ZEVED HA’BAT: el regalo de una hija

La tradición de dar la bienvenida a una niña judía en la familia y la Comunidad es muy diferente a la ceremonia de los varones.

Las ceremonias para las hijas son relativamente nuevas, se llevan a cabo solo desde hace 40 años y no son practicadas por todas las familias. El hecho de que no exista una ceremonia para niñas similar al Brit Milá (la circunción para cumplir con el pacto de la Torá), se debe a que en diversas fuentes judías las mujeres son descritas como integrantes “completas” de la Alianza: si nacen de madre judía, nacen incluidas en el signo masculino del Pacto; algunas fuentes señalan al ciclo menstrual como su propio signo.

No obstante, el nacimiento de niñas también se considera un evento digno de celebración, cuyas manifestaciones han variado a través de los años y las comunidades, dando lugar a tradiciones específicas. Las ceremonias de las niñas se conocen con diversos nombres, simjat bat, brit bat y, el más común para nosotros: zeved ha’bat –regalo de una hija–, cuyo origen hace referencia a la matriarca Leáh, quien tras el nacimiento de Zebulun afirmó: «Zevedani Elokim oti zeved tov» (Me ha hecho D-os un buen regalo- Génesis, 30:20); este nombre, empleado para las ceremonias de las niñas recién nacidas es de origen sefaradí. En la tradición ashkenazí se llevaba a cabo una ceremonia denominada Holerkreish –palabra de origen incierto–, en la cual los niños de la familia y vecinos rodeaban la cesta donde se encontraba la niña, que era especialmente adornada, la levantaban tres veces preguntando en voz alta «¿Cuál será tu nombre?». Después se recitaban pasajes de la Torá y se anunciaba públicamente el nombre de la bebé, ofreciendo pasteles y bebidas.

A mediados del siglo XVII esta práctica comenzó a desaparecer, conservándose solamente en pequeños shtetlaj y áreas rurales. A pesar de la desaparición del Holerkreish, los judíos de ascendencia ashkenazí conservaron una tradición perdurable hasta nuestros días, la cual consiste en que el padre asista a la sinagoga al servicio de Shajarit del Shabat inmediato al nacimiento de la niña y reciba la aliya a la Torá. En la sinagoga se pronuncia un Mishebaraj, plegaria de recuperación y salud para la madre y la bebé; el nombre de la niña se proclama públicamente, declamando las palabras Avi ha’bat, “padre de la hija”.

En algunas congregaciones, siguiendo el rito sefaradí, se interpretan canciones tradicionales para dar la bienvenida a la bebé basadas en poemas sefaradím de los siglos XIV y XV, conocidos como pizmoním. Igual que con los niños, hay familias que eligen dar a la niña el nombre de alguna parienta a quien deseen honrar la memoria de la fallecida y que la niña llegue a emular en su vida las virtudes de esa persona. Asimismo, la costumbre de nombrar a la niña igual que alguna de sus antepasadas consanguíneas, la identifica con la historia de su familia y, por extensión, de su pueblo; enfatiza la pertenencia de la recién nacida a una larga cadena en la que, en ese momento, ella se convierte en el último eslabón para simbolizar la transferencia de la identidad judía a través del nacimiento, de madre a hija, de generación en generación.