Me cuesta tanto comentar una parashá como Pinjás en este tiempo de dolor y locura que estamos viviendo como pueblo. Una historia que comienza con el final del relato de la parashá pasada. El nieto de Aharón, Pinjás, en un rapto de fanatismo, creyendo que defiende una causa justa, mata al príncipe de la tribu de Shimón, Zimrí junto a la princesa midianita, Cozbí, que estaban brindando un espectáculo obsceno delante del Santuario a los ojos de todos. Podríamos quedarnos acá y analizar los prolegómenos del acto realizado por estas dos personas, en un contexto en el que los jueces no actuaron a tiempo -a pesar del pedido de Moshé- librando la escena a que otros tomen en sus manos el liderazgo.
Sin embargo, quiero llegar a esta parashá. Dios celebra con este personaje, Pinjás, un pacto de paz; su pacto de paz, “brití shalom”, “mi pacto de paz”-
הִנְנִ֨י נֹתֵ֥ן ל֛וֹ אֶת־בְּרִיתִ֖י שָׁלֽוֹם.
“He aquí que Yo le confiero a él Mi pacto de paz” (Bemidbar – Números 25:12)
Nada puedo ni justificar ni entender ni lo que hizo el príncipe de la tribu de Shimón, ni lo que hizo el sacerdote Pinjás ni tampoco lo que hizo el mismo Dios.
Las interpretaciones de nuestros sabios no son unívocas. Algunos justifican y valoran la acción de Pinjás que asumió un rol cuando todos estaban inmóviles. Otros advierten sobre los riesgos del fanatismo; con cierto pudor porque al hacerlo también deben resignificar el pacto de paz de Dios. Es difícil mostrarse crítico con la divinidad…
Tenemos que encontrarle otro sentido. Busquemos hasta lograrlo.
La puerta para entrar a otra lógica de lectura es la escritura en el rollo, en la que la palabra “shalom- paz” tiene una letra quebrada. La “vav”, es decir la que su sonido es la “o”, tiene el trazo roto, incompleto. Y es en la fisura en la que podemos animarnos a cierto haz de luz.
Mirando la rotura de la letra justamente en estos días del calendario en el que estamos atravesando las tres semanas de duelo (que para nosotros comenzaron este año el 7 de octubre del año pasado) voy a la Mishná que relata las calamidades que sucedieron un 17 de tamuz, el día que comienza este período que culminará (si Dios quiere para todos) el 9 de Av.
Mishná Taanit 4:6
“Cinco calamidades les sucedieron a nuestros antepasados el 17 de Tamuz, y otros cinco desastres ocurrieron el 9 de Av. El 17 de Tamuz, Moshé rompió las tablas cuando vio que los judíos habían hecho el becerro de oro; la ofrenda diaria fue anulada por las autoridades romanas y nunca más se sacrificó; los muros de la ciudad de Jerusalén fueron violados; el general Apostemos quemó públicamente un rollo de la Torá; y Menashé colocó un ídolo en el Santuario…”
Cuántas roturas vivimos como pueblo, comenzando por las Tablas rotas, libros de Torá quemados, exilios, inquisiciones, Shoá, guerras, y este tiempo de tanto dolor…
La palabra paz está rota, desde entonces, esperando que alguien la componga. Dios regala un pacto de paz, como anhelo, para que nos hagamos cargo de tomar las partes hechas añicos y las ensamblemos para poder pronunciar esta palabra.
Jamás el fanatismo salvaguarda el honor de ningún pueblo. Jamás la venganza traerá la paz. El sabio bíblico Ovadia Sforno (s. XV-XVI) comenta al respecto:
“Las pérdidas ocurren solo como resultado de enfrentamientos entre opuestos.” En este contexto ya se nos hace insoportable tanta pérdida. Es urgente poder pensar en otra resolución que nos permita concretar este pacto de paz que nos llama a restituirlo con nuestras acciones.
Algunas exégesis como la traducción al arameo del Targúm Yonatán, el midrash de Pirkei de Rabí Eliezer, entre otros, indican que Pinjás es Eliyahu; es decir el que anunciará la redención. Una analogía un poco forzada si uno no la leyera como un modo hacerle decir a la Torá otra historia. Veamos cómo lo interpreta el rabino Arthur Green en su libro “To dwell within them”:
“La protesta contra este versículo comienza en el propio texto de la Torá. Si observamos con atención el rollo de la Torá, veremos que la palabra shalom está escrita con una línea discontinua muy poco frecuente en la vav. Parece que alguien en una etapa bastante temprana de la cadena de transmisión (estas anotaciones masoréticas son del siglo VIII-IX) necesitaba encontrar una manera de decir que la “paz” de este pacto no era del todo completa. O al menos que él no estaba del todo “en paz” con ella.
Pinjás es uno de los héroes bíblicos más difíciles para los judíos de nuestra época. La tradición de que renació como Elías quizás también indique que ya en la antigüedad se comprendía que necesitaba un “cambio de imagen”. Elías es un heraldo de la redención universal. La venganza tribal debe ser conquistada antes de que esa redención pueda llegar. Elías tiene que volver no sólo “los corazones de los padres hacia los hijos y los corazones de los hijos hacia los padres”, sino también los corazones de Midián hacia Israel y los corazones de Israel hacia Midián. Sólo entonces podrá anunciar al Mesías. Parece apropiado que Pinjás, reencarnado como Elías, sea quien transmita este mensaje. Incluso él tiene que estar convencido.”
Muchos temas para analizar en esta interpretación. En primer lugar, la palabra paz y su rotura es un acto de protesta. Luego, la asociación de Pinjás con Eliyahu no es inocente. Estamos en contra de liderazgos como Pinjás. Estamos en contra de derramar ríos de sangre para ajusticiar en nombre de vaya a saber qué monigote al que llaman Dios. No es la guerra que trae la paz. No es el odio el que traerá la calma. Eliyahu representa esa voz que no nos deja bajar los brazos. Cuando los pueblos puedan mirarse unos a otros y hacer la paz, entonces el profeta anunciará la llegada del Mesías, y quizás podamos anunciar que el sefer Torá será nuevamente escrito para sanar la herida de esa paz que desde entonces parece imposible de alcanzar.
Una paz que tiene que comenzar por casa; como escriben los sabios en el tratado de Zevajím 101b: “Pinjás no se convirtió en sacerdote hasta que hubo hecho la paz entre las tribus” (es decir. entre las tribus de Reubén, Gad, la mitad de Menashé y el resto de Israel.) Si no hay paz dentro de los pueblos nadie merece ser llamado líder religioso, nadie puede atribuirse ese contacto con lo trascendente.
Estamos viviendo en el medio de esa letra rota y se nos hace difícil poder hablar de paz. Pero debemos hacerlo. Nos urge hacerlo. Intentaremos con ese hilo de voz que nos queda, recordar cómo suena esa letra que nos pide que unamos nuestros extremos para acercarnos a ese punto intermedio que cierre la herida.
Y hacer realidad este pacto de paz que desde hace tanto nos está esperando.
Rabina Silvina Chemen.
