PARASHAT TERUMÁ: La santidad en los detalles

“Mi religión consiste en una humilde admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los más pequeños detalles que podemos percibir con nuestra frágil y débil mente.” Albert Einstein

Ésta fue una de las respuestas de Albert Einstein a una niña, que, a partir de una clase de catecismo, le escribiera una carta en 1936 preguntándole si los científicos rezaban.

Me quedo con “la admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los más mínimos detalles” para dar inicio al comentario de esta parashá; Terumá- el comienzo de la construcción del Santuario en el desierto, la morada divina, o la morada que los humanos necesitamos para comprender la divinidad. Y en esa empresa material, para comprender lo espiritual; en la necesidad de lo concreto para asir lo inabarcable con la razón, la elección de nuestra tradición fue la minuciosidad del detalle, como signo de lo ilimitado.

Al lector actual, a quien lo pausado le da tedio, estos textos que, aparentemente no portan relato sino sólo listados de detalles de construcción y diseño, le resultan casi insignificantes.

Pero están allí. Y en ellos me detengo. Hay algo más que simples indicaciones de diseño. Hay mucho más que el empecinamiento por hacer del Santuario una obra de arte compleja. Hay un mensaje, un mandato de no equivocarnos buscando la espectacularidad de las grandes manifestaciones cuando en realidad es en el pequeño gesto donde llegaremos a lo más alto.

Para ello me voy a centrar en uno de los objetos que se describen en esta parashá: la mesa.

Y así leemos sobre ella:

“Harás asimismo una mesa de madera de acacia; su longitud será de dos codos, y de un codo su anchura, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro, y le harás una cornisa de oro alrededor.  Le harás también una moldura alrededor, de un palmo menor de anchura, y harás a la moldura una cornisa de oro alrededor   Y le harás cuatro anillos de oro, los cuales pondrás en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas.  Los anillos estarán debajo de la moldura, para lugares de las varas para llevar la mesa. Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro, y con ellas será llevada la mesa. Harás también sus platos, sus cucharas, sus cubiertas y sus tazones, con que se libará; de oro fino los harás. Y pondrás sobre la mesa el pan de la proposición delante de mí continuamente.” Shemot- Éxodo 25:23-30

En una lectura apurada sólo nos quedará en la memoria la indicación de una mesa, de un tamaño determinado, de un tipo de madera, cubierta de oro, con algunos detalles como cornisas y anillos, sostenida por cuatro patas.

Pero hay otro tipo de lectura. La que nos hace detenernos y “levantar la cabeza”, como escribía Roland Barthes en “El susurro del lenguaje, más allá de la palabra y de la escritura”, (1984).

“¿Nunca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no os ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza?”

Vamos a leer de nuevo este párrafo paso a paso para descubrir su sentido. Y para ello nos vamos a ayudar con una bella interpretación de un sabio comentador bíblico y místico de Tsfat, del siglo XVI; Moshé Alshich, en su libro Torat Moshé.

“Y haz una mesa – El oro, tiene que ser puro, así también, tus asuntos tienen que ser puros de robo, extralimitación y demás, ya que el Todopoderoso odia robar – y ¿cómo podrías contemplar un altar hecho de cosas robadas?”

Así comienza su comentario. Oro puro no sólo significa sin mezclas ni aleaciones que degraden su valor. Oro puro significa que los materiales de tu mesa hayan sido ganados con dignidad; con legalidad. Y no hablamos sólo de hurtos. Hay muchas maneras de robar, de obtener a costa de otros. Que las mesas que ofrezcamos sean puras, es decir, que lo que tengamos para dar lo podamos dar con la frente en alto, con sinceridad de corazón, sin pretender aparentar lo que no somos.

Sigamos.

“Y si lo haces, también «haz una cornisa de oro». La mesa simboliza la riqueza material, mientras que la cornisa que la rodea indica que una persona debe tomar medidas para asegurarse de que su riqueza no se pierda o se disperse. Y la cornisa en la parte superior está alrededor, y protege toda la comida y la bebida.”

Un borde alrededor de la mesa de oro, un límite, una marca. Que lo que conseguiste no se te disperse. No lo eches a perder pretendiendo más, intentando llegar a medidas que te superan. Protege tus bienes, protege a los tuyos, quienes están alrededor de tu mesa. Que tus excesos no te hagan “tirar todo por la borda”.

Y luego Alschich continúa:

“Cuando hagas cosas buenas con tu dinero y no te des grandes aires al respecto, entonces harás una cornisa que te protegerá y te llevará a la plenitud de tu estatura: esto se logra dando generosamente a la caridad y haciendo misericordia con los pobres, y esto es cierto incluso si no se hizo de forma anónima. te estoy aconsejando: agranda la cornisa dando tsedaká generosamente frente a Tu Hacedor, y es mejor si se hace de forma anónima. Y está escrito «por todas partes», porque está ahí para defenderte, de los pensamientos de no compartir lo que tienes.”

Y cuando sientas que estás pleno/a, protegido/a, sostenido/a, ten la generosidad de agrandar ese borde y llegar a quienes no tienen tus mismas posibilidades. “Agrandar la cornisa”, abrir los brazos, la escucha, la disposición para los que la vida los hace sentir fuera de toda protección.

Y termina diciendo:

Y necesita cuatro anillos, que son vasijas de recepción, es decir, tienes que recibir a los que sostendrán tu mesa, para que sostengan tu mesa siempre. ¿Y qué sostiene tu mesa? Las cuatro patas: el pobre, el guer [extranjero], el huérfano y la viuda, y tienes que colocarlas en cada esquina de tu mesa. que son vasijas de recepción, es decir, tienes que recibir a aquellos que sostendrán tu mesa, para que ellos sostengan tu mesa siempre.”

¿Cómo se entiende esto? Una mesa con vasijas de recepción. Una mesa que te permita ampliar tu mirada y estar atento/a al que no tiene, a quien no se siente parte, a quien la vida les ha quitado lo que más quiere. Una mesa para recibir, y son ellos los que nos mantienen en la justa medida; aquella que nos evita el egoísmo y el narcisismo. Quizás porque todos nosotros también seamos parte de algunas de esas vasijas. Cuántas veces nos hemos sentido extranjeros aún en nuestras propias familias. Cuántas veces necesitamos de la mano generosa de alguien y no sabíamos a dónde recurrir. Nuestras mesas rebosantes también están sostenidas por la sensibilidad y la conciencia solidaria y amorosa hacia los demás.

Una simple mesa dentro de una tienda que llamaron Santuario. Ésa es una posible lectura.

La que nos propongo es la otra, la del detalle y sus mensaje. Un Santuario posee una mesa cuyos materiales son la honestidad, la generosidad, el cuidado, la mesura, la dignidad y el sostén.

Depende de tu mirada.

Shabat Shalom,

Rabina Silvina Chemen.