PARASHAT MISHPATIM: una crítica al aislamiento

Voy a comenzar el comentario de esta semana con un pasaje del Talmud, del tratado Bava Batra 7b. Ténganme paciencia, ya llegaremos a nuestro texto bíblico

La Mishná establece que los residentes de un patio pueden verse obligados por mayoría de votos a pagar la construcción de una puerta de entrada.

Así está escrito: “(Los residentes de un patio) pueden obligar (a cada habitante de ese patio) a (participar financieramente en) la construcción de una puerta de entrada y una puerta al patio (de propiedad conjunta). Rabán Shimon ben Gamliel (no está de acuerdo y) dice: No todos los patios requieren una puerta de entrada, (y cada patio debe considerarse por sí solo de acuerdo con sus necesidades específicas. De manera similar, los residentes de una ciudad) pueden obligar (a cada habitante de esa ciudad a contribuir a la) construcción de un muro, puertas dobles y un travesaño para la ciudad. Rabban Shimon ben Gamliel (no está de acuerdo) y dice: No todos los pueblos requieren un muro.

(N.T: entre paréntesis, los agregados necesarios para que la traducción literal del texto sea comprendida)

Rara vez comento pasajes talmúdicos sin embargo éste me parece de una riqueza inconmensurable. En primer lugar, porque en estos textos y sus disquisiciones puedo imaginar los espacios en los sabios que vivían y las preguntas que los motivaban a legislar sobre la vida real, cotidiana y llena de complejidades.

El punto acá es que si existen varias casas que tienen un patio en común, todos deberían pagar la suma necesaria para construir una puerta que cierre el espacio del patio y divida la propiedad privada del espacio público.  A lo que Shimón be Gamliel agrega que no todos los patios requieren una puerta de entrada por lo que no puede deducirse una especie de ley universal para todos los patios. Y si seguimos con el razonamiento talmúdico también puede inferirse una ley respecto de una ciudad entera. No es obligación para todas las ciudades el construir un muro y un portón a la ciudad. Y finalmente, nuestro sabio Shimón ben Gamliel dirá: “No todos los pueblos requieren un muro”.

En el sentido más estricto y en el más simbólico; tengamos a bien aprender que no todas las ciudades, las sociedades, los países requieren de un muro…

Pero vayamos un poco más allá. La Mishná relata una historia.

Había una vez un hombre piadoso que Eliahu el profeta visitaba regularmente. Cuando construyó una puerta de entrada, Eliahu dejó de visitarlo. Y el editor talmúdico se pregunta por qué. ¿Acaso no estaba reglado que se podía construir una puerta?

Rashi lo explica del siguiente modo. Eliahu se opuso a esa construcción, es decir, una puerta que bloquee el acceso de los que están afuera a la propiedad de cualquier persona porque: «es una barrera para los pobres, que gritan, pero sus voces no se escuchan».

Y ¿de dónde infiere esta interpretación? Porque en nuestra parashá también aparece el clamor/grito de los afligidos.

“Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos claman/gritan a mí, ciertamente oiré yo su clamor/su grito.” Shemot (Éxodo) 22:21-23

Y ahora juntemos todo.

Una discusión de una puerta que cierra un patio interior.

Eliahu el profeta que deja de visitar a un hombre piadoso por construir una puerta.

Y la prescripción, más bien, el pedido de la Torá en esta parashá, de no cerrar nuestros oídos al clamor de los que lo necesitan. En el lenguaje bíblico son los extranjeros, las viudas, los huérfanos. En nuestro tiempo son los desclasados, los desplazados, los olvidados, los que nunca llegan, los que no tienen ya nada que perder.

Las puertas que construimos para quedarnos del lado de adentro son muchas veces la indiferencia, el descrédito de que en algo podemos colaborar. La sordera espiritual de una humanidad que ha aprendido a creer que se salva si se encierra, si se basta a sí misma.

Cerramos las puertas cuando nuestro tiempo no se comparte, nuestras mesas excluyen; cuando el dolor de otros no nos interpela.

Cerramos la escucha, cerramos la conciencia, cerramos ese espacio tan vital que necesitamos por los demás y por nosotros mismos.

Eliahu, el profeta, aquél que la tradición judía eligió para ser el que anuncie la llegada del tiempo mesiánico nos enseña, con su gesto, que mientras levantemos muros, rejas, puertas que no nos permitan escuchar ni ver a los que quedaron fuera, ese tiempo sanado de armonía y paz está lejos de concretarse.

Y no hablo de seguridad urbana. Hablo de cerrazón del espíritu, de la falsa sensación de creer que nos salvamos si no nos implicamos con nada que tenga que ver más allá de nosotros.

Todas las leyes de parashat Mishpatim tienen que ver con el despertar a quien está “del otro lado” de nuestras propiedades. De refinar nuestra visión sensible hacia las realidades que negamos, por las que damos vuelta la cara para no cruzarla con la mirada.

“El mundo está repleto de picaportes quietos, pon atención y mira cuántas puertas hay cerradas alrededor”- canta el poeta Víctor Heredia. “Pero está en tu mano la ganzúa que liquide esta locura de sentirse prisioneros en un mundo donde el miedo deja que crezcan las puertas como coles en la huerta, torpes y ciegas.”

Una invitación a la escucha, a la apertura, a la confianza, a la posibilidad de que allá afuera hay mucho aún por hacer.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.