PARASHAT ITRÓ: No herirás

Parashat Itró es, por excelencia, la referencia a los Diez Mandamientos. La voz de Dios se hace presente ante los hijos de Israel y les regala la “carta magna” que los transforma en pueblo. Toda la escenificación es sorprendente y magnífica. Truenos, relámpagos, temblores, sonidos y el marco ético-legal que hace de un grupo de esclavos, una nación.

Si fuéramos los editores del texto, seguramente hubiéramos terminado la parashá en el clímax de esta descripción. Consternados por la revelación, cerraríamos la lectura de la Torá de esta semana.

Sin embargo, y no por un equívoco; los sabios que dividieron la Torá agregan unos versículos que aparentemente no aportarían demasiado a la escena gloriosa que hemos vivido. O sí. Veremos.

Me harás un altar de tierra, y sobre él ofrecerás tus holocaustos y tus sacrificios de comunión, tus ovejas y tus bueyes. Vendré y te bendeciré en cualquier lugar donde yo haga que se recuerde mi Nombre. Si me edificas un altar de piedra, no lo harás con piedras talladas, porque al trabajarlas con el hierro, las profanarás.” Shemot- Éxodo 20: 24-25

Samuel ben Meir, Rashbam (S. XI) trata de explicar por qué no tallar la piedra de este modo:

“…porque si fuera a construirlo con piedra labrada, es decir, con herramientas de metal, los artesanos tienen la costumbre de grabar imágenes, símbolos, etc. en estas superficies para conmemorarse a sí mismos o a sus deidades favoritas. Para evitar esto, te mando que no uses herramientas de metal que puedan hacer tales grabados.”

Podríamos inferir que a continuación de la prohibición de tener otros dioses y de hacer ningún tipo de imagen, esta disposición reforzaría este mandamiento.

Pero debe haber algo más.

Rashi- Rabi Shlomo Itsjaki (S. XI) lo explica de este otro modo:

las profanarás — Así puedes aprender que, si levantas tu herramienta de hierro sobre él, lo profanarás. La razón de esto, porque el altar se crea para alargar los días de las personas y el hierro se ha creado (uno de sus propósitos es) para acortar los días de las personas. No es correcto que un objeto que acorta la vida de una persona sea ser elevado por encima de lo que lo alarga (Mejilta, Midot 3:4)”.

Lo entiendo a Rashi cuando interpreta que no todo da lo mismo aún en los materiales de la construcción de un espacio sagrado. Hoy diríamos que no todos los medios son aptos para llegar a los fines, por más excelsos que sean. Que los procesos son también parte del objetivo.

Y nos vamos acercando en el tiempo, leyendo al Rabino Shimshon Refael Hirsch (S. XIX) que nos explica:

“El propósito del altar no es la destrucción de la vida, sino su edificación; la espada, el instrumento de fuerza y violencia, no recibe consagración en el altar judío. La construcción del altar se completa con la justicia y la humanidad, y es su regla, no la regla de la espada, lo que saldrá de él. Junto al altar de piedras se encuentra el Salón de Piedra (lishkat ha-gazit), la ciudadela eterna de la justicia de la Torá (la sede del tribunal del Sanedrín). No la espada sino el altar es el símbolo de la justicia judía.”

“La construcción del altar se completa con la justicia y la humanidad”. Me quedo con esta frase de cabecera. El altar, los rituales, la fe, las posiciones ideológicas, lo sagrado e innegociable para cada uno se completan con la justicia y la humanidad; el propósito más noble de todas nuestras elecciones. La ciudadela de la justicia en el antiguo Templo de Jerusalém era de piedra, quizás para evocar el mismo propósito del altar: allí donde se defiende la vida no podremos usar herramientas que provocan la muerte. No es la espada sino el altar, el símbolo de la justicia. Me emociona leerlo.

El erudito bíblico del siglo XX, Nahum Sarna, lo dirá claramente:

“Dicho de otra manera, significa que es ilegítimo promover fines espirituales por medios violentos.”

Es ilegítima la imposición de ideas religiosas por la fuerza. Es ilegítimo todo fundamentalismo, sea del color, la forma o la expresión que fuera.

Hasta acá la explicación de un altar construido en piedra en el que ningún metal sea parte de su elaboración. Pero tengo que volver a la pregunta inicial. ¿Por qué este texto sucede a los Diez Mandamientos?

El maravilloso escritor israelí Amos Oz, me va a ayudar a responder esta pregunta.

En su novela “Un descanso verdadero” escribe lo siguiente:

“Por eso he decidido que ahora, en mi nuevo cargo de secretario del kibbutz, me comportaré siguiendo el principio de la compasión. No seguiré hurgando en la herida. Para poner una nota más o menos religiosa diré que de los Diez Mandamientos de la Torá, junto con los otros preceptos antiguos y modernos, nacionales y sociales, sólo me ha quedado uno: Ya hay suficiente dolor a nuestro alrededor como para seguir hurgando en la herida. Si es posible, hay que mitigarlo y no echar más sal en las heridas abiertas. Es decir: «No hagas sufrir» (por cierto, tampoco a ti mismo. Si es posible).”

Y en su funeral, su hija Fania Oz-Salzberger evocaba su semblante de este modo:

“él hechizó la oscuridad para atraer el amor… [él] vivió toda su vida entrelazada en su amor por la tierra y este país. Mi papá decía: ‘Puedo destilar todos los edictos de moralidad, así como los 10 mandamientos a un solo mandamiento: No herirás. Eso es todo. Y si eso es imposible, al menos intenta herir lo menos. Tan poco como sea posible.”

Quizás sea ésta la conexión y la síntesis más profunda de toda la parashá y de todas las legalidades de nuestro ser pueblo. No herirás. No hacer sufrir en todas sus formas. Entonces se comprenden los mandamientos hacia los padres, hacia las parejas, hacia el prójimo, hacia los animales, hacia los que trabajan para ti, hacia ti mismo, tu cuerpo y tu descanso.

Cuando sientas que llegaste a la cima, como lo habrán experimentado los hijos de Israel después de su contacto con Dios, ocúpate de no hacer nada que hiera a nadie. Que ningún propósito sea conseguido con el dolor o la indiferencia hacia otros (un modo de herida silenciosa).

Me despido con una última frase de la hija del escritor que me conmovió por su simpleza y su hondura:

“Su día se resumía en esto: levantarse a las 4 de la mañana, dar un paseo y sentarse a no hacer daño.”

Sentarse a no hacer daño. La mejor manera de cumplir los Diez Mandamientos.

Shabat Shalom umevoraj,

Rabina Silvina Chemen