SUCOT y Kohelet (Libro de Eclesiastés)

En Sucot, en las comunidades ashkenazíes, se lee el libro «Kohelet» Eclesiastés, cuya autoría la tradición la atribuye al Rey Salomón, el “más sabio de los reyes” de Israel, aunque algunos estudiosos consideran que originalmente puede haber formado parte de los libros de tradición davídica.

Algunos lingüistas consideran que “Kohelet” es una palabra deformada que en un principio significaba ‘el pueblo’, o ‘el predicador que habla al pueblo’. En cualquier caso, el Eclesiastés, como los demás libros sapienciales, recoge una serie de proverbios, dichos y reflexiones que forman parte de la sabiduría popular inscrita en la tradición judía. Desde el primer momento formó parte de los libros canónicos para el cristianismo. La traducción de la palabra hebrea se la debemos a Martin Lutero, pero no es la mejor opción en el contexto. La palabra puede significar «predicador, pero también se podría traducir mejor como «polemista” o «argumentador” ya que el libro está compuesto por una serie de argumentos expuestos sobre cómo ve el hombre el mundo que le rodea. El argumentador no era nada menos que Salomón, el hijo de David, rey de Jerusalém, el hombre más sabio que jamás ha vivido, según el relato bíblico.

Shlomó se encontraba en una situación extraordinaria para llevar a cabo los experimentos y las investigaciones reflejadas en este libro, porque durante los cuarenta años de su reinado hubo una paz absoluta en su reino de Judá y de Israel. No había tribus que provocaran la guerra ni contienda alguna. Como no tenía que preocuparle la vida militar, tenía tiempo para continuar sus investigaciones sobre el significado de la vida. Tenía toda la riqueza que precisaba y una mente aguda, lógica y que sabía discernir y gracias a la cual se había ganado la reputación de ser el hombre más sabio del mundo. El valor de Eclesiastés consiste en que expone la vida desde el punto de vista del hombre natural, aparte de la revelación divina. Es un libro de reflexiones profundas sobre la vida, la muerte y otros temas filosóficos relativos a la existencia humana y a las grandes preguntas.

Shlomó expone sus conclusiones acerca del valor de la vida y el significado de la existencia de los seres humanos. Un mensaje que se repite a lo largo del libro enseña que todos los logros materiales son pura vanidad, ya que existe un final común a todos los seres humanos.

Según la “Enciclopedia de la historia y la cultura del pueblo judío” los sabios que se ocuparon de la canonización de la Biblia intentaron excluirlo, ya que se opone a lo escrito en los Salmos de Tehilím e incluso contiene contradicciones internas. No obstante, fue incluido “porque comienza y finaliza con palabras piadosas” (Talmud Babilonia Shabat 30b): “El fin último de todas las cosas es: Teme a Dios y observa sus preceptos, ya que en esto consiste el hombre” (Kohelet 12:13) En el Eclesiastés el narrador habla en primera persona, atribuyéndose el ser rey de Jerusalém con el nombre de Kohelet.

Es uno de los más citados del Tanaj, aunque pocos son conscientes del origen de sus frases más famosas: «vanidad de vanidades, todo es vanidad y atrapar vientos», «polvo eres y en polvo te convertirás», «las generaciones van y vienen, la tierra permanece», «todo tiene su momento bajo el sol, su tiempo la guerra y su tiempo la paz», etcétera. El narrador se presenta a sí mismo como un buscador de la sabiduría, y para ello pasa por distintas fases poniéndose a prueba para conocerse mejor y averiguar qué es lo “bueno” para el hombre. El enfoque del protagonista es el más cercano al fatalismo y al estoicismo filosófico de todo el Tanaj, aunque continuamente el narrador remite en última instancia a Dios como fuente última de sentido de la vida.

El sentido de la existencia es el centro de las reflexiones. En un principio se dedica a disfrutar al máximo de los placeres; más adelante intenta saber todo lo que es posible saber. Luego medita sobre los límites de la vida, la muerte y el final; incluso toca temas de vigencia permanente, como la injusticia humana, política y social, y en muchas de sus frases se trasluce un relativismo del esfuerzo del hombre frente a la inevitabilidad de la vida y de la muerte, así como de los sufrimientos y penurias, destacando también el aparente triunfo del malvado y de la injusticia frente al aparente fracaso de los honrados y justos.

La conclusión principal del protagonista del Eclesiastés refleja el conocido concepto del ‘carpe diem’ desde un punto de vista judaico: disfruta del día, disfruta del momento. Quizás el mejor extracto de esta propuesta existencialista se encuentre en el capítulo 9: «Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que Dios está ya contento con tus obras. En toda sazón sean tus ropas blancas y no falte ungüento sobre tu cabeza. Vive la vida con la mujer que amas, todo el espacio de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en las fatigas con que te afanas bajo el sol. Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el sol a donde te encaminas«.