Estamos en casa, pasamos la extraña experiencia de rezar en soledad y a su vez más acompañados que nunca. Y antes del desafío que significará el extenso día de Iom Kipur y su ayuno, una nueva convocatoria: Shabat Shuvá- el Shabat del retorno, el Shabat para volver.
Se preguntarán a dónde hay que volver cuando hace tantos meses que estamos en el mismo lugar. Y creo que justamente, porque estamos en esta sensación de no poder movernos es que este Shabat es tanto más interesante. Tenemos que hacer un movimiento.
Este Shabat tiene nombre propio; Shabat Shuvá, debido a que leeremos la haftará del profeta Hoshe- Oseas que comienza con las siguientes palabras: “Shuva Israel- vuelve Israel, al Eterno tu Dios porque has caído por tu iniquidad.” (14:2).
El Shabat de la vuelta. El Shabat del regreso a la esencia, a uno mismo, al Eterno, al proyecto de ser humano que soñamos ser.
Volver implica saber de dónde salimos. Para poder volver uno tuvo que haber probado salir en algún momento. Y quizás ésa sea la dialéctica que proponen los Iamim Noraim. Para volver, tenemos que evocar el lugar del cual partimos, transitar los motivos por el que lo hemos abandonado, revisar que donde estamos es donde elegimos y pactar con una vuelta que es, de hecho, un nuevo comienzo.
Por ahora parecieran sólo buenas intenciones, difíciles de hacer las prácticas concretas pero los textos de nuestra tradición pueden ayudarnos
La Haftará de esta semana está precedida por parashat Haazinu: un poema de 70 líneas dicho por Moshe al pueblo de Israel en el último día de su vida. Llamando al cielo y la tierra como testigos, Moshe exhorta al pueblo «Recuerda los días de antaño”. Así comienza:
“Escuchad, cielos, y hablaré; Y oiga la tierra los dichos de mi boca.” (Devarim- Deuteronomio 32:1)
No es menor que terminemos prácticamente el ciclo anual de lectura de la Torá con poesía. Entre tanta noticia de enfermedad, tanto discurso de confrontación y miedo, hacemos un alto para conectar con un texto que además de contenido aporta belleza, en su métrica, su metáfora, su pulso… como diciéndonos que el lenguaje tiene otras funciones… y una de ellas es aportar caricias en medio de tanto golpe…
Este poema; complejo, profundo, denso, pleno de conceptos trascendentes en escasos párrafos trata de fidelidad, responsabilidad, cumplimiento de preceptos, angustias, rebeldías, temores, reconciliación, esperanza y renacimiento esplendoroso.
El comienzo de este proceso que va de la fidelidad a la rebeldía y de la angustia a la esperanza tiene dos ejes claves:
¡ESCUCHAD!, es el primero.
Todos estos días de Iamim Noraim estamos en un estado diferente, de sensibilidad y especial atención a nuestras conductas y nuestras historias. La Teshuvá comienza con una gran voluntad de escucha: escucha tus propios mensajes, escucha a tu conciencia, no la engañes ocultándote de tí mismo o justificando tus acciones, escucha a los que viven contigo; a veces, de afuera las cosas se ven más claras, o se manipulan menos. Escucha la voz de tus mayores, escucha a tus hijos cuando te devuelven una imagen de ti mismo, escuchá a tu amor, o a tu amigo más cercano. No niegues las escuchas que pueden devolverte en espejo tu propia imagen. Escucha las palabras que la tradición de Israel tiene para acompañarte en este proceso. No las dejes pasar de largo. Es una experiencia invalorable de crecimiento y coraje.
Y a su vez, aprende a decir que no a lo que escuchas y te hace daño. Tienes derecho a cerrar tus oídos cuando tu corazón no tolera, cuando lo que se dice te lastima la calma.
El segundo eje son los testigos que pone Moshé en su relato: los cielos y la tierra. La trascendente con lo mínimo, lo extraordinario con lo aparentemente cotidiano, lo sagrado y lo profano. La Teshuvá es la búsqueda de ese punto de equilibro, del balance entre las figuraciones externas y la vida diaria, entre el status y el detalle de la rutina, entre la belleza y el disfrute, el esfuerzo y las caídas.
La Teshuvá te interpela en tus aspectos más elevados como en la pequeñez de todos los días, que es, de hecho, donde pasamos la mayor parte de nuestras vidas. Quizás el llamado es hacer trascendente lo pequeño mucho más que a aspirar grandes alturas.
Cielo y tierra nos recuerdan una leyenda tamúdica en Masejet Yevamot 105b:
Mientras, Rabí Ḥiyya y Rabí Shimon bar Rabbi Yehuda HaNasi estaban sentados fuera de la casa de estudio, inmersos en el aprendizaje de la Torá, uno de ellos comenzó y dijo: Quien ora debe dirigir su mirada hacia abajo mientras ora, como dice Dios con respecto al Templo Sagrado: “Y mis ojos y mi corazón estarán allí para siempre” (Reyes I 9: 3) , lo que significa: La Presencia Divina descansa en la tierra de Israel, y uno debe dirigir su mirada a la tierra sagrada cuando se reza.
Y uno de ellos dijo que debía dirigir la mirada hacia arriba, porque se dice: “Levantemos el corazón con las manos hacia Dios en el cielo” (Lamentaciones 3:41). Mientras tanto, Rabí Ishmael, hijo de Rabí Yosei, vino a su lado. Les dijo: ¿Con qué están lidiando? Le dijeron: Con la oración, ya que estamos debatiendo la postura adecuada para la oración. Él les dijo: Mi padre, el rabino Yosei, dijo lo siguiente: Quien ora debe dirigir sus ojos hacia abajo y su corazón hacia arriba, a fin de cumplir ambos versículos.
Especialmente en este tiempo debemos focalizarnos en ambas dimensiones: hacia la tierra, hacia aquellos cuyas vidas nosotros tocamos, hacia nuestras acciones pequeñas en nuestras casas, en esta interioridad que estamos viviendo en tiempos tan difíciles; y hacia el cielo, el lugar de la trascendencia, de los sueños, del “vamos a estar bien”, el lugar de Dios, de las utopías, de lo imprescindible para conectarnos con algo más allá de nosotros mismos, en este tiempo tan complejo, que nos motiva a seguir siendo y buscando quiénes queremos ser.
Volvamos.
Volvamos juntos.
Aprovechemos este Shabat para volver a escucharnos.
Definamos nuestros cielos y nuestras tierras.
Animémonos a los recorridos, a ver lo que no nos gusta y a felicitarnos por los logros.
Volvamos a comenzar.
Como cada año.
De eso se trata.
¡Shabat Shalom!
¡Gmar Jatima Tová!
Rabina Silvina Chemen