YEHUDIT y Holofernes

Su nombre era Yehudit, o Judit. Era una joven viuda, la hija de Yojanán, el Sumo Sacerdote. Su ciudad estaba sitiada por el general greco-sirio Holofernes. Estaban matando a todo los pobladores judíos de hambre y los hombres estaban a punto de rendirse. Ella intentó detenerlos, diciéndoles que no se dieran por vencidos, que eran el pueblo de Dios y que debían tener fe.

Y eso no fue todo lo que ella hizo. Se escabulló a través de las paredes de la ciudad con una canasta de queso de cabra salado y vino, cubierta con un paño. Se acercó al campamento del enemigo y, utilizando sus «estrategias femeninas», entró a la mismísima tienda privada del general. Ella le ofreció el queso hecho en casa, el comió enérgicamente y se tomó todo el vino.

Yehudit esperó, y cuando el general ya estaba borracho, ella le arrebató su espada y le cortó la cabeza. Puso la sangrienta cabeza en su canasta, la cubrió con el paño y calmadamente salió de la tienda.

Al regresar a la ciudad, ella les mostró a los hombres la cabeza del general. Impactados, la exhibieron en la plaza de la ciudad para que todos la vieran. Después de superar la vergüenza (ya que esta joven viuda había actuado con valentía mientras ellos estaban listos para rendirse), los hombres fueron impulsados a la acción.

Yehudit les dijo que ahora era el momento de actuar, pues cuando los soldados griegos descubrieran el cuerpo decapitado de su general, su espíritu seguramente decaería.

Los hombres judíos atacaron, y vencieron. La noticia se expandió por todo Israel, y el pueblo judío recibió inspiración para levantarse y pelear.