Parashat Koraj es siempre una buena oportunidad para hablar de autoritarismo, abusos de poder, intransigencia… Es conocida la mishná de Pirkei Avot:
“Toda majloket (discusión) en nombre del Cielo perdurará. Y toda majloket que no se hace en nombre del Cielo, no lo hará. ¿Cuál es la majloket en nombre del Cielo? Las discusiones entre Hillel y Shamai. ¿Y las que no lo son? Las de Koraj y sus seguidores” (5:17)
Ligamos a Koraj con discusiones estériles que apuntan sólo a la acumulación de poder porque de algún modo es lo que vivimos a diario, en muchos aspectos de la vida. Autoritarismo, corrupción, manipulación, concentración de poder… palabras que aparecen todo el tiempo en los medios de comunicación y por tanto en nuestras bocas y nuestras conversaciones diarias.
Volvamos a mirar a Koraj, para desentrañar qué es lo que tanto exaspera al punto tal de que se lo “tragó la tierra”.
Koraj sin duda es una figura problemática; pero su protesta no parece ser tan escandalosa. De hecho, Moshé no refuta siquiera su argumento, sino que desespera y hace un llamamiento al cielo para que demuestre quién tiene razón.
“Y se juntaron contra Moshé y Aharón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Adonai, ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Adonai?” (Bemidbar 16:3)
Eso es lo que dijeron.
¿Cómo? Habiendo reunido a muchos que pensaban así. Koraj, Datan, Aviram y 250 prestigiosas personas del pueblo.
Y hasta lo que le preguntan pareciera bastante razonable. Somos todos iguales ante Dios, todos santos, ¿por qué Uds. concentran el poder?
Koraj sabía lo que será escrito luego en el libro de Shmot (Éxodo): “y serán para Mí un reino de sacerdotes (mamlejet kohanim) y una nación santa (goy kadosh)” Shemot 19: 6.
Más allá de las formas, lo que están planteando es quizás un reclamo de “democratización de la santidad”. Somos todos santos, ¿por qué Uds. aparecen como “más santos” que nosotros?
Eran Moshé y Aharón los únicos que entraban a la Tienda de Reunión. Moshé dirigía al pueblo, Aharón y toda su descendencia fueron coronados con el privilegio del sacerdocio por generaciones.
El filósofo Martin Buber se ocupa de este personaje Koraj, y escribe sobre él en Alemania en la época en que los nazis implementaban operaciones de hostigamiento y terror. Y en ese momento Martin Buber resignifica a Koraj.
El trágico error de Koraj, según Martin Buber, fue interpretar erróneamente el versículo de Shmot 19: “y serán para Mí un reino de sacerdotes (mamlejet kohanim) y una nación santa (goy kadosh)”
Koraj lee el versículo como descriptivo: el pueblo ya es santo, y la presencia de Dios está dentro de cada uno. Por lo tanto, no tienen necesidad de instrucción, autoridad o crecimiento espiritual.
La santidad, para Koraj tiene un carácter esencial, ontológico y casi de impunidad: somos santos; una cualidad pre-asignada, una superioridad que nos constituye por definición:
«Ambos, Moshé y Koraj deseaban que el pueblo fuera el pueblo de Dios, el pueblo santo. Pero para Moshé ésta era la meta. Para alcanzarlo, generación tras generación había que elegir una y otra vez… Para Koraj el pueblo, como pueblo de Dios, ya era santo. Habían sido elegidos por Dios y [Dios] moraban en medio de ellos, así que ¿por qué habrían de necesitar más caminos y elecciones? El pueblo era santo tal como era, y todos los que estaban dentro de él eran santos tal como eran». (Martin Buber, Moisés: La Revelación y la Alianza).
La santidad es una opción, que se elige, se resignifica, se compromete con nuestros actos. La ley, que Moshé representa simbólicamente, nos dice que estamos sujetos a pactar una y otra vez con un orden que nos pone a nosotros en un nivel de igualdad con el otro. Y que la definición de santidad, muy lejos de darnos un status de privilegio, nos desafía a buscar en cada gesto cotidiano, nuestra responsabilidad como parte de este pueblo.
Y fíjense cómo un error de interpretación nos puede llevar a grandes equívocos: “y serán para Mí un reino de sacerdotes (mamlejet kohanim) y una nación santa (goy kadosh)”. Serán, es el verbo. En futuro, de acuerdo con sus actitudes. Serán es un punto de llegada, no una prerrogativa.
Nadie “es” santo por definición. Todos podemos llegar a serlo. Depende de nuestras opciones, todos los días. De nuestros compromisos con el prójimo, con Dios, con nuestras familias, con nuestro planeta.
La historia de la humanidad tuvo y tiene “Koraj” que se levantan sobre órdenes democráticos para encarnar superioridades aparentemente salvíficas. Arrastran a los más débiles, corrompen, negocian, y muchas veces llegan al poder. Así creo que Koraj convenció a tanta gente: prometiéndoles un camino corto- irreal- de acceso a lugares de privilegio. Cuando lo que la Torá propone es una ley cuyo espíritu es la solidaridad, la justicia y la responsabilidad por el otro.
El camino es mucho más largo y difícil.
La meta es la trascendencia de una vida que no quedará sepultada bajo el olvido de ninguna tierra.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen