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Iaakov se establece con su familia en la tierra de Canáan. Entre todos sus hijos, Iaakov muestra una predilección por Iosef, el hijo a quien más ama. Le regala una prenda especial que lo diferencia de sus hermanos y que despierta en ellos celos y envidia. Iosef aumenta ese enojo cuando les cuenta sueños que ha soñado en los que claramente se percibe a sí mismo como el que gobernará por sobre todos; sus hermanos y aún sus padres.
El primer sueño habla de doce gavillas de trigo, once de las cuales se inclinan ante una y el segundo sueño tiene que ver con el sol, la luna y once estrellas inclinándose también ante él. Los hermanos están ofuscados con él y se lo dicen. El que no habla es Iaakov, que al enterarse de lo que está hablando su hijo no dice nada.
Un día cuando los hermanos estaban trabajando en Shjem, Iaakov manda a su hijo a ver cómo estaban. Y en el camino, Iosef se pierde.
Se pierde, porque no encontró el lugar físico, pero se pierde porque hasta este momento, él no se encuentra a sí mismo.
Y allí, en un cruce se encuentra con una persona anónima (Hay quienes dicen que es un ángel de Dios) qué lo percibe perdido y le pregunta qué está buscando.
En la Torá está escrito (Bereshit 37:15):
מַה-תְּבַקֵּשׁ
Preciosa manera de hablar de Iosef… en este momento de su vida. “¿Qué estás buscando?,” en hebreo también se puede traducir como “¿Qué estás pidiendo?”
Pero esta aparente duplicidad entre buscar y pedir no es arbitraria ni privativa sólo del idioma hebreo bíblico, sino que existen varios artículos que abordan la etimología castellana del verbo buscar y la asocian a una raíz latina “poscere”. “Poscere” es pedir, que en primera persona conjugada es “posco” (pido, intento conseguir algo, reclamo). Palabra que se había visto fusionada con otra de origen germánico buscare, ir al bosque (a buscar leña). De esta fusión habría salido “busco”, que en español produce el infinitivo “buscar”.
Y creo que es así. Iosef le contesta con el mismo verbo a este hombre:
וַיֹּאמֶר, אֶת-אַחַי אָנֹכִי מְבַקֵּש
“A mis hermanos estoy buscando” (Bereshit 37: 16), a mis hermanos les estoy pidiendo también… su hermandad. Hermandad que consiguió desvirtuar al aprovecharse de ese amor de padre en exceso y diferencial que recibía de Iaakov. Hermandad que perdió al no haberse callado delante de sus hermanos al haberles expuesto sus sueños de superioridad sin ningún tapujo.
Sin embargo, tanta túnica de colores, tanto sueño de grandeza, son efímeros cuando te quedas solo, cuando alejaste a tus hermanos, cuando nadie te dirige la palabra.
— Busco a mis hermanos, escucho decir a Iosef, porque quiero pedirles que sean mis hermanos. Busco para pedir recuperar lo que eché a perder. Busco porque no los encuentro y porque no me encuentro. Busco para ser yo y volver a tener un lugar de hijo y de hermano en la familia. Busco lo que dejé ir. Lo que no supe cuidar.
Y a veces siento que cada uno de nosotros, en algún momento de la vida –si no en varios– recibe esa pregunta de ese ángel visible o no, audible o no, que nos reclama: ¿Qué buscas?, ¿Qué pedís? ¿Qué necesitas?
Somos herederos de alguien que encontró su destino y su ser cuando registró que debía buscarlo y pedirlo. Somos todos sujetos en búsqueda, una búsqueda que a veces nos inquieta por la incertidumbre de la meta. Pero no nos queda otra más que seguir caminando, registrar a quienes nos ayudan a lograrlo, con una palabra, un gesto, una mano… y dar cuenta de que siempre podemos recuperar hermanos, pedirles que regresen, hacernos presentes en sus vidas.
Iosef, desde ese día que salió al camino, estuvo toda su vida, buscando la forma de reencontrarse con sus hermanos. La historia tendrá un final feliz. Pero nadie pudo evitarle los desafíos que tuvo que sortear y todo lo que perdió por haber creído que solo hubiera podido contar la historia.
Buscar el camino hacia el que necesitamos, ir siempre nos confronta con la pregunta: ¿Y qué pides/buscas? Y nos enseña a contestarla siempre en plural: -A mis hermanos necesito. Porque no hay realización posible en soledad. Iosef lo entendió después de algunos equívocos por los que pagó largos años de su vida hasta lograr el encuentro.
Les dejo un poema de Mario Benedetti para seguir pensando en nuestras propias búsquedas:
A tientas
Se retrocede con seguridad
pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre
se avanza a tientas / lentamente
por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias
se avanza a tientas / vacilante
no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba.
Shabat Shalom umevoraj,
Rabina Silvina Chemen