PARASHAT MIKETZ: Sabiduría para la abundancia / la pulsión hacia el desencanto

“Se trataba de un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el mar. Vivía en un pueblo del interior de la India. Una idea se había instalado con fijeza en su mente: “No podía morir sin ver el mar”. Para ahorrar algún dinero y poder viajar hasta la costa, tomó otro trabajo además del suyo habitual. Ahorraba todo aquello que podía y suspiraba porque llegase el día de poder estar ante el mar.

Fueron años difíciles. Por fin, ahorró lo suficiente para hacer el viaje. Tomó un tren que lo llevó hasta las cercanías del mar. Se sentía entusiasmado y gozoso. Llegó hasta la playa y observó el maravilloso espectáculo. ¡Qué olas tan mansas! ¡Qué espuma tan hermosa! ¡Qué agua tan bella! Se acercó hasta el agua, tomó una poca con la mano y se la llevó a los labios para degustarla. Entonces, muy desencantado y abatido, pensó: “¡Qué pena que pueda saber tan mal con lo hermosa que es!”

Cuento anónimo indio

Quisiera hablar del desencanto. De la facilidad con la que nos dejamos seducir por el desencanto. De la amnesia voluntaria que opera para olvidarnos de los buenos momentos, de los esfuerzos denodados hasta llegar a un logro.

Alcanzar las metas es importante. Pero disfrutarlas pareciera ser una tarea sobre la cual hay que trabajar mucho, porque hay algo que tracciona para que olvidemos lo que hemos conseguido.

Y con estas palabras introductorias, estudiemos algo de parashat Miketz, la parashá que nos habla sobre los sueños del Faraón y la interpretación de Iosef.

 

Leemos en la Torá lo que Iosef le dijo al Faraón:

“Esto es lo que respondo a Faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado a Faraón. He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. Y tras ellos seguirán siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra.

Y aquella abundancia no será reconocida, a causa del hambre que vendrá la cual será gravísima. Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla.

Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón entendido y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto.”  Bereshit-Génesis 41:25-33

Los invito a prestar atención a dos detalles de este párrafo.

El primero tiene que ver con la frase “toda la abundancia será olvidada, aquella abundancia no será reconocida”. ¿Cómo puede concebirse que siete años de riqueza y bienestar sean rápidamente borrados de la memoria, de la conciencia de un pueblo?

¿Cómo da por sentado Iosef, que el comienzo del hambre quitará todo rastro de satisfacción, todo reconocimiento de la bendición que hubo?

¿Cómo puede ser que siete años de abundancia no habrán dejado ninguna señal, ningún aprendizaje, ninguna huella en la vida de las personas?

Aparentemente, tendremos que volver a pensar el término “abundancia”. ¿Tiene sólo que ver con lo que la gente tiene? ¿Con la cantidad? ¿Con lo que sobra?

Quizás Iosef entiende que el hambre vendrá justamente porque no hubo conciencia de la bendición de tener comida, agua para las plantaciones, animales fuertes y sanos, trabajo, prosperidad…

El hambre quizás fue la falta de reconocimiento de lo que sí había, de lo que sí tenían…

Abundancia es la capacidad de sentirse pleno, satisfecho con lo que poseemos y no agradecer por ello nos lleva al hambre… sensación de vacío y no siempre de comida… vacío de sentido, vacío de agradecimiento, vacío de contenido… Aunque muchos tienen la barriga llena, están hambrientos, sedientos, porque nada los colma.

Quizás el antónimo de abundancia no sea sólo escasez sino desencanto.

La pulsión al desencanto nos hace sentir siempre pobres, carentes, hambrientos de un alimento que jamás sacia. El desencanto nos debilita la vida, nos seca los discursos sobre nosotros mismos, nos amarga la existencia. Y lo más grave es que no nos damos cuenta.

El desencanto se compra en la voracidad del mercado y en la impiedad de la competencia.

¿Cómo se combate esta amnesia de la abundancia, esta tendencia al desencanto?

Leamos el último versículo de este párrafo nuevamente:

וְעַתָּה יֵרֶא פַרְעֹה, אִישׁ נָבוֹן וְחָכָם; וִישִׁיתֵהוּ, עַל-אֶרֶץ מִצְרָיִם

Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón entendido y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto.”

Si lo que el Faraón hubiera necesitado era alguien que pudiera administrar los años de abundancia para sobrevivir los años de hambre, simplemente, quizás la sugerencia de Iosef hubiera sido que se provea de hombres fuertes para levantar alimentos u hombres que puedan organizar el acopio…

Pero no. Iosef sugiere que quien se haga cargo de sostener los años de hambruna y sequía sea un hombre entendido y sabio. ¿De qué sabiduría está hablando la Torá? ¿Hace falta sabiduría para administrar los alimentos y tener reservas para los años de carencia?

No.

Lo que el texto viene a enseñarnos es que hay que tener sabiduría y entendimiento para preservar la abundancia, para saber vivir cuando uno tiene, para saber ver y reconocer cuando nuestros graneros están llenos, porque no es suficiente que estén llenos… hay que ser sabio para ver en esa plenitud, abundancia y hay que ser sabio para entender que los años o las situaciones que nos colman deben ser usina, la reserva para cuando nos falte, en el granero y en el alma.

Así nos explica el Maharal de Praga (s XVI); la palabra “bienes”, en hebreo se dice “nejasim” y ¡qué coincidencia!, esta palabra tiene la misma raíz que la palabra “mejusim” que quiere decir ocultos. Tener bienes puede llevarnos a negar la satisfacción por lo que tenemos, puede privarnos de ver más allá de nuestra posesión a tal punto de perdernos hasta de nosotros mismos.

Por eso la Torá termina diciendo:

 וַיִּקְרָא פַרְעֹה שֵׁם-יוֹסֵף, צָפְנַת פַּעְנֵחַ

“Y llamó Faraón el nombre de Iosef, “Tzofnat Paaneaj””

Tzofnat Paaneaj significa el que sabe descifrar los códigos, el que puede esclarecer lo oculto, el que puede interpretar el sentido.

Y ése es el trabajo que tenemos que hacer con nuestras abundancias: descifrarlas, darles sentido, comprendiendo que cada momento de plenitud y de encanto puede ser la luz que aparezca en los momentos de más oscuridad, sabiendo que lo que nos lleva al hambre es el olvido y el desconocimiento de lo que sí tenemos y de lo que sí nos pasa.

Resistir la pulsión al desencanto nos hará más sabios y por qué no, más felices.

Shabat Shalom umevoraj

Rabina Silvina Chemen