PARASHAT VAIERÁ: La sociedad de la vergüenza

Las historias de Bereshit nos resultan tan conocidas que muchas veces, quedándonos en su literalidad, pasamos por alto algunos giros interesantes para profundizar en los significados más sutiles de sus relatos.

Vaierá contiene pasajes memorables, historias marcadas en la memoria colectiva y en las lecturas de Rosh Hashaná.

Sólo quisiera detenerme en un pequeño detalle en el preciso momento en el que Sará escucha a los ángeles que vienen a visitarlos, decirle a Abraham que van a tener juntos un hijo.

No se lo dicen a ella personalmente. Sino que detrás de la tienda escuchó sus voces.

Un hijo. Después de haber rogado tanto. Después de haber estado en boca de todos por causa de su esterilidad. Después de haber tenido que ceder a la presión social de “darle” un hijo a su marido entregándole a su criada como madre de su primogénito. Después de no poder prohijar a ese niño. Después de ver cómo su cuerpo se secaba. Escucha que en nueve meses será madre.

Y la reacción de Sará, al menos a mí, no me sorprende.

וַתִּצְחַ֥ק שָׂרָ֖ה בְּקִרְבָּ֣הּ לֵאמֹ֑ר אַחֲרֵ֤י בְלֹתִי֙ הָֽיְתָה־לִּ֣י עֶדְנָ֔ה וַֽאדֹנִ֖י זָקֵֽן׃

“Sará se rio para sus adentros, diciendo: «¿Tendré placer después de haber envejecido, siendo también viejo mi señor?” Bereshit 18:12

Podríamos tener una visión simplista de este hecho, como muchos han querido interpretar. ¡Sará se ríe! ¡Está contenta! ¡Va a tener un hijo! ¡Estamos frente a un milagro!

Pero entender así la reacción de nuestra matriarca es negar el contenido de todo el versículo.

Se ríe para sus adentros. Ni siquiera puede expresar ese sentimiento que la ahoga después de haber escuchado el vaticinio de los ángeles. Y ¿cuál es el contenido de la risa silenciosa? La vergüenza. -Cuando quise no pude, y todos me miraron con desdén, escucho decir a Sará. Y ahora que no quiero, me dan un hijo y todos se burlarán de mí.

Está vieja, siente el paso del tiempo y la oportunidad. No sólo para ella sino que para su marido también,

¿Qué dicen nuestros exégetas?

Rashi (s XI): “Sará se rio para sus adentros: ella reflexionó sobre su condición física diciendo: “¿es posible que este útero pueda traer un niño y que estos pechos secos puedan alimentarlo con leche?”

Sforno (s XV-XVI): “Y Sará se rio, ella pensó que las palabras del ángel eran meramente una bendición y no una profecía… creía que cuando esa bendición es dada a personas ancianas, personas que necesitarían un milagro para que esa bendición pueda realizarse, no sería efectivo en su caso. Ella consideraba que el tipo de rejuvenecimiento requerido para que ella pueda tener un hijo era equivalente a revivir a un muerto. Este tipo de acto, en su opinión requeriría la atención…”

Rabi Shimshon Rafael Hirsch (s XIX) :“La risa se desencadena sólo al notar algo ridículo o absurdo, y no puede haber mayor absurdo que la expectativa que ahora tiene Abraham. Abraham tenía cien años y Sará noventa. En el curso de su larga vida de casados, Abraham no tuvo hijos con Sará. ¡Ahora, prácticamente al final de sus vidas iban a tener un hijo! El nacimiento de este niño sería totalmente inesperado; e incluso si naciera, sería hijo único, y con toda probabilidad quedaría huérfano a una edad temprana. Sin embargo, las perspectivas de una gran nación destinada a prevalecer sobre el mundo entero, las esperanzas de toda la humanidad, deben descansar sobre este joven huérfano nacido tarde; si consideramos sólo el curso natural de las cosas, esta expectativa parece totalmente absurda, ¡como montañas colgadas de los cabellos!”

Como verán, ni los exégetas clásicos pueden desprenderse del asombro de esta situación en la que la risa es signo de incredulidad, de incomodidad y de vergüenza.

Y la vergüenza implica siempre un tercero ante cuya mirada, surge la sensación de estar avergonzado.

Sará no puede escapar de lo que ella cree que serán las miradas de todos esos otros que le han marcado siempre su situación marginal. Avergonzarse, -escribe Georgio Agamben en “Lo que queda de Auschwitz”– significa ser entregado a lo inasumible. Pero lo así inasumible no es algo externo, sino que procede de nuestra misma intimidad; es decir, de lo que hay de nosotros de más íntimo. El yo está aquí desarmado.”

Las vicisitudes de la vida de Sará hicieron que la mirada de los demás sobre ella terminara configurando la imagen que ella hizo de sí misma.

Y si bien la vergüenza se experimenta en soledad siempre tiene que ver con un vínculo y una aspiración. Qué supongo yo que los que me miran están esperando de mí. Y cuando esa supuesta aspiración no condice con cómo soy o con mis capacidades, la frustración es tan grande que sentimos vergüenza. Algunos se ríen, como Sará, porque se vuelven incrédulos de que algo bueno pueda sucederles. Otros se aíslan y otros se disfrazan de lo que no son, y mientras desparraman sonrisas hacia afuera, lloran por dentro.

La risa de Sará me lleva a preguntarme sobre los mandatos sociales y las consecuencias de sociedades que pretenden que todos seamos de un mismo modo, que llevemos un estilo de vida similar, que nuestras aspiraciones sean semejantes. Un mundo en el que la particularidad no encaja, la discapacidad asusta, el no ajustarse a las reglas estipuladas se juzga… como si el objetivo final fuera la generación de una humanidad industrializada en el que, en serie, vamos naciendo y avanzando en los casilleros del juego de la vida sin poder salirnos de los bordes del tablero.

Sará no podía tener hijos. Y en esa imposibilidad quedó toda la definición de su vida.

¿Cómo no va a reírse cuando las circunstancias la llevan, aun sin placer, a volver a encajar en el mandato de su época?

Y para sus adentros… no sea cosa de que alguien se ofenda con su protesta…

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.