Con las parashot de esta semana estamos culminando el enigmático libro de Vaikrá- Levítico, al que muchos le adjuntan el mote del Libro sobre los sacrificios pero que, para hacerle justicia, podríamos decir que es el libro de las santidades; santidad para con Dios, revisando nuestras ritualidades, santidad para con nosotros y nuestros prójimos- cuya síntesis es el versículo “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y por último la santidad del tiempo, con un calendario que nos marca la diferenciación de los tiempos y sus celebraciones.
En el comienzo de la última parashá de este libro, Dios reafirma su vínculo con nosotros; a partir de nuestro compromiso con el cumplimiento de sus leyes. Y lo dice de la siguiente forma:
וְהִתְהַלַּכְתִּי, בְּתוֹכְכֶם, וְהָיִיתִי לָכֶם, לֵאלֹהִים; וְאַתֶּם, תִּהְיוּ-לִי לְעָם.
“Caminaré (vehitalajti) entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.” Vaikrá 26:12
Un Dios que camina, es por supuesto una metáfora, pero quizás es también, algo más. Revisemos la opinión de algunos comentaristas al respecto:
Ovadia ben Jacob Sforno (Italia s.XV) dice lo siguiente:
“El significado de esta conjugación reflexiva (el verbo “caminaré” en hebreo está conjugado en un modo verbal llamado “hitpael” que generalmente se lo comprende como modo reflexivo) es como si la Torá hubiera escrito: «Caminaré contigo en cualquier dirección en la que vayas, para adelante, para atrás y para los lados«.
El erudito italiano visualiza a un Dios que camina allí donde el pueblo esté. Rompe la espacialidad que confinaba a Dios en las construcciones que se realizaron para su morada, como lo fueron el Tabernáculo en el desierto o el Templo en Jerusalem. Es un Dios que acompaña el andar de su pueblo y creo yo, se exilia con él en el momento de perder su tierra.
Ralbag- Rabí Levi ben Gershon (Francia s. XIII) entiende que es el “modo bíblico de decir que Dios estará atento al pueblo como un líder eterno, y los salvará de las calamidades que podrían caer sobre ellos.” La caminata es el modo de hablar del liderazgo de Dios, eterno, atento, protector donde el pueblo se encuentre, en cualquier momento de la historia.
Y Rashi- Rabí Shlomo Yitzjaki (s.XI) nos abre a otra perspectiva:
“Caminaré entre ustedes” – Pasearé, por así decirlo, con ustedes en el Jardín del Edén como si yo fuera uno de ustedes y no me tendrán miedo.”
Acá Rashi nos retrotrae a otra escena. Me voy a buscar qué pasó en el Jardín del Edén:
וַיִּשְׁמְעוּ אֶת-קוֹל יְהוָה אֱלֹהִים, מִתְהַלֵּךְ בַּגָּן–לְרוּחַ הַיּוֹם; וַיִּתְחַבֵּא הָאָדָם וְאִשְׁתּוֹ, מִפְּנֵי יְהוָה אֱלֹהִים, בְּתוֹךְ, עֵץ הַגָּן.
“Y oyeron al Señor Dios que caminaba en el huerto al fresco del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto. Y el Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿AIEKA? ¿Dónde estás? Y él respondió: -Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí.”
Rashi une el final del libro de Vaikrá con el episodio del Gan Eden.
Allí Dios caminaba (y el texto hebreo utiliza el mismo modo verbal reflexivo- mithalej), el primer varón y la primera mujer se esconden, porque saben que incumplieron una ley de Dios al comer el fruto del árbol prohibido y Dios pregunta ¿AIEKA? Que se traduce comúnmente por “¿Dónde estás? A lo que Adam responde: -Oí tus pasos y me escondí.
En nuestra parashá Dios dice: – “Caminaré (vehithalajti) entre Uds., con Uds. y Uds. serán mi pueblo.”
Y Rashi explica; esa caminata que no pude hacer porque Adam y Javá estaban escondidos, la haré ahora con Uds. mi pueblo, porque no se esconden ante mi presencia.
Dios sale a caminar por el Jardín del Edén, y no los ve; no los encuentra. Y la pregunta “¿AIEKA?”, no intenta saber su ubicación espacial, sino “¿Cómo puede ser que no estén acá? ¿Cómo puede ser que me encuentro caminando solo mientras Uds. se esconden?
Este modo de preguntar también aparece en el episodio de Akedat Itzjak- la atadura de Itzjak, cuando están caminado padre e hijo e Itzjak pregunta:
וַיֹּאמֶר, הִנֵּה הָאֵשׁ וְהָעֵצִים, וְאַיֵּה הַשֶּׂה, לְעֹלָה.
“- Aquí están el fuego y la leña, pero ¿dónde (AIE) está el cordero, para el holocausto?” Bereshit 22:7
Itzkaj no pregunta por el paradero del cordero, sino que no comprende cómo puede ser que se llevará a cabo una ofrenda y no está el animal con ellos.
Cuando Dios salió a caminar en el Jardín del Edén no pudo concebir que lo dejaran caminando solo.
Dios no camina solo.
Y esto también se desprende del modo verbal con el que se habla de la caminata.
Porque el modo verbal que mencionábamos- el hitpael- denota algo más que una acción que recae sobre el sujeto. Cuando en hebreo decimos “lehitrarot” nos estamos diciendo: “- Hasta que nos volvamos a ver”, mutuamente. Cuando decimos “lehitkatev” expresamos que intercambiamos escritos, mutuamente. Cuando la Torá habla de los mellizos que Rivká tenía en su vientre está escrito: “- Vaitrozetzú habanim- “Y los hijos se corrían uno a otro”, mutuamente, uno al otro.
El modo verbal que se menciona para la caminata de Dios habla de un modo de caminar el mundo para transformarlo en ese proyecto perdido de equilibrio y armonía.
Caminar juntos.
Caminar sin ocultarnos.
Caminar sin abandonar al que está caído.
Caminar allí donde el otro esté.
Caminar y en esa caminata beneficiarnos todos.
Lo reflexivo y lo recíproco no son categorías que se repelen. Cuando ejerzo mutualidad con otros, empatía, solidaridad, compromiso ético, yo también me transformo.
Entonces, “¿AIEKA? ¿Cómo puede ser que te escondas, que no estés disponible para caminar con tus hermanos, con tu pueblo, en momentos de logros y en momentos de dificultad, en los éxitos y en las miserias? ¿Cómo puede ser que no estés para mirar si a alguno le azota una calamidad? ¿Cómo puede ser que aprendiste que lo reflexivo es excluyente y no mutuo? ¿Cómo puede ser que elijas caminar solo para que nadie perturbe tu proyecto personal?
En el Edén la primera pareja humana, al ocultarse, se perdió la posibilidad de aprender a caminar en “hitpael”, como experiencia de mutualidad. Así la humanidad hubiera comprendido lo que todavía no consiguió descubrir: que caminar solos, apurados, indiferentes a quien tenemos al lado nos hace perder la gran posibilidad de hacer presente a la divinidad en nuestro paso cotidiano; la presencia de Dios que aparece en el rostro de aquél que necesita que le tendamos la mano para no caer, aquél que precisa una guía para no tropezar, aquél al que le hacen falta nuestros ojos porque ya perdió la capacidad de ver bien, aquél que quiere volver a ponerse de pie y no sabe cómo, aquél que está debilitado, aquél que no confía en su propio paso y requiere de nuestro empuje.
¿Cómo aprender a caminar sin abandonar a todos aquellos que por un motivo u otro deambulan sus exilios sin que nadie que los proteja?
Estamos exiliados de humanidad, en tiempos de hostilidad y desencanto.
Quizás una marcha más comprometida nos devuelva las ganas de seguir adelante.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.