Esta parashá siempre me conmueve.
Condensa en todas sus historias el camino de un ser humano devenido en patriarca con todas sus luces y sombras. Texto plagado de metáforas que a veces inspiran ternura y otras, hostilidad. Las metáforas nos ayudan a visualizar una multiplicidad de sentidos que una narrativa descriptiva no podría otorgarnos. Entre ellas, este texto tiene la metáfora de la escalera, visión de un sueño que tiene Iaakov, no en una situación onírica inspiradora, sino en medio de una huida. A veces la poética viene de la mano del dolor y nos permite entender en esa imagen todo lo que nuestra mente y nuestro corazón no se permitieron ver. A Iaakov le sucede lo mismo. Se recuesta a dormir en el medio de su caminata, porque cayó la noche y sueña con una escalera y ángeles que suben y bajan de ella. Sueña con la voz de Dios que le reafirma la promesa que les hizo a sus antepasados y se despierta con esta revelación:
וַיִּיקַץ יַעֲקֹב, מִשְּׁנָתוֹ, וַיֹּאמֶר, אָכֵן יֵשׁ יְהוָה בַּמָּקוֹם הַזֶּה; וְאָנֹכִי, לֹא יָדָעְתִּי.
Y despertó Iaakov de su sueño, y dijo: Ciertamente Adonai está en este lugar, y yo no lo sabía. Bereshit 28:16
Esta afirmación tiene dos partes: que Dios estaba allí y que él no lo sabía- anojí lo iadati- yo no lo sabía
Intentemos juntar estas dos afirmaciones. Quizás comprender qué es lo que no sabía nos ayude a descubrir en qué lugares encontramos a Dios.
Rashi lo interpreta así:
“Y yo no lo sabía”- puesto que si lo hubiera sabido no hubiera dormido en este lugar sagrado”.
Rashi lo comprende literalmente. Dios está en espacios determinados que hay que respetar. Y dormir allí fue percibido como una falta de consideración por parte de Iaakov.
Sigamos buscando…
Ovadia ben Jacob Sforno interpreta que Iaakov durmió en un lugar en el que estaba preparado para la experiencia profética:
“Ciertamente Adonai está en este lugar,” No hay duda de que este lugar está establecido para la profecía, después de haber visto una visión como ésta sin pretender profetizar, pues en verdad el profeta debe preparar sus facultades intelectuales, según las variaciones de lugar y atmósfera… Pero –no lo sabía, porque si lo hubiera sabido, me habría preparado para la profecía, pero no lo hice.”
Sforno lo percibe a Iaakov desilusionado de sí mismo por no haber podido comprender que allí Dios quería prepararlo para la profecía y él no supo aprovechar esa circunstancia.
Busquemos más interpretaciones…
Rav Pinchas Horwitz, un estudiante del Maggid de Mezeritch, pone el centro de atención en la palabra «anojí» – yo. Y separa al versículo en dos. Dios está en este lugar. Y para poder percibirlo tengo que “desconocer” al yo. Anojí lo iadati- debo dejar de ocupar todos los espacios, debo vaciar mi ser de esa sensación todopoderosa de saberlo todo, quererlo todo, poderlo todo. Dios estuvo aquí todo el tiempo, y la razón por la que no lo sabía es porque estaba demasiado ocupado prestándome atención a mí mismo»
Algunos hablan de la “anulación del yo”, una perspectiva de humildad que nos permite ver a Dios, percibir su presencia y por lo tanto modificar el curso de nuestras vidas.
Sin embargo y con todo el respeto a todos mis maestros y maestras en cada generación, me atrevería a mirarlo desde una perspectiva diferente.
La sorpresa de Iaakov al percibir la presencia de Dios fue haberse dado cuenta cuán poco se conocía a sí mismo. Ciertamente está Dios en este lugar, y no me daba cuenta, porque “anojí” a mí mismo, “lo iadati” no me conocía.
Estamos con un Iaakov que mientras huye de la presencia de su hermano y de la vergüenza de haber engañado a su padre ciego y de la tristeza de saber que no verá más a su madre… se da cuenta que desde que nació intenta ser otra cosa que no sea sí mismo. Quiere salir primero del vientre de su madre, quiere ser el primogénito, quieres ser cazador, robusto, quiere ser otro… y así no se lo encuentra a Dios, así no se percibe la trascendencia de la vida, la oportunidad de vivir fortalecidos espiritualmente y encontrarle sentido a la existencia.
Y no sólo Iaakov huye.
Muchos somos seres humanos “en serie” en fuga de nosotros mismos. Huimos de quienes somos, porque la sociedad de consumo, de masas, de anonimatos y homogenizaciones nos prescribe no gustarnos, no aceptarnos, no querernos, no escucharnos, no respetarnos a nosotros mismos. A veces nos asusta la crueldad que muchos tienen para con sus prójimos. Más peligrosa aún es la impiedad con la que nos tratamos a nosotros.
Y en esa huida nos perdemos la maravillosa experiencia del sentido profundo de la vida; el encuentro con Dios que nos reconfirma que tenemos derecho, como lo ángeles, de elevarnos en los peldaños de la trascendencia, aspirar a vida plenas, sinceras, coherentes y sobre todo fieles a nosotros mismos.
¿Cómo ser fieles a Dios si somos infieles con nuestras almas y nuestro ser?
Iaakov inicia en esta parashá el camino hacia sí mismo. El final de su vida será una confirmación: Anojí- a mí- Iadati– aprendí a conocerme.
Le llevará tiempo y mucho esfuerzo desandar tanto tiempo de ocultamiento y evasiones.
La experiencia de sentir la presencia de Dios lo despertó- en su sueño- a cuánto había dormido su propio ser, cuánto había desoído su voz, cuánto había desaprovechado ese lugar único que cada uno tiene para aportar.
Nosotros en momentos de dificultad y desesperación buscamos a Dios, le pedimos respuestas, desearíamos ser como Iaakov que puede dormir y ver su presencia en esa escalera. Quizás sería mejor abrir los ojos, volvernos a mirar, registrar cuán fieles a nosotros mismos hemos sido o cuánto nos disfrazamos de “otros” para vivir vidas prestadas.
Dios está allí donde cada uno se atreve a desplegar el verdadero “anojí”, en plenitud. Sin mentiras, sin argucias, sin miedos, sin vergüenza.
Iesh Adonai, Dios está. Es cuestión de saber si también estamos nosotros.
Shabat Shalom
Rabina Silvina Chemen