SHABAT – SHVIÍ SHEL PÉSAJ: Sefirat Haómer- Saber contar lo que conforma tu tiempo

«El tiempo es el mejor antologista, o el único, tal vez.» Jorge Luis Borges

Hemos comenzado a contar el Omer, a partir de la segunda noche de Pésaj. Uno tras otro, los días van tomando entidad a medida que van sucediendo y nosotros contamos ese suceso.

Los motivos de la cuenta del Omer ser múltiples: trazar un puente entre la salida de Egipto y la entrega de la Torá; refinar nuestro espíritu: de una libertad salvaje, fruto de la apertura de las compuertas de la opresión, a la libertad consciente, fruto de vivir enmarcados en una ley que nos conforma como pueblo y como individuos éticos. También la cuenta del Omer es la celebración de lo ordinario, mejor dicho, la ponderación de lo ordinario frente a lo extraordinario, frente a la efeméride o al gran acontecimiento. Contar los días regulares es un mensaje de enaltecimiento del valor de la vida cotidiana, porque es allí donde la evolución de la vida transcurre, más anónimamente, sin estridencias ni espectadores.

Y por eso tomé esta frase de Borges para inspirarnos durante estas siete semanas de cuenta paciente y minuciosa, día a día, paso a paso por las etapas del calendario. Porque creo que no es casualidad que tanto en hebreo como en castellano, la raíz de la palabra contar, que alude a números y cantidades, sea la misma que la que se refiere al relato y la historia. Por lo tanto, el tiempo, en la pluma de nuestro valorado escritor, es el mejor antologista, quizás el único; porque cuando contamos, “contamos”. Y si no tenemos nada para contar, entonces tampoco merece ser cuantificado. Si no hay relato, el tiempo no tiene sentido; porque no es una dimensión que sucede fuera de nosotros.

Sefirat haomer no es la conciencia del paso del tiempo, sino es lo que tenemos para contar, que hace que el tiempo exista. Todos los conceptos del tiempo son experiencia humana. Nos podríamos preguntar: ¿Existiría el tiempo si no hubiera nadie para percibirlo?

Sefirat haomer es la celebración contra la inercia. Un semáforo titilante en permanente amarillo, para que no automatices el transcurso de tu vida, sino que prestes atención a cada desafío, oportunidad y peligro.

Por eso retomo a nuestro autor cuando sigue definiendo al tiempo: «El tiempo – dice Borges – es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.”

Somos el tiempo que contamos como si no fuéramos nosotros, para mirar, como en un espejo, lo que hacemos con eso que somos, y que a veces “jugamos” a que está fuera de nosotros. No le podemos echar la culpa al tiempo: que pasa rápido, que es demasiado lento, que no acompaña nuestras necesidades, que nos ofusca, que nos presiona, que nos impacienta, que nos agita… porque son nuestros actos en el tiempo los que construyen nuestros relatos y sensaciones.

Uno a uno, paso a paso, porque el descubrimiento puede impactarnos, cuando frenamos la marcha y somos prescriptos a dar cuenta del instante, mucho más que del gran evento.

Uno a uno, paso a paso, un día que se suma al otro, casi provocándonos, insoportablemente, a reconocer cuánto falta para el día 50, qué tedio produce detener el paso para darle lugar a lo que muchas veces catalogamos como “intrascendente” pero que conforma la evolución pequeña y sostenida de nuestras existencias. Vitalmente hablando el tiempo no es medida sino evolución, anhelo, creación, nada permanece idéntico, sino que se realiza acto tras otro, porque deberemos comprender que Sefirat haomer nos está enseñando que somos co-creadores de la temporalidad. Y por tanto no podemos deshacernos de la responsabilidad de lo que hacemos en ese tiempo, de cuan rico o empobrecido es el relato que tenemos sobre nosotros mismos y de nuestra valentía para asumir el reto de no apostar al tranco largo sino al paso corto, imperceptible del día a día.

“- ¿Qué es una persona en el camino?

– Tiempo.

Los mayas, antiguos maestros de esos misterios, no han olvidado que hemos sido fundados por el tiempo y estamos hechos de tiempo, que de muerte en muerte nace.

Y saben que el tiempo reina y se burla del dinero que quiere comprarlo, de las cirugías que quieren borrarlo, de las píldoras que quieren callarlo y de las máquinas que quieren medirlo.»

Este cuento corto de Eduardo Galeano nos confronta con las múltiples maneras que tenemos de huir o silenciar al tiempo. Y Sefirat haomer le ofrece resistencia a todas estas formas de evasión, que lo único que hacen es hacernos vulnerables y predecibles.

Contar el tiempo y tener que contar cada día nos devuelve la individualidad, la unicidad con la que fuimos creados. Nos hace cada día un poco más libres y nos acerca al momento más sagrado de nuestra historia: la revelación divina.

Que podamos aprovechar esta cuenta. Día a día, paso a paso.

Shabat Shalom y Jag Sameaj,

Rabina Silvina Chemen.