¿Cómo no leer las parashot de la semana sin vernos reflejados? Temas que la Torá trata que en otro momento les hubiéramos buscado significados metafóricos, hoy se vuelven una cruda realidad. Nos resistimos a pensar que nos hablan a nosotros. Pero sí, a pesar de la tecnología, de los avances científicos, de los intercambios culturales, nos encontramos “alejados” del campamento, como aquellas personas que transitaban esta extraña enfermedad llamada metzorá.
Las parashot nos hablan de nuestros cuerpos: cuando tenemos hijos, cuando emanamos fluidos; nos hablan de nuestras pieles, nuestros órganos, nuestros cabellos. Nos hablan acerca de nuestros cuerpos cuando no los reconocemos, y producen situaciones que se nos van de las manos y provocan miedo por lo desconocido y por la imposibilidad de curarlo.
Tzaraat se llama esta enfermedad que se tradujo como lepra; quizás porque a los leprosos se los quitaba de la vía pública y se los confinaba dentro de otro espacio; como con el metzorá (el afectado de tzaraat) en nuestro texto. (Escribo y no puedo evitar pensar que está hablando de nosotros, ahora…)
El que sospechaba que estaba infectado era visitado por el Kohen, el Sacerdote; máxima autoridad de entonces, que lo miraba y evaluaba de acuerdo a los síntomas si estaba enfermo o no. Si se corroboraba el contagio, se lo aislaba del campamento. Y el Sacerdote era personalmente el encargado de mirar su evolución. Cuando éste consideraba que estaba fuera de peligro, la persona en cuestión, aun volviendo al campamento debía estar fuera de su casa por 7 días para reconfirmar que no contagiaba.
¡Sí! Estoy hablando del tratamiento al metzorá en tiempos bíblicos.
Hay un verbo que se repite una y otra vez cuando el Kohen se acerca al enfermo.
וְרָאָה הַכֹּהֵן אֶת–הַנֶּגַע בְּעוֹר–הַבָּשָׂר …
Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo;… (Vaikrá 13:3)
וְרָאָהוּ הַכֹּהֵן, בַּיּוֹם הַשְּׁבִיעִי…
Y al séptimo día el sacerdote lo mirará;… (Vaikrá 13:5)
וְרָאָה, הַכֹּהֵן, וְהִנֵּה פָּשְׂתָה הַמִּסְפַּחַת…
Y mirará el sacerdote y la erupción se ha extendido… (Vaikrá 13:8)
Lo primero que hay que hacer para comenzar el proceso de sanación del enfermo y evitar el contagio del entorno es MIRAR. En los primeros ocho versículos del capítulo 13, nueve veces aparece de uno u otro modo el verbo mirar. El encargado de este proceso tiene como principal instrumento, la mirada. Y por supuesto que los jajamim se preguntarán si era necesaria tanta repetición de este verbo en un texto como el de la Torá que no abunda en excesos, más bien todo lo contrario.
En un libro de midrashim sobre Vaikrá leemos la siguiente explicación:
Sifra, Tazria Parashat Nega’im, Capítulo 2 1
(Vaikra 13: 3) «Y el Kohen mirará la infección en la piel del cuerpo; y si el pelo en la infección se ha vuelto blanco, y la infección parece más profunda que la piel de su cuerpo, es una infección de la tzaraat; cuando el sacerdote lo haya examinado lo declarará impuro”. “y el Kohen mirará «: Sus ojos deben estar atentos cuando él lo inspecciona. «En la piel de su cuerpo»: debe inspeccionar todo el cuerpo…
Se entiende que el midrash intenta decir que hay que mirar cada parte del cuerpo y revisar si hay indicios de la enfermedad.
Pero quizás hoy, a la luz de lo que estamos viviendo, podríamos pensar que estas enfermedades que nos alejan de nuestros afectos, que nos llenan de miedo, que no conocemos su cura deben mirarse integralmente; este fenómeno hay que verlo como un solo cuerpo; hay que mirar mucho más allá que los pulmones y la fiebre. Somos parte de un todo más amplio; corporal, emocional, espiritual, cultural, social, planetario. Se nos enfermó todo y si no revisamos todas las llaves que nos conectan a la vida, si no somos capaces de entender a esta pandemia como un grito desesperado de nuestro Cuerpo- con mayúscula- que pide ser mirado holísticamente; descubriremos una vacuna para esta cepa y otra mutación volverá a dejarnos fuera del campamento. Una mirada global sobre nuestros intercambios, nuestras economías, nuestros sistemas sociales, nuestras decisiones, nuestros modelos políticos que incluyen o excluyen, la pobreza, la soledad, las humanidades descartables, la inmediatez extrema, el stress, en fin, una mirada a todo lo que tiene contacto con nosotros, que nos protege o nos enferma. Por eso la tzaraat- esa enfermedad sin nombre- ataca toda la piel, porque deja al desnudo que cuando lo que nos rodea está infectado, a la larga, terminamos enfermándonos, lo que nos recubre no resiste más.
La mirada y la totalidad son quizás dos enseñanzas de estas parashot para nuestros tiempos.
Ampliar la mirada y ver más allá de la propia satisfacción y comodidad para dar cuenta que si hay aspectos de nuestra existencia, de nuestra sociedad y de nuestro planeta que han enfermado de carencia, de abandono, de explotación o desidia; entonces nosotros no estamos sanos. Mirar mucho más para involucrarnos ante la injusticia y rebelarnos frente a la codicia que hicieron de esta humanidad un solo cuerpo enfermo.
Y como un solo cuerpo, con la mirada limpia, la responsabilidad más clara y las ganas de volver a abrazarnos, saldremos todos renovados, volveremos al campamento, nos reencontraremos con nuestro pueblo.
La persona que sufrió de Tzaraat en la Torá fue Miriam, la hermana de Moshé. Y se cuenta que hasta que ella no sanó el campamento no se movió y nadie avanzó. El pueblo de Israel la esperó. Y de ese gesto aprendemos: nos vamos a esperar hasta sanar todos. Y vamos a volver a marchar cuando no haya riesgos de que alguien vuelva a quedar aislado y solo.
Shabat Shalom,
Rabina Silvina Chemen.