PARASHAT BEHAR: Extranjeros y residentes

Turistas, migrantes documentados, indocumentados, jóvenes que van a hacer posgrados, artistas, desplazados, extranjerías legales, morales y metafóricas.

Así estamos como humanidad: llenándonos la boca hablando de las ventajas de la globalización pero que encerrándonos tras portones, rejas, cabinas de seguridad y candados cuando el que se acerca tiene algo que no reconocemos como propio.

Vivimos rodeados de extranjeros. Los que no nacieron acá y los que aún con el mismo documento que nosotros hemos decidido que no son parte. Los vivimos extranjerizando. Marcando diferencias que se traducen en falta de derechos. Al final, nuestro mundo se reduce a un puñado de los que nosotros llamamos iguales, pares… con quienes hablamos el mismo idioma, vestimos el mismo idioma, pensamos el mismo idioma… Y nuestro vocabulario se va haciendo cada vez más pequeño, porque se nos van acabando las novedades, aunque estemos llenos de actividades y fiesta y cursos y viajes, somos siempre los mismos.

Y esto no es un fenómeno de este tiempo, de fronteras permeables, de migraciones forzadas, de barcas que se hunden en los mares… Es una preocupación que tiene la Torá, que se repite una y otra vez, intentando salvarnos de la uniformidad y el conformismo.

La Torá enfatiza e insiste sobre el amor y la vigilancia hacia el que no conocemos.

Así en Shemot se nos va a decir:

Y no angustiarás al extranjero; porque Uds. saben cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fueron en la tierra de Egipto”. Shemot – Éxodo 23:9

Amen, pues, al extranjero; porque extranjeros fueron en la tierra de Egipto”. Devarim- Deuteronomio 10: 19

En el Talmud, en Baba Metzia 59b se menciona que el amor al prójimo aparece una sola vez en el texto bíblico mientras que el amor al extranjero se lo nombra 36 veces.

Extraño, extranjero, “guer”, en hebreo, palabra injustamente traducida como “converso”: aquél que no nació y quiere ser parte.

“Guer”-el extraño es alguien que “gar” (en hebreo)- el que vive contigo, cerca, pero que por algún motivo no te pertenece. Extranjeros de otros colores de piel, de otras clases sociales, de otras religiones, pero también extranjeros dentro de tu casa, entre tus propios hermanos y hasta tus hijos, aquellos que no sientes parte de tu forma de concebir el mundo.

La Torá se ocupa especialmente de nuestra actitud hacia los “guerim”, porque nadie más que nosotros como pueblo sabe lo que eso significa, aunque juguemos a olvidarlo.

Y éste es uno de los temas de nuestra parashá: Parashat Behar.

וְכִי-יָמוּךְ אָחִיךָ, וּמָטָה יָדוֹ עִמָּךְ–וְהֶחֱזַקְתָּ בּוֹ, גֵּר וְתוֹשָׁב וָחַי עִמָּךְ.

En caso de que un hermano tuyo empobrezca y sus medios para contigo decaigan, tú lo sustentarás como a un extranjero y residente (en hebreo “guer vetoshav”), para que viva contigo”.  Vaikrá- Levítico 25:35

“Guer vetoshav” “extranjero y residente” es una palabra compuesta por dos palabras: Guer y Toshav.” Guer” el que es de afuera, el extranjero. “Toshav”, el que reside con uno.

Cuando veas que alguien que no pertenece a tu círculo íntimo, conocido y seguro está necesitando medios para vivir, dignidad para seguir vivo, tienes que ver en él un hermano que reside contigo.

Así lo dice Rambám, Maimónides: «Uno debe actuar hacia los extranjeros residentes con el mismo respeto y la bondad amorosa como lo haría con un compañero judío.» (Hiljot Melajim 10:12).

La pregunta que me hago hoy es cuánta bondad amorosa tenemos para desplegar con otros, otros en general, con todos los que llamamos extranjeros aunque vivan con nosotros, entre nosotros.

La legislación sobre el “Guer Toshav” es extensa y profunda. Y no se basa en el pragmatismo, sino es un principio religioso.

La historia de nuestro pueblo está plagada de situaciones en las que nosotros reclamamos nuestros derechos como minoría en tantos países en los que nos veían como extranjeros detestables y desechables. Así lo hicieron con nosotros los imperios en la antigüedad, las monarquías medievales, las guerras de religión, los fascismos y los nazismos con diferentes denominaciones, de acuerdo con el capítulo de la historia.

Reclamamos por nuestro bienestar, por nuestra libertad, por nuestra economía, por el derecho a nuestras creencias y nuestras vidas a lo largo de casi toda la historia. Y hoy, si bien el prejuicio contra lo judío no quedó en el pasado sino que sigue vivo, hoy son otros con otros rostros, que están pidiendo por su bienestar, su libertad y el derecho a vivir en dignidad en alguna parte del mundo.

Decía, Elie Wiesel cuando recibió el premio Nobel de la Paz en el año 1986, con la autoridad que le daba el haber vivido en carne propia los horrores de la persecución nazi:

Y es por eso que juré no volver a estar en silencio cada vez que allí donde los seres humanos padezcan sufrimiento y humillación. Debemos tomar partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al torturador, nunca al atormentado. A veces tenemos que intervenir. Cuando las vidas humanas están en peligro, cuando la dignidad humana está en peligro, las fronteras y las sensibilidades nacionales se vuelven irrelevantes. Allí donde hay hombres y mujeres que son perseguidos por su raza, religión u opiniones políticas, ese lugar debe – en ese momento – a ser el centro del universo.”

No hace tanto que esta gran persona, de enorme humanidad, dijo esto.

Allí donde alguien es perseguido, hacia allí se debe correr el centro del universo. Hacia allí debe gravitar nuestra mirada y nuestro accionar.

Y sí, muchas veces nos amparamos en la neutralidad. No nos metemos. “-Son temas políticos”. “-Son asuntos que debe arreglar el Estado”. “-Si yo no le hago daño a nadie”. “-No me meto con nadie”. “-No me metan en lo que no me interesa”. “-Tengo derecho a resguardarme y a cuidar de los míos”.

Parecen argumentos correctos.

Y es verdad.

Son correctos.

Pero no es esa corrección la que nos pide la Torá, y nuestra pertenencia a este pueblo de sobrevivientes a pesar de sus extranjerías…

Se nos pide que hagamos de aquél que ubicamos en el casillero del extranjero, un “guer vetoshav”, un extraño que de algún modo le hago lugar en mi vida, para que resida en ella.

Cuando no toleremos la justificación y nos duela la carencia, cuando no aceptemos más argumentos que fundamentan nuestras indiferencias, cuando nos conmuevan otras lágrimas, otras suciedades, otros olores, y aceptemos que nadie elige la miseria y la necesidad, sólo allí habremos aprendido la lección de nuestra propia historia.

Porque nadie más que nosotros podemos entender el alma del que nos está pidiendo que no dejemos de mirarlo…

Porque fuimos ellos.

Porque somos ellos.

Aunque nos empeñemos en olvidarlo.

Shabat Shalom

Rabina Silvina Chemen.