Estamos transitando las dos parashot que para mí, son las más difíciles de abordar del libro de Shemot, dado que describen la antesala de la salida de centurias de esclavitud y torturas como una larga saga de ensañamientos y trucos, con plagas interminables que azotaron a la tierra de Egipto.
Dios aparece en la historia- fenómeno que aún tantos reclaman como si fuera un espectador que decide cuándo entrar en escena más allá de lo que hagamos nosotros – pero aún no es significativo ni para la autoridad egipcia ni para los mismos hebreos que, de tanto golpe, tienen herida su capacidad de creer.
Hay que instalar a Dios en la escena (y no es una herejía lo que digo) y para eso se necesitaron algunos recursos.
Y entiéndase que al hablar de “ellos”, también pienso en “nosotros” y nuestras débiles maneras de sostener lo que llamamos fe.
En nuestra parashá, Moshe y Aharón se enfrentan a los magos egipcios en el desafío de convertir un bastón en una serpiente. ¿Cuál es el propósito de esta prueba?
Recordemos que en la parashá de la semana pasada se le había ordenado a Moshe que realizara signos ante los hijos de Israel como convertir el bastón en una serpiente, hacer que su mano se llene de llagas y convertir el agua en sangre. Y ¿cómo explicaba este “prueba empírica de la existencia de un Dios que hace maravillas?
“Para que crean que el Señor Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, el Dios de Itzjak y el Dios de Iaakov, se te ha aparecido”. Shemot 4:5.
Me preocupa que para tener fe necesitemos señales concretas, comprobaciones “efectistas” para dar cuenta de una experiencia suprema, trascendente, más allá de nuestro entendimiento.
Rambam, Maimónides, en Yesodei haTorah, 8: 1, entiende que la fe que surge a través de las señales no es completa ni incondicional, “… quien cree sobre la base de las señales tiene una deficiencia en su corazón, ya que una señal puede realizarse mediante encantamiento o hechicería. Más bien, todas las señales que Moshé realizó en el desierto fueron hechas por necesidad, no para traer pruebas de su profecía. Era necesario ahogar a los egipcios… y también a todos los demás signos. ¿Sobre qué, entonces, creyeron en él? Por la revelación en el Sinaí, donde nuestros ojos vieron y no los de un extraño, y nuestros oídos oyeron, y ningún otro.”
No discutiré con Maimónides, pero entiendo que algo debe justificar en esta actitud de necesitar encantamiento para poder creer. Por supuesto que dirá que la verdadera fe se asentó en la experiencia del Monte Sinaí.
El mismo Aharón realiza señales ante el pueblo. Las señales son efectivas y la gente cree.
“Y habló Aharón acerca de todas las cosas que Adonai había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo. Y el pueblo creyó; y oyendo que Adonai había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.” Shemot 4:30-31.
Hasta acá el proceso iniciático de fe del pueblo de Israel descripto en la parashá pasada pero que durará mucho tiempo ya que en nuestra parashá leeremos (Shemot 6: 9), «No escucharon a Moshé, por angustia de espíritu y trabajo duro».
No sólo el pueblo buscaba señales, sino que en esta parashá Moshé y Aharón deberán producir un hecho “mágico” ante el faraón para demostrar la existencia del Dios de Israel.
“El Señor les dijo a Moshe y a Aharón, diciendo: Cuando el Faraón les hable y les diga: «Den alguna señal para ustedes mismos», entonces dirán a Aharón: «Toma tu cayado y échalo delante del Faraón; se convertirá en serpiente». Entonces Moshe y Aharón vinieron a Faraón y lo hicieron, como el Señor les había mandado, y Aharón arrojó su vara ante Faraón y ante sus siervos, y se convirtió en una serpiente. Entonces Faraón también llamó a los magos y magos, y ellos también hicieron lo mismo con sus artes secretas. Cada uno arrojó su bastón y se convirtieron en serpientes, pero el bastón de Aharón se tragó sus bastones. Pero el corazón de Faraón se endureció y no los escuchó, como el Señor lo había dicho”. (Shemot 7:8-13)
¿Acaso el hecho de que Aharón sea un «mago» un poco más talentoso y exitoso que los magos egipcios es razón suficiente para creer en Dios y en Moshé? De hecho la respuesta es no, porque el corazón del faraón no los escuchó…
Quizás nos quedamos con una lectura espectacular del evento más que con su mensaje. No es cualquier acto de magia, no es cualquier símbolo el que están poniendo en juego delante del faraón.
Estamos hablando de signos que aclaran el verdadero poder de la serpiente. Muestran que este pueblo que parece un palo seco y lamentable, está destinado a convertirse en un ser vivo, y en uno capaz de enfrentarse al Faraón, representado por la serpiente (símbolo del imperio egipcio). Luego el bastón de Aharón se tragará el bastón de los egipcios. La arrogancia de la serpiente se romperá y va a ser este pequeño pueblo diezmado quien lo conseguirá. La clara y poderosa sensación de seguridad en el presente de abundancia, de gobierno, y poder se puede revertir en un momento; se puede tragar y desaparecer.
Y aunque el raciocinio indique que esto no es posible, la presencia divina en esta escena nos deja como mensaje que la fuerza proviene de otro lado, que lo que parece todopoderoso puede ser pasajero si uno está sostenido en otra fortaleza.
Volviendo a nuestro pueblo, quizás las señales no vinieron a probar la existencia de Dios sino a alentarlos con su mensaje, el bastón inanimado- representando a ellos mismos sin perspectivas de vida- iba a renacer, la mano enferma – como todas sus manos maltrechas- sanaría, y el agua que los egipcios les escatimaban, se les iba a venir en su contra, transformándose en la señal de la muerte, como lo es la sangre.
Nosotros sabemos cómo sigue la historia. Cuánto les costó creer, confiar, dejarse llevar; cuánto exigieron pruebas concretas, cuánto se desilusionaron y flaquearon, y por qué no, cuánto sufrieron…
A veces siento que este tiempo del mundo, en el que todo está visibilizado al extremo, en el que, si no tenemos la imagen, la palabra ya no es suficiente, nos vuelve a ese momento de esclavitud y encierro de la ilusión, el asombro y la posibilidad de creer. Nos hemos vuelto sospechosos de todo, y el primer pensamiento que nos aflora es siempre de descrédito. Exigimos pruebas espectaculares, les creemos a los hechiceros de turno, nos embelesamos con las propuestas de luces de colores, que cuando se apagan nos dejan en un secreto vacío… Compramos rápido, en masa, y casi casi no conocemos los deseos de nuestro corazón, las miradas que podríamos desarrollar más allá del efecto y la comprobación. Nos alejamos del misterio y buscamos faraones, moshés o aharones que actúen para nosotros en nombre de un falso supremo. Nos estamos perdiendo la oportunidad de saborear la dulzura de lo que significa habitar una fe genuina, ésa que nos fortalece, nos cura, nos revive, y nos permite ponernos de pie más allá de las dificultades.
No hablo de la negación de la realidad. Para nada. Hablo de esta estructura humana que nos liga con el misterio, que nos hace extender la mirada más allá del límite o la cima momentánea. Hablo del pensamiento profundo sobre el sentido de la existencia y nuestra conexión con un propósito que nos haga abandonar la chatura a la que tantas veces somos seducidos.
Volvamos a comprender las señales como metáforas.
Recuperemos la comprensión de la belleza.
Démosle crédito a los sueños y a las dudas.
Hay mucho trabajo para hacer antes de salir de Egipto.
Tenemos mucho que revisar para decir fehacientemente que somos libres.
¡Shabat Shalom y Jodesh tov!
Rabina Silvina Chemen