PARASHOT MATOT-MASEI: Memoria y camino

“El camino recorrido es un laberinto que provoca el descorazonamiento y el cansancio; pero su salida, radicalmente interior, es a veces un reencuentro con el sentido y con el gozo de saber que hemos invertido, a nuestro favor, todas las dificultades con las que nos hemos cruzado. Muchas rutas son travesías del sufrimiento, que nos acercan lentamente a la reconciliación con el mundo. La suerte del caminante, dentro de su angustia, es la oportunidad que se le ofrece de un cuerpo a cuerpo con su existencia, de conservar un contacto físico con las cosas. Embriagándose de fatiga, planteándose objetivos minúsculos pero eficaces, como ir allí en lugar de allá, controla todavía su relación con el mundo. Está desorientado, cierto, pero busca una solución, si bien aún no lo sabe. El camino deviene entonces camino iniciático, transformando la dificultad en oportunidad; la alquimia de la ruta lleva a cabo su eterna tarea de transformar al hombre, de volver a encauzarlo en el camino de su vida.” David Le Breton, Elogio del caminar

Este año siento una particular emoción con la finalización del libro de Bemidbar, específicamente con parashat Masei.

Quizás porque todos como humanidad, estamos sumidos en una travesía hacia un destino aún incierto con una pandemia que puso de relieve los aspectos más hermosos y más miserables de cada uno, como individuos y de cada sociedad, como conjunto.

Quizás porque he tomado conciencia de que hemos sido paridos como pueblo en la caminata. Que los aprendizajes más significativos vinieron de la fatiga y la desorientación y de la necesidad constante de volver a encauzarnos. Abraham salió al camino y parió la fe que nos habita. El pueblo liberado de Egipto salió al camino y parió la argamasa de valores, rituales, legalidades y aspiraciones con las que vivimos nuestro ser judío.

La última parashá de este libro comienza así:

אֵ֜לֶּה מַסְעֵ֣י בְנֵֽי־יִשְׂרָאֵ֗ל אֲשֶׁ֥ר יָצְא֛וּ מֵאֶ֥רֶץ מִצְרַ֖יִם לְצִבְאֹתָ֑ם בְּיַד־מֹשֶׁ֖ה וְאַהֲרֹֽן׃

“Estas son las estancias de los hijos de Israel, los cuales salieron de la tierra de Egipto por sus escuadrones, bajo la conducta de Moshé y Aharón”. Bemidbar 33:1

A punto de llegar a destino, Moshé se tomará el tiempo para recordar con detalle y nombre propio cada una de las 42 veces que armaron campamento durante su travesía de 40 años por el desierto. Un paso imprescindible para darle sentido al destino; destino que se fue constituyendo no sólo por la inminencia de la llegada sino por la trascendencia del trayecto.

Este libro comenzó con una cuenta numérica, con un censo, ¿recuerdan?

Y más aún. En hebreo se llama Bemidbar (En el desierto), sin embargo en el siglo III a.e.c. fue traducido al griego por los Setenta, con el nombre de Αριθμοί, /Arithmoí/ ‘Números’, que es como lo conocemos en español.

Todo el libro está repleto de números, relatados con una minuciosidad extrema: la cantidad de jefes de las tribus (cap. 7); el número de las poblaciones y libaciones necesarias (cap. 13); la cuenta de la cantidad de hombres sublevados (cap.16:2); las cabezas de ganado a destinar para diferentes ofrendas rituales (cap. 28-29); la cantidad de botín, después de la guerra contra Midián y su reparto exacto (cap. 31); la agrimensura y las dimensiones del territorio al que ingresarían (cap. 35); y otros recuentos detallados hasta su mínima expresión.

Una fascinación por las cantidades, que regulan, ofrecen información precisa y ordenan la vida de un grupo de personas que necesitaba medidas para organizar sus vidas. Pero el libro de los números termina poniendo en valor el relato de la memoria. Los nombres de cada estación, la evocación de cada situación sin el cual nadie sería quien es. Van a entrar a la tierra de la promesa para vivir por sus propios medios. Y se necesitan dos condiciones: una vida reglada con aspectos medibles que coordinan la vida práctica y un compromiso férreo con la memoria de los caminos que se recorren para llegar a las metas.

Rashi se pregunta: ¿Por qué se registraron estas estaciones? Y cita un midrash que dice: Es análogo a un rey cuyo hijo se enfermó, así que lo llevó a un lugar lejano para que lo sanara. En el camino de regreso, el padre comenzó a citar todas las etapas de su viaje, diciéndole: «Aquí es donde nos sentamos, aquí teníamos frío, aquí tenías dolor de cabeza, etc.» – [Midrash Tanjuma Masei 3, Bemidbar Rabá 23: 3]

En el medio de situaciones desafiantes, muchas veces adversas y otras de la vida cotidiana perdemos la capacidad de registrar los pasos que estamos dando. Necesitamos sobrevivir, sobrellevar, acomodar, tomar decisiones y salir adelante. Pero esto se transformará en el maestro de tu vida, cuando logres tomarte un instante y hagas del recorrido una experiencia que te pertenece, con todas sus luces y sus sinsabores sin la cual no hubieras llegado hasta acá.

Por su parte, Salman Mutzafi, (un rabino iraquí-israelí del siglo XX en su comentario cabalístico de este Siftei Tzadikim) lo comprende de este modo:

«Este mundo se llama el mundo de la reparación. La gente siempre necesita reparar lo que hizo en el pasado. Se dice que los ángeles están de pie porque siempre están en un nivel, sin necesidad de reparar el pasado. Sin embargo, los seres humanos siempre están viajando entre niveles, y por lo tanto la Torá dice, ‘estos son los viajes de los hijos de Israel’. Cada vez que la Torá dice, ‘estos’, se refiere a deshacer las acciones anteriores, porque las acciones pasadas siempre necesitan ser corregidas. Una persona sabia las protege para asegurarse de que las acciones anteriores sean reparadas”.

En una época de la humanidad en la que el elogio es al apoltronamiento, a la llegada a la cima, al asentamiento y la seguridad, este comentario nos inspira a entender que siempre estamos viajando, porque estamos vivos.

No sé, y me atrevo a polemizar con este sabio, si todas las acciones deben ser corregidas. ¡Vaya, que hemos tenido aciertos en la vida! Creo que deben ser reparadas, en el sentido de que debemos reparar EN ellas. Hacer este acto de justicia con las decisiones que vamos tomando y los pasos que vamos dando aunque tantas veces los catalogamos como insignificantes.

Nacimos como pueblo en esta caminata y su memoria eterna.

Asumamos nuestra herencia y abracemos sus aprendizajes.

¡Shabat Shalom!

Rabina Silvina Chemen.