Estamos cursando unos días muy especiales, acunados por palabras y emociones, que marcan la necesidad de apostar a un tiempo por-venir con buenas perspectivas y sin sobresaltos.
La parashá de esta semana nos acompaña en nuestras reflexiones. Fundamentalmente a abandonar de una vez ese pensamiento infantil que tenemos sobre la fe, con un Dios que hace y deshace a su antojo, a quien le rogamos en momentos de dificultad y al que acudimos bastante menos en tiempos de bonanza.
Les traigo un versículo que, a primera vista, nos angustia sobre todo en estos tiempos que estamos viviendo.
Dios pronostica los futuros pecados de Israel y sus consecuencias, se inclinarán a otros dioses y luego serán tomados por el sufrimiento. En ese contexto les dice:
וְאָנֹכִי הַסְתֵּר אַסְתִּיר פָּנַי בַּיּוֹם הַהוּא, עַל כָּל-הָרָעָה, אֲשֶׁר עָשָׂה: כִּי פָנָה, אֶל-אֱלֹהִים אֲחֵרִים.
“Y yo esconderé (en hebreo: haster astir) mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos.” Devarim- Deuteronomio 31:18
No hay nada más desolador que sentir que Dios esconde su rostro, simbólicamente, deja de cuidarnos, de mirarnos y de juzgarnos con bondad.
En tiempos tan difíciles como humanidad, cuántos se harán esta pregunta. Cuántos sentirán que la fe flaquea. Que no tiene caso seguir insistiendo en esta presencia que pareciera no manifestarse…
Quizás eso fue lo que quisimos leer para justificar todo el mal que vemos a nuestro alrededor. Dios se ocultó. ¿Cómo puede permitir semejantes atrocidades?
Necesito volver a leer este versículo con otros ojos. Acá hay algo que no estoy entendiendo.
El maestro jasídico, Rabí Efraim de Sudylkow (nieto del Baal Shem Tov- Polonia s.XVIII), entiende este pasaje de manera diferente.
Recordemos que la escritura original de la Torá no tiene ni vocales (o sea que el significado de las palabras puede variar de acuerdo con el sonido que se le otorgue) y no tiene signos de puntuación, con lo que de acuerdo a cómo se unan o dividan las palabras, el sentido del texto es otro.
Lo que hace Rabí Efraim es dividir una expresión que en general en el hebreo bíblico se lee como un solo verbo dicho de modo enfático:
Lo escribo en fonética para que se comprenda:
Veanojí haster astir panai baiom hahu…
La traducción sería algo parecido a esto
“Y yo esconderé habré de esconder mi rostro en ese día…”
Rabí Efraim separa la frase en dos partes y reinterpreta las implicaciones de las acciones de Dios.
“Veanojí haster” / Cuando el yo está escondido.
“Astir panai “/ (Dios) esconderé mi rostro.
Cuando uno se oculta, se engaña, se miente, se evade de su lugar en el mundo. Cuando el yo es cooptado por las palabras de otro, los gestos del otro. Cuando el yo se hace invisible por la indiferencia y la desidia. Cuando uno se ocupa de esconderse… Dios oculta su rostro hacia nosotros. Como en un juego de espejos; le endilgamos la ausencia a Dios cuando no podemos ver las nuestras.
Martin Buber se pregunta lo mismo en su libro «El Eclipse de Dios» y también refuerza la idea de que son nuestros ojos ciegos los que han ocultado o eclipsado a Dios.
Cuando olvidamos nuestros valores y nuestra humanidad, – dice Buber- oscurecemos la santidad de Dios del mundo; entonces la cara de Dios, la presencia verdadera de Dios, es ocultada de nosotros. Cuando pervertimos lo que es, por buscar lo que no es el verdadero centro, hacemos que la presencia de Dios desaparezca, no como castigo sino como consecuencia.
Estuvimos estos días absortos leyendo el Majzor, pidiendo, rogando que Dios se presente ante nosotros como un padre compasivo que mira a sus hijos…
Quizás la Teshuvá de estos días implique dejar de mirar a dónde está Dios y tantos otros, para volver a preguntarnos dónde estamos nosotros. A quiénes les ofrecimos nuestro rostro. De cuántos y de cuánto nos ocultamos. ¿Somos realmente lo que mostramos de nosotros mismos? ¿Será que vestimos máscaras para eclipsar nuestro propio y verdadero ser? ¿Será que necesitamos aparentar porque no confiamos o no amamos nuestros rasgos? ¿Cuánto nos conocemos? Y ¿cuánto permitimos que nos conozcan?
Nadie está ajeno a sus propios eclipses. Es fácil perderse, descubrir que sin ser conscientes actuamos de modos alejados de nuestros principios fundamentales.
Shabat Shuva es el Shabat del retorno a nuestros propios rostros.
Sin estéticas ni poses que nos desdibujen. Con fortaleza interior para defender lo que somos, lo que pensamos, lo que tenemos de particular y único para ofrecer.
Les dejo una poesía de Mario Benedetti que a mí me ayuda a comprender este tiempo.
No te rindas
No te rindas, aún estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frio queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,
No te rindas por favor no cedas,
aunque el frio queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.
¡Shabat Shalom y Gmar Tov!
¡Qué sea un tiempo de buenas rúbricas y mejores decisiones!
Rabina Silvina Chemen