PARASHAT BO: Dueños del tiempo

Estamos en parashat Bo, la tercera parashá del libro de Shemot, y estamos saliendo de la esclavitud a la libertad. Vendrán las últimas tres plagas, pasaremos la última noche en Egipto, habremos marcado nuestras puertas con la sangre del cordero que sacrificaremos la última noche y a la mañana siguiente saldremos a la nueva vida hacia la tierra de la promesa. Una parashá épica, memorable desde su contenido histórico.

Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año.” Shmot 12:2

Encontramos el versículo que dice que el mes de Nisan, el mes de la liberación (en el que festejamos Pésaj por este motivo) será el primero de los meses del año. El calendario del pueblo judío comienza con el registro de la liberación de lo que nos oprimió.

Aparece la pregunta acerca de cuándo festejamos hoy en día el comienzo de un año. De acuerdo con la Torá, en Nisán, recuerdo de la redención de la esclavitud a la libertad. De acuerdo con la Mishná, en Tishrei, aniversario de la creación del mundo.

El Rosh Hashaná de Tishrei marca un tiempo cósmico. Es Dios quien crea el tiempo para el mundo. Por tanto el tiempo nos fue dado como todo lo que contiene la creación. Es un momento único, fundacional de todo lo que devendrá en existencia de allí en adelante. Es el tiempo de Dios para nosotros. Y eso es lo que estamos festejando.

En esta parashá se relata acerca de esa última noche en Egipto. El 14 de Nisan, por la noche se debía ofrendar un cordero (que luego se transformaría en la ofrenda de Pésaj) y con su sangre marcar las jambas de las puertas de todas las casas de Israel. La Torá explica algo que nuestros exégetas se cuestionan: se pintan las puertas para que el ángel de la muerte pase por sobre las casas de los israelitas a la hora de la plaga de la muerte de los primogénitos y no mate a los primogénitos hebreos. Es lógico que Dios no necesite la marca en los marcos de las puertas. Es lógico que el Todopoderoso no precise señales para no “confundirse”. Las plagas anteriores también cayeron sobre toda la tierra de Egipto y no tocaron a los israelitas. ¿Por qué en ésta? ¿Por qué la marca?

Porque esta marca es la que anuncia el modo de contar el tiempo y recordar el momento en el que el tiempo comenzó a ser marcado por nuestros actos.

Ya no es Dios el que nos creó el tiempo.

Ya no es el Faraón el que definió nuestros tiempos.

Somos nosotros los que nos movemos hacia el tiempo que queremos comenzar a contar. Fijamos un hito que no tiene que ver con otros, sino con nosotros, para recordar ese instante desde el que construimos nuestra temporalidad, que no es vacía ni externa, sino una construcción activa que nos define y que a su vez nosotros definimos.

No es el tiempo en el que uno transcurre más allá de sus circunstancias, sino que son las circunstancias que nosotros decidimos, las que construyen nuestro tiempo.

La sangre en los marcos de las puertas, es la imagen de ese simbólico parto, que duele e incomoda y nos exige un gran esfuerzo. Allí comenzamos a ser pueblo, cuando dejamos de ser marionetas de otros en el tiempo y nos parimos a la nueva existencia, marcada por nosotros mismos.

Y si nuestro tiempo comienza con el recuerdo de nuestra liberación, deberemos entender que ninguna situación de falta de libertad es digna de nuestro tiempo y el de los que nos rodean.

Somos herederos de un tiempo libre y somos corresponsables de seguir marcando las puertas de todos los que están oprimidos, con actos que los ayuden y nos ayuden a quitarnos de encima todo lo que nos somete y asfixia.

Desde parashat Bo, el tiempo es nuestro. Y eso es bello y absolutamente comprometedor: depende de nosotros y de nadie más.