje.

En esas aguas nos lavaremos todos los días para enfrentar la vida con ese mensaje.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.