וְלָקַחְתָּ סֹלֶת וְאָפִיתָ אֹתָהּ, שְׁתֵּים עֶשְׂרֵה חַלּוֹת; שְׁנֵי, עֶשְׂרֹנִים, יִהְיֶה, הַחַלָּה הָאֶחָת. וְשַׂמְתָּ אוֹתָם שְׁתַּיִם מַעֲרָכוֹת, שֵׁשׁ הַמַּעֲרָכֶת, עַל הַשֻּׁלְחָן הַטָּהֹר, לִפְנֵי יְהוָה. וְנָתַתָּ עַל-הַמַּעֲרֶכֶת, לְבֹנָה זַכָּה; וְהָיְתָה לַלֶּחֶם לְאַזְכָּרָה, אִשֶּׁה לַיהוָה. בְּיוֹם הַשַּׁבָּת בְּיוֹם הַשַּׁבָּת, יַעַרְכֶנּוּ לִפְנֵי יְהוָה תָּמִיד: מֵאֵת בְּנֵי-יִשְׂרָאֵל, בְּרִית עוֹלָם. וְהָיְתָה לְאַהֲרֹן וּלְבָנָיו, וַאֲכָלֻהוּ בְּמָקוֹם קָדֹשׁ:
“Y tomarás flor de harina, y cocerás de ella doce panes (jalot); cada pan será de dos décimas de efá. Y las pondrás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa limpia delante de Adonai. Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida a Adonai. Cada Shabat lo pondrá continuamente en orden delante de Adonai, en nombre de los hijos de Israel, como pacto perpetuo. Y será de Aharón y de sus hijos, los cuales lo comerán en lugar santo…” Shemot 24:5-9
Parashat Emor, un texto conocido y visitado muchas veces en el año ya que en él se recuerdan las festividades de nuestro calendario; hacia el final comenta una serie de prácticas a realizarse por los kohanim en el recientemente construido Mishkán- Tabernáculo y luego en el Beit Hamikdash.
Entre los objetos que más sorprenden de los que marcarían esta nueva vida religiosa del pueblo de Israel encontramos el del lejem hapanim – la ofrenda de doce panes que yacía allí, entre el oro y los perfumes, como testimonio. Una mesa con doce panes que permanecía fresco, como recién horneado de semana a semana; y que, debido a que habían estado durante siete días delante de Adonai, debía ser comido por los sacerdotes en un lugar santo, seguramente en alguna parte de los recintos del santuario.
En el tratado talmúdico Yoma 21ª se relata lo milagroso que era este pan a tal punto que de tanta frescura se le podía ver el humo de pan recién horneado.
Lejem Hapanim es traducido generalmente como el pan de la proposición aunque si lo leyéramos literalmente podríamos decir que se llama el pan de los “rostros”. En inglés se traduce como “shewbread”- el pan que se muestra.
En el Talmud, en Masejet Menajot 29ª, se relata que este pan era elevado y mostrado a los que participaban de la peregrinación a Yerushalaim en los shloshet harregalím; en Pesaj, Shavuot y Sukot.
Así está escrito.
שמגביהין אותו לעולי רגלים ומראים להם לחם הפנים ואומר להם ראו חיבתכם לפני המקום
“(Los sacerdotes) levantaban (la Mesa con su pan de la proposición) para mostrar el pan de la proposición a los peregrinos (que estaban de pie en el patio del Templo, y un sacerdote) les decía: -Mirad cuánto afecto les tiene Dios.”
Para los peregrinos, esa emoción tan fuerte de sentirse cerca de lo sagrado perdurará, como el pan recién horneado, cuando vuelvan a sus casas. Y esta experiencia los haría comprender el valor de cuidar el fruto de sus manos y no dejar que se arruine, se seque y finalmente muera. Así como se puso aquel pan, dice el Talmud, del mismo modo se retiraba.
La vida cotidiana, tan hostil a veces, nos hace dejar caer el entusiasmo de los inicios, el empuje de nuestras novedades y al hacerse rutina y hábito pierde la santidad con la cual fueron concebidos.
El pan fresco después de una semana, como fruto de no haber perdido contacto con la trascendente, es un mensaje para encarar nuestra vida y nuestras relaciones, que tantas veces dejamos decolorar y envejecer, porque las alejamos de lo verdaderamente importante. Y porque lamentablemente, la vida frenética que nos impide detenernos y valorar y nos exige todo el tiempo caminar por las cornisas del “último grito”, nos hace perder el eje, aquél que nos pide que no dejemos de mirar nuestras alimentos básicos; nuestros amores, nuestro sustento, nuestras construcciones y los dejemos como pan rancio en algún rincón poco visible de nuestras vidas.
Quisiera vincularme con este otro detalle que trae el Talmud sobre estos panes y su ritual. Quiero quedarme con la alocución del kohen mostrando panes a su pueblo:
“-Mirad cuánto los quiere Dios”. Muestra comida y habla de amor. Pan como mensaje de afecto, de cuidado. Quizás por eso se llame lejem hapanim- el pan de los rostros. Cuando no ocultamos nuestro rostro ante el rostro del que tiene hambre, cuando nos hacemos presentes y nos proponemos a nosotros mismos como el alimento que devuelve a través de él algo de frescura a una vida olvidada, algo de ternura a una vida ignorada, algo de visibilidad a una existencia imperceptible; el pan que damos y la ayuda que brindamos dibuja nuestros propios rostros.
Dios pudo hacer el milagro de un pan que no se pudra para mostrarnos que nos tenía afecto.
Quizás debamos ser nosotros los que con nuestros gestos de justicia solidaria les hagamos sentir a los invisibles de nuestra sociedad que sus rostros no están tapados por el moho del abandono y la indiferencia.
Nuestras dignidades se mantendrán frescas si no nos acostumbramos a la mesa tendida, cuando en tantos lugares ya ni hay mesa.
Te muestro el pan y así te digo que te quiero.
Con un afecto tangible te ofrezco lo que estás necesitando.
Con lo más simple.
Con lo cotidiano.
Éste será el mejor rostro que tengo para mostrarte.
אַל-תַּסְתֵּר פָּנֶיךָ, מִמֶּנִּי
“Dios no ocultes tu rostro ante mí”, rogamos en el Salmo 27:9
Y Él nos ruega: Ser humano, no ocultes tu rostro ante el rostro de tu hermano…
Pan y afecto es un binomio que mantiene vivo el milagro, en todos los órdenes de la vida.
Shabat Shalom umevoraj!
Rabina Silvina Chemen.