PARASHAT BALAK: Si no hay igualdad, no hay ohel

Parashat Balak, y repito lo que decimos siempre, nos convoca a un relato de fantasía, que desde su literalidad nos dificulta la conexión con un sentido profundo. Un cuento, casi con formato de cuento de niños, en donde hay malos, buenos y el final, como todos, aleccionador: gana el bien, ganan los buenos.

Ya se encargó la exégesis de encontrarle sentido a un brujo que dice repetir lo que Dios le manda, que es contratado por un rey para maldecir al pueblo, una asna que ve al ángel de Dios y habla con su jinete, y el final, una bendición en la boca de quien se suponía iba a destruirnos por arte de magia, literalmente.

Entre todo lo escrito, intentando comprender cuál es el mensaje de esta historia leemos que el Talmud, en Masejet Sanhedrin 105b, trata de explicar qué iba a decir Bilam, el brujo, y qué fue lo que dijo.

(Bilam) Trató de decir que los israelitas no tendrían sinagogas ni casas de estudio, e iba a pedir que la Divina Presencia no descanse sobre ellos. En lugar de eso, se vio obligado a decir: ¡Cuán buenas son tus tiendas, Yaakov, los lugares de tus reuniones espirituales, y todos los lugares donde la presencia de Dios mora entre vosotros! Ma tovu ohaleja Yaakov, mishkenoteja Israel.”

Si lo leemos ajustándonos al tiempo histórico de los sucesos, esta explicación rozaría la ridiculez: ¿quién podría pensar en sinagogas y casas de estudio, cuando aún estábamos en la tierra de Moab, por entrar a la tierra de la promesa, después de 40 años de errancia, con una generación nacida en el desierto, a la que la habían asignado una genealogía con la que no habían tenido ningún tipo de contacto?

Me voy al escritor Gerard Haddad, en su libro “El hijo ilegítimo” y le tomo prestado un fragmento:

Primero, una Ley escrita; “la Torá según la escritura” contenida en el Pentateuco, aumentada por cierto número de escritos canónicos, es decir, la Biblia hebrea. …

Luego, una Ley oral, “Torá según la boca” que precisa y comenta la Ley escrita….

La escritura debe ser sostenida por la palabra. Es necesario que el estudiante pase por la palabra de otro, le otorgue fe. La tesis que se basa únicamente en lo escrito es insostenible. En la relación transferencial maestro- alumno es donde se funda una verdadera enseñanza.

Acá estamos nosotros, entre la Torá shebijtav, la Torá según la escritura y la Torá shebeal pe, la Torá según la boca.

Entre una historia fantástica y una explicación anacrónica.

La maldición que tenía Bilam para el pueblo de Israel, de acuerdo con el Talmud, era que no tengan ni sinagogas ni casas de estudio. Y de algún modo, si esto se hubiera cumplido, sin casas de estudio, sin la sacralidad que se le otorgó al estudio y la transmisión, nosotros, como pueblo, hubiéramos desaparecido.

Pero cuando la maldición se le trunca en los labios de Bilam, lo que sale de su boca no es lo opuesto a lo que tenía en mente, de acuerdo con lo que los sabios del Talmud elucubran. No es que dice: “serán bendecidos con casas de oración y de estudio, sino que dice: Qué buenas son tus tiendas Iaakov, tus moradas, Israel.

La bendición recae sobre la mirada de los hogares, de las casas de cada uno de los miembros de Israel.

Piensa maldecir con la ausencia de casas de estudio y lugares de oración.

Y bendice con la belleza de los hogares.

Y miro la realidad del mundo judío hoy, las noticias que vienen de Israel, los conflictos entre las diferentes ramas del judaísmo en muchos países de la diáspora y pienso… los sabios del Talmud no estaban tan errados… lástima que no los han tenido en cuenta.

Defendiendo las “casas de oración”, fanáticamente, con el odio y la denigración jamás imaginada en el seno de nuestro pueblo, se olvidan de la belleza del hogar; se olvidan de criar a los hijos dentro de un pueblo en el que lo primero que se enseña en la casa es a amar, respetar, escuchar, convivir, hacerse cargo del prójimo…

Hoy la pelea es el Kotel y las “aprobaciones legales” de un rabinato que le conviene a cierto gobierno en desmedro de Klal Israel, un pueblo de Israel diverso, multifacético, variado y armónico, como aquel campamento que avizoró Bilam, el brujo, pagano y extranjero y que nosotros, hoy como pueblo, no podemos sostener.

Si Bilam hoy fuera contratado para maldecir al pueblo y si se parara en algún monte en Yerushalaim, no podrían salir de su boca las palabras Ma tovu ohaleja Iaakov, mishkenoteja Israel. Porque mientras degraden la condición judía, cuando no es dentro de sus propios decretos, mientras la igualdad no sea un horizonte, mientras la interpretación se silencie en pos de dogmas establecidos por unos pocos, no hay ohel, no hay tienda, no hay hogar, no hay morada y Dios, si se me permite, habrá sido expulsado.

Celebro aquella imagen de ese pueblo de Israel, cada uno con su bandera, con su color, con su estandarte, con su nombre, todos equidistantemente mirando hacia el Ohel, aquel centro sagrado que posibilitaba la mirada de todos, y en el que todos tenían lugar.

Lloro la imagen de este pueblo de Israel, en el que algunos detentan una autoridad totalitaria por sobre los textos sagrados, las prácticas, la historia y los lugares de los que todos somos herederos.

Por favor, no lo llamen hoy a Bilam. Tenemos que componer las casas primero, para no caer en una maldición completa.

Shabat Shalóm,

Rabina Silvina Chemen.