PARASHAT BEJUKOTAI: alzar la voz

Se termina el libro de Vaikrá, y como todo texto que desarrolla una preceptiva, es decir un conjunto de leyes que regulan la actividad individual y la colectiva de un pueblo, debe tener un registro de los premios y castigos, a la obediencia y a la desobediencia de las leyes.

Y así Im Bejuktai– si mis leyes van a cumplir, la recompensa será grata y la vida apacible.

Veim lo tishmeú ve lo taasú– pero si no van a escuchar y no van a cumplir, las consecuencias serán atroces. El resultado de la decisión de no cumplir con leyes que se ocupan de regular la desigualdad social, de responsabilizarse por el más vulnerable, de respetar a la humanidad; deviene en un panorama desolador.

¿De qué leyes estamos hablando, de qué leyes habla la Torá, en su gran mayoría?

Desde el asesinato de Hevel en manos su hermano, sabemos que shomer aji anoji– somos el guardián de nuestro hermano. Porque las sangres impunes de nuestros hermanos nos gritan desde la tierra.

Habla de vestir al que tiene frío; De abrazar al que está solo; De alimentar al hambriento; Habla de justicia, de respeto, de equidad; Habla de la santidad de la vida; Habla de la memoria y de la libertad; Habla de la construcción del concepto de hermano- que es aquél que vive conmigo, cerca; Habla de no agobiar, de no angustiar, de no vengar; Habla de amar al otro como a uno mismo.

Cuando esto no sucede, las consecuencias son nefastas; se genera una sociedad impía, sádica e impune.

Esta parte de la parashá, aquella que nombra las consecuencias, -insisto- por la decisión de no cumplir el camino de la ética y el respeto por lo humano que la Torá nos da como oportunidad de vida, se llama Tojejá– la amonestación, la admonición.

Y es tal el pudor que nos da el leer lo que muchos llaman castigo divino pero que yo decido llamar consecuencias por profanar la vida, que en la lectura pública de la Torá se lee en voz baja y rápidamente, casi sin respirar para terminarlo rápido, para que nuestros oídos no tengan que soportar la crueldad de las palabras y las imágenes que de éstas surgen.

Hoy me propongo no silenciar los efectos del abandono de la responsabilidad por el prójimo y el respeto a la vida.

Creo que tanto tiempo se dijo en silencio que se habilitó cierta naturalización de conductas que someten, ultrajan, humillan, abandonan, violan y matan la dignidad de las personas.

Es hora de volver a ponerle voz y tomar conciencia.

Lo único que no tenemos que hacer es silenciar la voz para evitar el desagrado.

Y sí… nos tenemos que incomodar. Como sociedad, como padres, como jóvenes, como jueces, como políticos, como líderes sociales, educativos y religiosos.

Tenemos que escuchar la Tojejá en voz alta.

Y sólo para que sientan lo que ya decía la Torá hace miles de años, recorté algunos de los versículos de la Tojejá de esta parashá para que los asociemos a las imágenes de horror de estos días, que tanto miedo tengo, se naturalicen y nos paralicen o en el peor de los casos, nos anestesien.

Si no nos comportamos ética y responsablemente de acuerdo con el plan de dignidad de la vida que la Torá nos marca, Dios dice:

Enviaré sobre vosotros terror,

Seréis heridos

Vuestra fuerza se consumirá en vano

Enviaré también contra vosotros bestias fieras que os arrebaten vuestros hijos

Traeré sobre vosotros espada

y seréis entregados en mano del enemigo.

Y comeréis la carne de vuestros hijos, y comeréis la carne de vuestras hijas.

y pondré vuestros cuerpos muertos sobre los cuerpos muertos de vuestros ídolos

Haré desiertas vuestras ciudades,

Tropezarán los unos con los otros

Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación…

Callarse es violencia. Tenemos que hablar, aunque duela. La Tojejá lo advierte. Y muchos viven haciendo oídos sordos, a ese susurro cuidadoso con el que la tradición nos pidió que lo leyéramos.

Es hora de volver a alzar la voz.

De no temer al horror del castigo. Ya lo hemos comprobado. No es el cielo el que derrama la ira. Son los actos de injusticia, de desidia, de omisión, es el accionar impune, mafioso y cobarde lo que destruyó la confianza, la calma, y el orgullo de ser una sociedad respetable, respetuosa, y en paz.

A decirlo en voz alta.

Que nadie más vuelva a quedar en silencio.

Shabat Shalóm,

Rabina Silvina Chemen.