Parashat Pinjás está compuesta de varias escenas, aparentemente inconexas a las que hoy intentará hilvanar a partir de algunas reflexiones.
La historia comienza cuando Dios establece un pacto de paz con Pinjás (pacto que significó el fin de una plaga que azotaba al pueblo) y con sus descendientes, otorgándole el sacerdocio eterno por haber demostrado – en el final de la parashá anterior- su celoso cumplimiento de la ley divina, matando al príncipe de la tribu de Shimón, Zimrí y a la princesa Midianita, Cozbí, a quienes habría encontrado realizando un acto impropio a la vista de todos.
Primera escena. Difícil de aceptar acríticamente: un líder religioso que asesina a dos personas, por estar haciendo algo contrario a la ley, en este caso, una relación sexual prohibida.
Luego, las hijas de Tzlofjad, cuyo padre ha fallecido, van a reclamar a Moshé por la injusticia de no permitírseles heredar la porción de tierra que le correspondería a su padre por el hecho de ser mujeres. No tienen marido y no tienen padre y la ley no las contempla. El final de esta historia es que Dios indica que se modifique la ley de otorgamiento de tierras en Israel y las hijas de Tzlofjad consiguen su cometido.
Segunda escena. Animarse a argumentar y defender sus derechos fue la herramienta más poderosa para modificar el status de las mujeres en la ley de Israel. El coraje y la capacidad de defender lo que creían justo hicieron que hasta el cielo les diera la razón.
En otro pasaje de la parashá, Dios le ordena a Moshé subir al monte Haavarim para que contemple la tierra prometida desde lo alto y le hace saber que su muerte está próxima.
Tercera escena. Moshé se para en la cima de la montaña y puede ver con sus ojos toda la tierra de Israel. No es lo que hubiera querido. Dios no lo dejará entrar a la tierra. Pero en ese monte, elevado, puede verlo todo. Se llevará en su retina la visión más completa de la tierra de Israel.
Y por último Dios le indica a Moshé que designe un líder para que lo suceda, y lleve a su pueblo a la tierra prometida. El elegido es Iehoshua Bin Nun. Moshé, delante de todo el pueblo posa sus manos sobre su cabeza y lo inviste en su responsabilidad de líder.
Cuarta escena. Moshé termina su mandato de la mejor manera; delante de todos, en un acto responsable y simbólico de legar el liderazgo a alguien que lo merezca como lo fue Iehoshúa, que siempre lo acompañó durante la travesía en el desierto. La ceremonia también es significante: וַיִּסְמֹךְ אֶת-יָדָיו עָלָיו. “Posó sus manos sobre él”. La palabra “posó- vaismoj” tiene la misma raíz que samjut– poder y smijá, confianza. El poder y la confianza son la cadena de transmisión y es lo que Ieshoshúa recibió como mandato.
Si pudiéramos resumir todos estos temas encontraríamos (o querríamos encontrar) una línea de desarrollo conceptual que creo que esta parashá intenta dejar en nosotros.
La actitud de Pinjás es irritante y controvertida. Él es el representante de Dios sobre la tierra. Y comprende que para lograr su cometido no debe haber reparos. Toma su lanza y asesina. El fin que justifica cualquier medio es lo que lleva al fanatismo, la sinrazón y la destrucción. Los medios por los que se consiguen los objetivos son parte del objetivo; no nos engañemos.
Y me parece que por eso, la actitud de las hijas de Tzlofjad, de llevar su voz hasta los mandos más altos del pueblo, de provocar reflexión sobre una situación de injusticia y de defender sus derechos con firmeza y dignidad hizo que Dios mismo le pidiera a Moshé que cambie la ley. Un objetivo casi imposible; lograr el derecho de la mujer a la tierra, en esa época se consiguió por la calidad y la contundencia del pedido de estas cinco mujeres. Que no le temieron a nada pero que no necesitaron la destrucción de nadie para lograr lo que consideraban justo.
Y luego lo vemos a Moshé allá en lo alto. Su última lección para todos. La historia no siempre es como queremos, como la querríamos para nosotros, sin embargo, cuando uno sube un escalón y se atreve a mirar desde allí, desde una posición más elevada, se da cuenta que el fin último no es el pequeño episodio, una contienda particular, una situación aislada, sino que hay una mirada más global de una tierra, una historia, que es más que el momento actual y el evento presente. Que es mucho más que una reacción violenta, que un ajusticiamiento parcial. Que es mucho más que lo que nosotros duremos en esta tierra. Hay un bosque detrás del árbol con el que a veces nosotros tapamos nuestra mirada. Hay un cielo detrás de ese pulgar que nos oculta la inmensidad. Hay más allá de nuestro territorio y de nuestro pequeño tiempo. Y para eso, la consigna es tener la capacidad de subir, de elevarnos para no perder de vista la dimensión de lo que queremos conseguir.
Y por último, no hay grupo, familia, pueblo que pueda acceder a ninguna realidad soñada si no tiene líderes, padres, maestros, gobernantes que cumplan con las dos condiciones que recibió Iehoshúa: la autoridad, la fuerza, el poder y la confianza, la capacidad de tener fe- con otros, de generar relaciones de unión, diálogo y seguridad espiritual entre quienes lideran y sus liderados.
Empezamos con Pinjás y terminamos con Iehoshúa. Y aprendimos de la firmeza de las hijas de Tzlofjad y de la madurez de una visión global de Moshé.
La historia nos está demandando este trayecto. En muchas circunstancias de nuestras vidas y de la historia del mundo, nos encontramos y a veces hasta somos Pinjas. Y matamos, destrozamos, desagarramos a quienes nos rodean, a quienes no son o no hacen “como nosotros”, a quienes se equivocan y no les damos oportunidad. El camino es utilizar la palabra, el argumento, animarse a defender nuestros ideales con justicia, claridad, respeto, convicción y tener una mirada superadora del pequeño episodio para saber que con cada decisión que tomamos estamos escribiendo una historia.
Posdata:
No puedo despedirme de este comentario sin compartir lo que siento respecto del fin de la plaga a la que se alude en el final de la parashá anterior.
וַיָּבֹא אַחַר אִישׁ-יִשְׂרָאֵל אֶל-הַקֻּבָּה, וַיִּדְקֹר אֶת-שְׁנֵיהֶם–אֵת אִישׁ יִשְׂרָאֵל, וְאֶת-הָאִשָּׁה אֶל-קֳבָתָהּ; וַתֵּעָצַר, הַמַּגֵּפָה, מֵעַל, בְּנֵי יִשְׂרָאֵל וַיִּהְיוּ, הַמֵּתִים בַּמַּגֵּפָה–אַרְבָּעָה וְעֶשְׂרִים, אָלֶף.
Fue (Pinjás el sacerdote) tras el hombre de Israel, entró en la alcoba y los traspasó a los dos, al hombre de Israel y a la mujer por su vientre. Y así cesó la plaga sobre los hijos de Israel. Los que murieron por la plaga fueron veinticuatro mil. (Bemidbar 25:8-9)
Empieza con fanatismo. Termina con liderazgo de confianza, pasando por un proceso de aprendizaje de lo que significa luchar por la justicia y una visión más amplia y generosa del propósito de nuestras vidas. La plaga y los números de muertos me llevan a las noticias diarias y a esta hecatombe mundial trasformada en pandemia. El fanatismo, el egoísmo y la explotación del planeta y sus habitantes nos hay traído hasta acá. Será necesario fortalecer los caminos de una justicia equitativa en la que nadie- y sobre todo las poblaciones o colectivos que quedan en las márgenes- quede sin derechos. Será imprescindible cambiar nuestra forma cortoplacista de mirar y elevar nuestra visión hacia un mundo en el que las generaciones que siguen sean parte de nuestro proyecto. Será vital desarrollar liderazgos cuya fortaleza sea sinónimo de confianza.
Y por último, todo esto tendrá sentido si no volvemos a eso que fuimos y nosotros mismos lideramos nuestras vidas confiando en nuestro prójimo, haciendo valer sus derechos tanto como los nuestros, trabajando por una sociedad más justa y denunciando cualquier atisbo de fanatismo.
Shabat shalóm,
Rabina Silvina Chemen