PARASHAT JAIEI SARÁ: vivir de muerte, morir de vida (Heráclito)

Esta frase atribuida este filósofo griego presocrático me da pie al comentario de la parashá de esta semana.

Sara, nuestra primera matriarca va a morir. Casi como una operación automática, cada vez que escuchamos sobre el fallecimiento de alguien que conocemos se nos vienen a la mente sucesos de su vida. Semblanzas, frases, obstáculos, logros… necesitamos honrar la vida en el momento de la muerte.

Y con Sara nos pasa algo similar. Tuvo una vida con serenidades y turbulencias, con logros y complicaciones. No seríamos justos si pretendiéramos -como intentan hacer algunos- enmarcarla en una vida prístina e impoluta, como tampoco si la condenáramos por algunas de sus actitudes -a nuestro parecer- erradas. La búsqueda de definiciones absolutas y la pretensión de creer que las vidas son lineales, homogéneas, es no reconocer las ondulaciones y vicisitudes que implica vivir.

La muerte de Sara y su formulación en el texto bíblico me lleva a preguntarme por el sentido de la vida y esto es, en definitiva, algo que se forja a lo largo de nuestro caminar por este plano y que se eterniza en los recuerdos y relatos que se tendrán sobre nosotros.

Repasemos algunas interpretaciones sobre cómo se narra la partida de Sara.

ויהיו חיי שרה מאה שנה ועשרים שנה ושבע שנים

“Fue la vida de Sara ciento veintisiete años (literalmente dice cien “año” y veinte “año” y siete años); tantos fueron los años de la vida de Sara.  Y murió Sara en Kiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.” Bereshit – Génesis 23:1-2

Muchos datos interesantes de estos dos versículos. En primer lugar -y lo hemos dicho muchas veces- su muerte se resume en un testimonio de la vida. No se muere Sara a los 127 años sin que Sara vivió 127 años. Tampoco es menor el detalle del fraccionamiento del número, en 100, 20 y 7. Y mucho menos la reacción de Abraham que, recordemos, viene del episodio del frustrado sacrificio de su hijo en nombre “de la fe” y encuentra que su mujer ya no vive.

Rashi, (S.XI) explica de este modo algunos de nuestros interrogantes:

“Y LA VIDA DE SARA FUE 127 AÑOS (literalmente, 100 años, 20 años y 7 años) —A la edad de cien años era como una mujer de veinte años en cuanto al pecado, porque, así como a la edad de veinte años se puede considerar que nunca había pecado, ya que aún no había llegado a la edad en que ella estaba sujeta al castigo, así también, cuando tenía cien años era sin pecado, y cuando tenía veinte años era tan hermosa como cuando tenía siete (De acuerdo al midrash Bereshit Rabbah 58: 1).”

Y acá mi primera reacción. ¿Recordamos a los que se van en función de los errores, los equívocos, las fallas? ¿Resumimos la complejidad de la vida en un par de frases? –Tuvo una vida llena de deslices… tuvo una vida sin pecados… ¿Sobre qué aspectos de la multiplicidad de situaciones que supone estar vivos arrojamos luz al definir la existencia de otros?

El Midrash Hagadol 23,2 explicará varios aspectos de este comienzo de la parashá

“Está escrito: “los años de la vida de Sara” — La palabra años se repite y sin número para indicar que todos fueron igualmente buenos.”

La palabra años al final, sin necesidad de mencionar la cantidad también es un gran mensaje; en definitiva, cada paso que damos -acertado o a los tropiezos- es lo que nos permite continuar con todos sus aprendizajes.

Luego el Midrash se sigue preguntando:

“Y fue la vida de Sara de 127 años, etc.” ¿Por qué la Torá usó el término “Y fue” ויהיו para describir la vida de Sara cuando la vida de todos los demás se describe con la palabra ויחי “Y vivió”?

La razón por la que Sara murió fue que no pudo hacer las paces con el hecho de que Itzjak se salvó en el último momento… La expresión ויהי  o ויהיו  (“Y fue”) siempre alude a alguna experiencia dolorosa, mientras que la expresión ויחי , (“Y vivió”), no. La Torá quería aludir al dolor que causó la muerte de Sara.”

Mucho hay para aprender de esta enseñanza, cuando a la hora de la muerte nos queda solo el sabor del último momento, de la enfermedad, del deterioro, de la imposibilidad. No se hace justicia con la vida de Sara si se la vincula solamente con el último episodio que se relata antes de su muerte.

La vida biológica de Sara, nuestra primera matriarca se terminó. Queda de ella el relato en cada uno de nosotros; lo que decidimos subrayar, lo que elegimos omitir, nuestros recortes o amplitudes.

Lo interesante del idioma hebreo son los juegos secretos que nos ofrecen las palabras, tal como la palabra vida que es plural- jayim y que no tiene su acepción al singular.

Y quizás acá vaya todo el mensaje:

Ni pura, ni pecadora, ni del todo triste ni solamente orgullosa, ni perfecta ni descarriada, ni monocorde ni caótica… las memorias de las vidas de los que se van se honran con el modo que tenemos de recordarlos; con justicia por la vida vivida, con piedad por los obstáculos que atravesaron, con amor por todo lo que dieron, y hasta con perdón cuando se equivocaron.

El gran poeta Pablo Neruda escribió un libro llamado “Confieso que he vivido”, y en su introducción nos deja esto:

“Tal vez no viví en mí mismo; tal vez viví la vida de los otros. De cuanto he dejado escrito en estas páginas se desprenderán siempre —como en las arboledas de otoño y como en el tiempo de las viñas—las hojas amarillas que van a morir y las uvas que revivirán en el vino sagrado. Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta.”

La vida de cada uno de nosotros es una vida hecha de todas las vidas. Y bienvenidas sean, para que, al dejar este mundo, podamos ser recordados como nuestra matriarca; vidas en plural llenas de desafíos y sentidos.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.