Yaakov despertó de su sueño y dijo: «¡Ciertamente Adonai está en este lugar (lit. “hay Dios en este lugar”) !, y yo no lo sabía!» Bereshit- Génesis 28:16
Los que me conocen de tantos años de comentarios de la parashá semanal sabrán de mi cuidado al hablar de la “presencia” de Dios como un dato manejable en nuestro intelecto y discursividad. Me niego a hacerlo porque el lenguaje, equívoco y limitado, no puede nombrar la presencia divina sin recortar su magnificencia. Sin embargo, el que habla hoy es Yaakov nuestro patriarca que, al escapar del enojo de su hermano Esav después de haber sido engañado, sueña con la famosa escalera con ángeles que suben y bajan y concluye que Dios estaba allí- o “hay Dios en este lugar”, como está escrito literalmente en hebreo- y yo no lo sabía.
Recorramos algunos comentarios para luego, quizás, poder arribar a algunas conclusiones
Rashi (s. XI) “Y NO LO SABÍA — Si lo hubiera sabido, no habría dormido en un lugar tan sagrado como este.”
La pregunta que se hace Rashi es sobre la sorpresa de Yaakov… ¿acaso es necesario SABER dónde está Dios? ¿Qué es lo que no sabía? ¿Qué hay que saber sobre la existencia de Dios?
Sforno (s. XV-XVI) “NO SABÍA: si lo hubiera sabido, me habría preparado para recibir estas percepciones divinas (lit. profecía), pero no lo hice.”
Este comentario me lleva a preguntarme: ¿Acaso hay situaciones en las que Dios no está con nosotros, o por las que necesitamos prepararnos?
Haamek Davar- Naftali Zvi Yehuda Berlin (s.XIX) “SEGURAMENTE HAY DIOS EN ESTE LUGAR Y YO NO LO SABÍA. Lamentó haber dormido en ese lugar, en el cual hubo una revelación de la Presencia de Dios. Y hubiera sido mejor en ese mismo momento haber orado profundamente y haber hecho peticiones, estando despierto.”
Me reconforta este comentario al sentir en las palabras de Yaakov cierta pena por no haber disfrutado más esa experiencia, que la tuvo en sueños…Quizás nuestro patriarca ensimismado en su huida y por qué no, en su remordimiento, no pudo abrir su conciencia a una experiencia trascendente, que le llega cuando logra desconectar de su realidad inmediata.
Shadal – Shmuel David Luzzato(s. XIX) “AHÍ ESTÁ DIOS: que el interés que Dios tiene por el ser humano también está presente en este lugar. Y YO NO SABÍA: se tortura a sí mismo por el arrepentimiento de haber huido y que necesitaba dormir en el camino, y no confiaba en Dios y que tal vez bajo su estrés hubiera maldecido este lugar.”
Percibo en Shadal cierto reclamo a aquellos que creen que Dios se ausenta – como si fuera una entidad corpórea- de las vidas de los que nos equivocamos. Entonces es sólo un Dios que acompaña los momentos acertados… y esto deviene en una definición de fe que nos deja bastante desprotegidos.
Aviva Zornberg (s. XXI) – The Murmuring Deep- «CIERTAMENTE, DIOS ESTÁ EN ESTE LUGAR. Y YO NO LO SABÍA». Se despierta, es decir, con la profunda convicción de que no sabía. Alcanzó un conocimiento que sólo podía surgir a partir del reconocimiento de su ignorancia. En experiencias tan profundas, la revelación parte desde el no-saber; el sentido de la oscuridad anterior en sí mismo insinúa una luz que amanece.”
Y llegamos a este comentario de esta académica escocesa que corona, al menos para mí, la comprensión de la experiencia de Yaakov (y por qué no la nuestra) a la hora de dar cuenta de la presencia divina. Aparece, no como una iluminación elitista que le llega a algunos elegidos que tienen el privilegio de conectarse con Dios, sino como un dato de humildad, al reconocer que no sabe todo y en ese reconocimiento, su aprendizaje: – no sé todo, – no puedo todo, – no obtendré todo, – soy yo y no puedo pretender ser otro, y mucho menos por medios ilegales y entonces… se abre la puerta de la oportunidad de tener una experiencia profunda, más allá de las apetencias superfluas que tantas veces manejan nuestras decisiones.
Un conocimiento que se obtiene a la hora de dar cuenta de todo lo que no sabemos y quizás de todo lo que jamás podremos comprender acabadamente, pero que nos ofrece una vivencia más allá de nuestros controles intelectuales.
La revelación parte del no-saber, porque cuando pretendemos alcanzar todo el saber no hay lugar para el asombro, para develar ningún misterio, y en ese afán de omnipotencia nos hacemos cada vez más pequeños.
Y en este recorrido me doy cuenta de cuán cerca estoy de la frase del patriarca. No sabemos cómo se manifiesta ni cuándo percibiremos esos espacios de confirmación de un saber que va más allá de la racionalidad. Y tenemos derecho a la pregunta, a la búsqueda, a la duda, porque es desde allí que la fe tiene sentido. Una fe que no manipula las voluntades de los creyentes con certezas acabadas y definiciones de deidades que manejan el mundo a su antojo, o al antojo de los dueños de este tipo de discursos.
Me uno a la experiencia de Yaakov. A la sinceridad de no temer manifestar el desconcierto. La fe no enmudece al creyente sino lo colma de cuestionamientos que lo llevan a encarar la vida desde otras profundidades. La búsqueda del sentido último de la existencia nos requiere inquietos, a veces incómodos, insatisfechos, y siempre en marcha, saliendo de lo que suponíamos era nuestro fin último para encontrar nuevos desafíos.
¿Y dónde está Dios? Aún yo no lo sé. Y me alegro por ello.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen