Testigo de uno mismo
No sólo el aire fiel / también nosotros
somos testigos de la vida entera
la vemos transcurrir deshilachada
gozosa o muriéndose de pena
pasan mezclados / hechos y desechos
y nos dejan sin fe y hablando a solas
con más de una tristeza en la mochila
y admirando la espuma de las horas
todo convoca en los alrededores
todo es símbolo de algo que se quiere
y si el alma se pone a echar de menos
sobre todo convoca a los ausentes
somos vigías del amor y el odio
si perdemos el tiempo / lo ganamos
con las meditaciones como nubes
que tratan de acercarnos lo lejano
así y todo vamos quedando limpios
de miedos y parodias de coraje
y el peligro del mal que está de luto
lo vemos a través de los cristales
risa o llanto / silencio o barahúnda
competimos con el aire más fiel
y ya que al fin el poeta se despide
somos testigos de uno mismo / amén
Mario Benedetti
Parashat Reé, que comienza así:
וּקְלָלָה בְּרָכָה :הַיּוֹם לִפְנֵיכֶם נֹתֵן אָנֹכִי ,רְאֵה —
«Mira, Yo pongo frente a ti, hoy, bendición y maldición» (Devarím 11:26)
Estamos en el Shabat en el que anunciaremos el comienzo del próximo mes de Elul. Y así leeremos este Shabat: Reé – Mira
Elul, el mes de la reflexión, que no es más que el mes de la re-flexión, de volver a mirarnos, a reflejarnos en nuestras propias miradas, lo anunciamos con una indicación que aparece en la Torá: mirar lo que se refleja delante de nosotros, cuando somos llamados a ser, como dice Mario Benedetti, testigos de uno mismo.
Y como primer atisbo para comprender este verbo, Reé – Mira, vayamos a los teamím, a la cantilación con la cual se lee la Torá en el Beit Hakneset. Una musicalidad que no es sólo artística sino que es en sí misma, una exégesis.
Y cuando revisamos la melodía que se le otorgó a la palabra Reé- Mira, nos encontramos con un signo llamado revia, cuya forma es similar a un rombo sobre la palabra y que marca que hay que prolongar cuatro tiempos la melodía sobre la palabra.
ראה
Para mirar, para ser testigos de uno mismo, tenemos que tomarnos un tiempo. Un tiempo dedicado. Para mirar hay que tener intención de ver qué pasa delante de nosotros. Se nos pide detenernos en esa cantilación que nos obliga a no soslayar la prescripción de mirar, a honrar este acto de la mirada, porque hay algo más que simples pares contrapuestos, hay más que meros absolutos; felicidad o tragedia, éxito o fracaso, suerte o desgracia.
Nosotros/ somos testigos de la vida entera/ la vemos transcurrir deshilachada
gozosa o muriéndose de pena, dice la poesía que nos inspira hoy.
Delante de nosotros, la bendición y la maldición, la vida entera. Y lejos de cerrarnos las posibilidades con definiciones unívocas, la palabra del texto se abre ante cada uno de nosotros para que sea nuestra esencia la que le dé sentido.
Qué es bendición y maldición. Qué es lo que debemos mirar, depende de quienes somos, de cómo decidimos mirar y de cuán seriamente nos comprometemos en este proceso de re-flexión.
Pero el escenario hoy en día se complejiza aún más. Porque hay muchos que ya dejaron siquiera de mirar.
A mí me parece que esta parashá me conmueve más aún cuando me doy cuenta de que ya muchos no sólo que no nos detenemos lo suficiente para mirar lo que hay más allá de nosotros mismos, sino que ya dejamos de mirar. Ni siquiera abrimos los ojos. Quizás porque creemos que no hay nada para ver. O nada nos conmueva demasiado. O no nos animemos con lo que nos pasa delante de nuestras narices.
Mira, dice la parashá. Porque ya no ves ni lo bueno, ni lo malo. Elegiste no mirar.
A veces siento que estamos tan anestesiados de escenas dolorosas que hemos naturalizado tanto el sufrimiento y la injusticia, y entonces miramos sin ver. Hemos aprendido la incapacidad de ver. Hemos desarrollado creo yo, hasta el fallido mecanismo de defensa de decidir no ver.
Y la parashá grita: ”Vuelve a mirar”. Es lo único que te rescatará a ti, de ti.
Todo convoca, dice el poeta, en los alrededores
todo es símbolo de algo que se quiere
Han aparecido nuevas palabras en nuestros vocabularios: lo trivial, lo banal, todo aquello que señala que nada es demasiado bueno, y nada por tanto tan terrible a la hora de encontrarnos todos ciegos ante una realidad que hemos decidido no registrar.
Aparentemente así se viviría más livianamente. Aparentemente todo pasa, nada queda, y lo único que importaría es que nada nos importe demasiado.
Elul es el mes de la re-flexión, de volver a la mirada y de volver a pactar con nosotros mismos y ser, como dice el poeta
Vigías del amor y el odio/ si perdemos el tiempo / lo ganamos/ con las meditaciones como nubes/ que tratan de acercarnos lo lejano
Vigías, centinelas, guardianes, observadores de lo que amamos y de lo que queremos desechar de nosotros.
Nada se corregirá si elegimos los ojos tapados y jugamos a que no está, a que no existe.
Estamos en los albores del mes de Elul. Y en definitiva, el trabajo del espíritu de este mes nos pide que abramos los ojos.
Nos dice que podemos mirar. Que debemos mirar. Porque al mirar lo que tenemos delante nos damos cuenta que las cosas importan.
Que las personas importan. Que nuestros vínculos importan. Que nuestros dolores importan. Y nuestros logros importan. Y los tiempos compartidos importan. Y el amor importa. Y que nosotros mismos importamos.
Y que no hay testigo más importante que uno mismo, sobre uno mismo.
Y que nadie podrá mirarnos por nosotros. Y que es fácil evadirnos.
Pero es mucho más bello conectarnos.
Y que nada es binario, total y desechable porque las dimensiones son complejas y maravillosas. Y que no hace falta ahogarnos en la linealidad porque tenemos derecho a danzar en las curvas y las sinuosidades que la vida nos depara.
Elul es el mes que nos abre los ojos, para descubrirnos de nuevo, disfrutarnos de nuevo, renacernos de nuevo, todas las veces que sea necesario. Porque nunca la ceguera es la opción, ni la indiferencia ni el desentendimiento.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.