PARASHAT SHEMOT: Dios, pura posibilidad

Al menos durante siglos, el público en general tiende a mirar la traducción como un asunto bastante simple: la sustitución de una palabra por una palabra, o una frase por una frase… el traductor es, para esta visión simplista de sentido común, una suerte de copista o transcriptor a través de las lenguas”. Así define James Holmes un poeta, y conocido traductor neerlandés del siglo XX.

Sin embargo, deberíamos abandonar la ilusión de creer que entendemos acabadamente un texto cuando lo leemos traducido. Porque de hecho la operación de presentar un texto en otro idioma no sería “traducción” – tra- ductio: o sea “conducir a través”, porque las palabras no son entes que se las puede hacer viajar por un conducto y llegar ilesas al otro lado del camino.

Porque, de hecho, la pretensión de verdad en un texto traducido irrita y confunde. ¿Cómo saber si lo que leemos es lo que dice en su versión original? ¿Cómo reconocer operaciones culturales, ideológicas y hasta políticas al leer un texto traducido por otro, en otra época… cuánto se pierde y cómo se recupera…?

Todas estas reflexiones vienen a cuento porque en esta parashá aparece una de las operaciones de traducción más tramposas y más peligrosas de nuestra civilización.

Veamos su fuente en hebreo:

וַיֹּאמֶר מֹשֶׁה אֶל-הָאֱלֹהִים, הִנֵּה אָנֹכִי בָא אֶל-בְּנֵי יִשְׂרָאֵל, וְאָמַרְתִּי לָהֶם, אֱלֹהֵי אֲבוֹתֵיכֶם שְׁלָחַנִי אֲלֵיכֶם; וְאָמְרוּ-לִי מַה-שְּׁמוֹ, מָה אֹמַר אֲלֵהֶם.  יד וַיֹּאמֶר אֱלֹהִים אֶל-מֹשֶׁה, אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה; וַיֹּאמֶר, כֹּה תֹאמַר לִבְנֵי יִשְׂרָאֵל, אֶהְיֶה, שְׁלָחַנִי אֲלֵיכֶם.  טו וַיֹּאמֶר עוֹד אֱלֹהִים אֶל-מֹשֶׁה, כֹּה-תֹאמַר אֶל-בְּנֵי יִשְׂרָאֵל, יְהוָה אֱלֹהֵי אֲבֹתֵיכֶם אֱלֹהֵי אַבְרָהָם אֱלֹהֵי יִצְחָק וֵאלֹהֵי יַעֲקֹב, שְׁלָחַנִי אֲלֵיכֶם; זֶה-שְּׁמִי לְעֹלָם, וְזֶה זִכְרִי לְדֹר

Y me voy al sitio Biblia paralela que trae las traducciones de diferentes versiones y épocas en español y en inglés para ver cómo lo traduce:

La Biblia de las Américas
“Y dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: «YO SOY me ha enviado a vosotros.”

Y así lo traducen:
Nueva Biblia Latinoamericana, Reina Valera Gómez, Reina Valera 1909, Biblia Jubileo 2000, Sagradas Escrituras 1569, King James Bible como la English Revised Version.
“And God said unto Moses, I AM THAT I AM: and he said, Thus shalt thou say unto the children of Israel, I AM hath sent me unto you.”

¡Es una escena maravillosa!

Moshé se encuentra con Dios a través de esa zarza que arde y no se consume… Dios lo llama y le encomienda su misión: hay que salvar al pueblo de Israel. Soy el Dios de tus antepasados. Y Moshé ingenuamente le pregunta:

“Muy bien, voy a ir a decirles que me dijiste que los vas a liberar. Y cuando me pregunten tu nombre ¿qué les contesto?” Y Dios le dice esto: “Eheie asher eheie”. Que si lo pudiéramos traducir hoy sería “Seré el que seré. Deciles que “Seré” te mandó con ellos para que los liberes.

Fíjense la diferencia entre la traducción “Yo soy el que soy”, como presentación de lo divino, a “Seré el que seré,” que es lo que el texto hebreo desde su literalidad está expresando.

Notemos qué abismo produce en nuestra cultura, en nuestra concepción de Dios, en nuestra fe… esta operación de traducción.

En un artículo publicado en un libro Teología judía de nuestro tiempo, el rabino norteamericano Bradley Artson desarrolla el corrimiento de la traducción de este versículo:

El artículo se llama: Seré el que seré- Un Dios del devenir dinámico.

Y él nos introduce en los “dogmas” que tenemos internalizados de esto que llamamos Dios y que creemos conocer y definir.

Existen tres dogmas – explica – que se nos dice que se supone creemos acerca de Dios: Que Dios lo puede todo (Omnipotente), que lo sabe todo (omnisciente) y que es totalmente bueno (Omnibenevolente) A lo largo de la historia humana estos tres términos que comienzan con “omni” han dado lugar a más ateos que a cualquier otra serie de ideas.

Omnipotente significa que Dios posee el poder absoluto, sin embargo, cuando buscamos en hebreo cuál es el término bíblico o rabínico para omnipotencia, resulta que no existe. Dios tiene guevurá, guedulá, koaj, sinónimos que significan fuerza y poder. Pero no hay un vocablo hebreo para hablar de omnipotencia. Se trata de hecho de una idea griega derivada de Platón y Aristóteles.

¿Qué ocurre a su vez con la omnisciencia? Cuando los teólogos hablan de un Dios omnisciente dicen que Dios conoce el futuro con tanta precisión como el pasado. Nada queda oculto ante Dios. La omnisciencia es un grave problema junto con la omnipotencia.

Si Dios es omnisciente y sabe todo lo que ocurrirá y es omnipotente y puede todo, tenemos un problema con la definición de su bondad. Y si llevamos este pensamiento al extremo tendríamos que decir una barbaridad tal como que si Dios sabía que el Holocausto ocurriría (omnisciencia) y pudo haberlo prevenido, pero optó por no hacerlo (omnipotencia) servir a un Dios tal violaría las normas de la Torá de justicia y amor.

Y ¿de dónde “compramos” estos axiomas sobre Dios? Pues bien, el judaísmo que hemos heredado no procede únicamente de la escritura y de los rabinos. Sino que ha estado filtrado por filosofías helenistas. Las fuentes judías invitan a una vida de compromiso: de narración, de mitsvot, y de vivir en el pacto. Sin embargo, hemos estado leyendo la Torá mediada por la metafísica griega. Que es la que traduce el “Seré el que seré” al “Soy el que soy”. Muchas veces lo dijimos: no existe el verbo ser en presente en hebreo. Y esto no es sólo un tema lingüístico. Es una percepción de mundo diferente. Decir “soy”, “es”, “eres”, define una totalidad acabada, que uno puede conocer de principio a fin.

Con estas influencias, estos ríos subterráneos que nos fueron moldeando la mirada y el pensamiento tratamos de destilar alguna esencia objetiva, buscando definiciones precisas, como si hacer, narrar y vivir que es nuestra manera de expresarnos, no fuese suficiente. Dice este artículo: Hemos vendido nuestro derecho de nacimiento por un plato de avena griego.

Y con la “definición” de Dios muy entre comillas, ha ocurrido esto.

Dios no es el motor inmóvil- como decía Aristóteles. Dios es el motor más móvil. Dios es esa fuerza del cosmos que genera creatividad y novedad. Nuestro universo se transforma en interrelaciones más nuevas y complejas.

En este sentido Seré el que seré nos habilita pensar a Dios como un devenir, como una experiencia de novedad, de descubrimientos, de complejidad y crecimientos. Tan lejos a una definición taxativa de un Dios con el cual se somete y se obliga.

Pensamos a Dios como una realidad en lo alto o en el exterior mientras que nosotros estamos aquí abajo.

A esa teología el rabino Artson la llama la teología de la sustancia.

Dios es una sustancia y nosotros somos una sustancia y cuando las sustancias chocan entre sí, una gana con la derrota de otra.

Es así como se percibe a Dios como a un gran titiritero. Y permítanme decirles lo que pienso: no hay nada más profano ni más idólatra que tener un Dios que hace o impide que las cosas ocurran.

La vida, el mundo, las relaciones no son sustancias acabadas sino acontecimientos, en los que permanentemente estamos tomando decisiones.

Hareshut netuná, dice Pirkei Avot.

La libertad de elegir el camino que construirá nuestro futuro nos pertenece. Y esto no escapa a nuestra relación con lo divino.

Seré el que seré” nos libera de un Dios que definido y acabado nos prescribe y nos castiga. La fuerza divina consiste en la transmisión de la capacidad de hacer lo correcto, de elegir la vida.

“Seré el que seré” nos habilita a hacernos conscientes de nuestras elecciones, a permitirnos fallar, a animarnos a probar, a mejorar, crecer, pedir perdón, seguir caminando, porque nosotros, a imagen y semejanza somos llamados a ser lo que seremos en la medida que nos hagamos cargo de esta posibilidad.

No creo que nuestro Dios, el Dios de la Torá, esté allá arriba o allá afuera.

Tenemos que volver a leer a Dios y a la historia de nuestro pueblo sin el barniz de la filosofía griega o la física newtoniana.

Tenemos que volver al texto y su contexto. Y no dejarnos seducir por traducciones falsamente objetivas que manipulan un discurso de lo divino para sus propios fines

Nuestra percepción de Dios es subjetiva, potente y liberadora.

Lo ubica a Dios en el lugar más alto y a nosotros en la posibilidad más alta de seguir vinculándonos con esa libertad.

Shabat Shalom umevoraj,

Rabina Silvina Chemen.