SHABAT JOL HAMOED SUKOT: Pasaron cosas…

Sucot nos desafía siempre a sacar fuerzas de donde no creemos porque tenemos para continuar con la celebración de estos 8 días, las tefilot especiales con sus correspondientes lecturas de Torá, las invitaciones a las sucot, la preparación de la comida y el final que Dios mediante llegará con Simjat Torá que nos requiere nuestro último hálito para celebrar con toda la fuerza el final de un nuevo ciclo de lectura de la Torá y su recomienzo.

Sin embargo esta fecha del calendario no ha quedado indiferente en momentos trascendentes de nuestra historia.

Pasaron cosas en Sucot que vale la pena mencionarlas.

Quizás para volver a valorar la trascendencia de una fecha que ha convocado a nuestro pueblo para momentos que dejaron una huella eterna.

“Moshé escribió esta Ley y la entregó a los sacerdotes levitas -los encargados de transportar el Arca de la Alianza del Señor- y a todos los ancianos de Israel. Después les dio las siguientes instrucciones: Cada siete años, en el tiempo fijado para el año de shmitá (N.T. descanso de la tierra), durante la fiesta de Sucot, cuando todo Israel se presente delante del Señor en el lugar que él haya elegido, leerás en voz alta esta Ley, en presencia de todo Israel. Reúne al pueblo -hombres, mujeres y niños, y también a los extranjeros que vivan en tus ciudades- para que la oigan y así aprendan a temer al Señor, su Dios, y a practicar cuidadosamente todas las palabras de esta Ley. También deberán oírla sus hijos, los que todavía no la conocen, para que aprendan a temer al Señor mientras ustedes vivan en la tierra que van a poseer después de cruzar el Jordán.» Devarím – Deuteronomio, 31 – 9-13

No sé si se dan cuenta de la cantidad de información que tiene este pasaje, en el cual se refiere a Sucot.

La Torá escrita por Moshé que es entregada a los que están a cargo de la formación espiritual del pueblo. Y la instrucción de leerla en voz alta cada siete años, ¿cuándo? En la festividad de Sucot.

¿Y quiénes deben estar presentes? Todos, sin distinción; “hombres, mujeres y niños, y también a los extranjeros que vivan en tus ciudades”.

Sucot fue el tiempo elegido para volver a escuchar la ley y la historia de nuestro pueblo, que le pertenece a todos.

Hermoso. Sigamos.

El rey Shlomó inauguró el Primer Templo en Yerushalaim trayendo el Arca Sagrada, y así está escrito:

“Entonces Shlomó  reunió ante sí en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus, y a los principales de las familias de los hijos de Israel, para traer el Arca del Pacto de Adonai de la ciudad de David, la cual es Tsión.  Y se reunieron con el rey Shlomó todos los varones de Israel en el mes de Eitanim, que es el mes séptimo, en el día de la fiesta solemne (N.T.: es Sucot).  Y vinieron todos los ancianos de Israel, y los sacerdotes tomaron el arca. Y llevaron el arca de Adonai y el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios sagrados que estaban en el tabernáculo, los cuales llevaban los sacerdotes y levitas.” Melajim I – Reyes I 8:1-5

Delante de todo el pueblo de Israel, durante siete días -los días de Sucot- se festejó la apertura del Beit Hamikdash. Un motivo más de regocijo para ese tiempo de festividad.

Se eligió la festividad de Sukot para escribir una página importantísima de la historia de nuestro pueblo, como lo fue la ritualidad en torno al Templo de Yerushalaim.

Sigamos.

Cuando el pueblo de Israel retorna del exilio, después de la destrucción del primer Templo, los libros de Ezra y Nejemia (Ezra y Nehemías) nos relatan que se retomó la lectura de la Torá en público como un modo de volver a acercarse a una tradición y una historia que había comenzado a olvidarse.

Les transcribo esta escena, porque no necesita explicación:

“Al día siguiente se reunieron los cabezas de las familias de todo el pueblo, sacerdotes y levitas, a Ezra el escriba, para entender las palabras de la ley.  Y hallaron escrito en la ley que Adonai había mandado por mano de Moshé, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo; y que hiciesen saber, y pasar pregón por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y traed ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmeras y de todo árbol frondoso, para hacer tabernáculos, como está escrito.

Salió, pues, el pueblo, y trajeron ramas e hicieron tabernáculos, cada uno sobre su terrado, en sus patios, en los patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas, y en la plaza de la puerta de Efraín. Y toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Yehoshúa (Josué) hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande.  Y leyó Ezra en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último; e hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea, según el rito.” Nejemia – Nehemías 8:13-18

La Torá volvió a ser leída, después de la cautividad, ¿cuándo? En Sucot. Y no sólo leída sino vivida: salieron al campo a traer ramas y hojas para construir lo que estaba mandado en el texto. Y la alegría de recuperar una tradición que les había sido arrancada hasta de sus memorias.

Y por último, el profeta Zejariá- Zacarías (s.-VI) predica qué pasará al final de los días:

«Y todos los sobrevivientes de todas las naciones que hayan luchado contra Jerusalén, subirán año tras año a postrarse delante del Rey, Señor de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de las Sucot.» Zejariá – Zacarías 14:16
Cuando las contiendas, las conquistas, las mezquindades terminen, el signo que se verá es que todos podrán celebrar juntos Sucot. Allí podrán volver a sentarse juntos, en una sucá de paz- sucat shlomeja; donde entra toda la humanidad.

Pasaron cosas en Sucot, un tiempo que no podemos soslayar.

Se instaura la práctica quizás más inteligente y duradera que haya inventado nuestro pueblo como lo fue, y lo sigue siendo, la lectura de la Torá delante de todos y para todos, sin excepción.

Se inaugura un espacio en el que cada uno podía acercarse a lo divino con lo que mejor podía ofrendar.

Se recupera lo perdido; nuestro pueblo volvió a celebrar, a encontrarse con la palabra, con el tiempo sagrado y con la habilitación de recobrar la alegría a través de lo prescripto en el texto sagrado.

Y por último; pensar en un tiempo de paz universal implicó pensar un tiempo de Sucot en el que todos están invitados a ser parte, ya no con el calendario propio del pueblo de Israel, sino como símbolo de hermandad e inclusión.

El conocimiento, la identidad, la gratitud, el sabernos parte de un proyecto colectivo, la necesidad de que todos sean parte sin distinción, la celebración de la libertad y por último el deseo de compartir esa choza que se hace un palacio cuando nos animamos a que entren todos, es para mí -al menos este año-, el mensaje que me da fuerzas para celebrar esta fiesta con toda la intensidad y el compromiso.

Moadím Lesimjá!

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.