PARASHAT PEKUDEI: La falibilidad como premisa

Se termina el libro de Shemot. De la esclavitud más vil al armado del Mishkán, la morada divina, camino hacia la tierra de la promesa. Toda nuestra historia fundacional en 40 capítulos.

De construir pirámides para venerar la muerte de los faraones que se erigían como divinidades a un Santuario móvil para posibilitar que Dios permanezca con su pueblo durante la caminata, hacia la nueva vida.

Hay una transición paradigmática: por un lado, vienen de la seguridad que dan las construcciones espectaculares que son, en definitiva, sarcófagos de lujo, fijados en un espacio y con una puerta que se cierra una vez que el monarca ingresa a la vida después de la muerte. Por otro, deben aprender que la apuesta es a la vida y que la fortaleza de los grandes edificios no garantiza la eternidad. El Mishkán es una tienda frágil, creada tramo a tramo por la voluntad de cada uno y que condensa los nuevos aprendizajes trascendentes de este grupo de personas que se están conformando como nación.

En este contexto, el final de Shemot el Santuario se arma con cada una de las piezas repujadas, bordadas, talladas, pulidas, fundidas con tanta dedicación.

El midrash Tanjumá (Pekudei 11:8) va a ampliar el detalle del armado con aristas interesantes. Se los cuento:

“Rabí Jía bar Yosef (declaró): A lo largo de los siete días de dedicación, Moshé desarmaba el Tabernáculo y lo volvía a armar dos veces al día, (porque está escrito el verbo ‘levantar’ dos veces en la parashá; ‘levanta’ y ‘fue levantado’.) Rabí Hanina sostenía que lo hacía tres veces al día, ya que se dice: ‘Levanta, levantarás, y fue levantado’.”

Estarán pensando de qué estamos hablando. A mí me parece precioso lo que imaginaron nuestros sabios. Estamos hablando de la morada de Dios. Y Moshé los siete días que duró la inauguración de la misma, uno dice que lo armaba y desarmaba dos veces al día y otro dice que ¡tres! Tanto trabajo, tanta dedicación, ¿no sería más lógico dejarla en pie una vez que se consiguió el resultado deseado? ¿Fijo? ¿Estable? ¿Seguro?

El rabino jasídico Sholom Noaj Berezovsky (Bielorusia, s.XX) comentó este midrash diciendo: «Los múltiples ciclos obligatorios de construir y derribar… insinúan poderosamente una realización crucial. El hombre fallará. Puede fallar muchas veces. Cada vez que falla, sin excepción, no puede perder la fe o la motivación. Debe levantarse a sí mismo. e inmediatamente intentarlo de nuevo. Puede construir su santuario, y luego verlo no solo amenazado o violado, sino derrumbado por completo. Cuando eso suceda, no debe caer en la depresión o la melancolía, sino que una vez más debe comenzar el proceso de construcción del próximo Tabernáculo. Moshé hizo esto dos veces al día, por la mañana y por la noche… Los montajes y desmontajes en serie del Tabernáculo apuntan también a otra parte importante de nuestro trabajo espiritual. Debemos estar preparados para inspeccionar la calidad de lo que hemos construido, reevaluando constantemente todos los detalles de su construcción, en busca de pequeños defectos que no hayamos notado en la construcción original. No hay fin para el trabajo de mejora que podemos hacer para que nuestro Santuario personal sea aún más efectivo».

La seguridad no te la dan las grandes edificaciones, ni la fijación de verdades absolutas que se erigen como las divinidades que nos manejan la conciencia y nuestros actos.

No es sólo la fragilidad del Mishkan, ni la movilidad que necesariamente lo llevaba de un lado al otro. No es sólo la sacralidad de tener las tablas de bajó Moshé, ni la nube que cubriría esta tienda signando la presencia de Dios entre la gente. No. Todo esto corre el peligro potencial de transformarse en una nueva pirámide que lo único que hace es guardar tus riquezas que te acompañarán vaya a saber a dónde cuando estés muerto.

Lo que te conecta con la santidad, con la fe que le da sentido a lo que hacemos, con la búsqueda que nos quita del lugar de autómatas siguiendo el libreto de unos u otros, es la posibilidad, y diría yo, el deber de hacer de la tienda más sagrada un espacio que se arma y se desarma, se erige y se desmorona, y en cada nuevo armado, el misterio de descubrir lo que no habíamos visto, lo que no habíamos encontrado, lo que no sabíamos aún, lo que no nos animamos a descubrir hasta entonces…

Acostumbrados (ellos y nosotros) a deslumbrarnos por las grandes edificaciones, y no sólo sino los grandes postulados, las grandes doctrinas, las grandes soluciones, las grandes estructuras, fijas, seguras, implacables… la propuesta acá es diametralmente opuesta.

Lo que vale, lo que te protege, lo que garantiza que seas protagonista y no un muñeco o un esclavo, es la capacidad de armar y desarmar, la autorización a corregir, a revertir, a volver a pensar cómo es la morada de Dios (en el desierto y en tu vida). Una construcción que no te aplaste, sino que te acompañe. Y la tranquilidad de saber que es lícito rearmarse, es bueno saberse constructor del lugar que te guíe y te fortalezca la fe y no descansar en ningún emperador de turno para que maneje tus fortalezas y tus creencias.

El sabio Rashi tiene pocos comentarios en esta parashá pero hay uno con el que quisiera terminar este texto:

Rashi nos cuenta que cuando todas las partes del Mishkán estuvieron listas para ser ensambladas, Moshé se tornó a Dios y le dijo: – ¿Cómo podrá una sola persona poner todas las piezas el Mishkán juntas?

Y Dios le contestó: -Ocúpate tú mismo y yo te ayudaré.

Y luego seguirá diciendo Rashi que cuando Moshé vio que la labor alrededor del Mishkán fue terminada, miró todo el trabajo y bendijo al pueblo de la siguiente manera:

“- Quiera Dios que la Divina Presencia descanse en tus obras.”

Buscar a Dios en lo que decidimos hacer.

Habitar los Santuarios de la vida, a partir de nuestras pruebas y errores, con la posibilidad de volver a empezar.

Ocuparnos de nosotros; nuestra conciencia, nuestra fortaleza espiritual.

Dejarnos de fascinar con los imperios de las verdades enlatadas, manejadas por otros.

Desde entonces hasta hoy somos llamados a construir los espacios donde Dios acompaña nuestras iniciativas.

La falibilidad tan denostada en los sistemas de éxito y mérito es la base de la construcción más sagrada de nuestra historia.

Acá estoy con mis herramientas preparadas para volver a intentarlo.

Shabat Shalom

Rabina Silvina Chemen.