«Lo que perdura es aquello en lo que nos detenemos» Edmond Jabes. Del desierto al libro.
En este Shabat tendremos que pensar qué perdurará de estos días de Pesaj en un tiempo del mundo tan único e incierto.
Vehigadeta Lebinjá… Y le contarás a tu hijo.
Ésa es la mitzvá más grande de la festividad de Pésaj.
Y ¿qué les contaremos a nuestros hijos?
Pesaj no es sólo la evocación de una historia pasada con cierto final feliz.
Hablamos con distancia de los procesos que esclavizaron a nuestro pueblo. Preferimos quedarnos con la epopeya de la salvación y de un plumazo, atravesamos siglos de opresión y sojuzgamiento, porque la historia cuando no se la habla, comienza a hacerse invisible.
Y es verdad que la memoria es selectiva.
Y por eso estos días tenemos que hablar de la memoria.
Heschel escribió en 1970 que “la oración no tiene sentido a menos que sea subversiva, a menos que busque derrocar y arruinar las pirámides de la insensibilidad, el odio, el oportunismo y las falsedades.”
El ritual da forma. Ordena. Organiza. Está muy bien que nos ocupemos del ritual con tanto amor y dedicación. Pero lo que pasó en la historia, tantos miles de años atrás, se sigue contando y vaya si sabemos este año más que nunca que lo que pasó y pasa tiene sus consecuencias.
Cuando los imperios constructores de pirámides desvalijan al planeta y a quienes lo habitan hasta que la plaga se cierne sobre todos.
Cuando para salvarnos nos tenemos que quedar adentro y nos damos cuenta de cuán infértiles son los discursos de poder, cuando un diminuto virus mutado nos vuelve a todos al lugar que tanto tendríamos que haber mirado más y cuidado más; como nuestra casa y nuestros queridos.
Cuando hablamos de aquella noche, de miedo y esperanza; de ofrenda y de incertidumbre, estamos hablamos de ellos y hablamos de nosotros.
Tenemos que pensar qué les diremos a nuestros hijos acerca de los faraones que hoy que en nuestro tiempo nos han esclavizado y nos hicieron creer que las pirámides ocupaban el lugar de lo sagrado.
Tenemos que hablarles del motivo renovado de la lechuga en nuestra keará y volver la mirada hacia atrás para registrar cuántas veces creímos que elegíamos lo dulce cuando en realidad lo que había en el centro era su tronco amargo.
Sentimos orgullo al hablar de milagros en este Pésaj. Pero no podremos quedarnos sentados esperándolos.
El pueblo de Israel, la noche anterior a la salida tuvo que ofrendar un cordero y comerlo de modo tal que no quede nada sobrante, fue por eso que se juntaron entre varias familias para cumplir con este mandato. Tendremos por tanto que pensar con quiénes compartimos, a riesgo de guardar menos. Y ligar los discursos de la libertad, con los de la generosidad, la responsabilidad y el cuidado.
Tendremos qué decidir qué contenido tuvieron las plagas para nosotros en nuestra mesa, en la que vaciamos nuestras copas gota a gota, mientras las nombrábamos: los ríos contaminados, los animales que aparecen por las ciudades, la peste, la enfermedad…
Creíamos que Pésaj era una fiesta de la historia.
Y este año comprobamos que es una advertencia a la des-memoria.
Para no dejarnos embaucar por imperios de espejos de colores que, a la larga, traen mutaciones inesperadas que nos dejan a todos sin defensas.
Estos días, cuando tenemos más tiempo para pensarnos que nunca, esperemos poder usarlo para buscar las mejores palabras y gestos que le pongan contenido a una memoria que si no, está condenada a hacerse invisible. Para que a la historia no se la trague la tierra y no se quede muda tenemos que aportarle nuestro decir. Nuestro compromiso con una experiencia que trascienda una o dos noches rituales. Es nuestra posición en la vida sobre los temas que mueven al mundo: la libertad, el consumo, la desigualdad, la contaminación, la opresión, la invisibilidad, el odio, el destierro, la desconfianza, el acostumbramiento, la explotación, el silencio, la complicidad y la complacencia, entre tantos…
Ma nishtaná cantamos en la noche de Séder.
Pero la pregunta es Ma ishtané, qué haremos de diferente para no quedarnos impávidos ante tantas realidades que nos vuelven a llevar a Egipto, y nos reeditan imágenes de dolor e incertidumbre.
Hashatá avdei- este año estamos encerrados,
leshana habaa benei jorin, que el año que viene seamos libres.
Shabat Shalom. Moadim Lesimja,
Rabina Silvina Chemen