PARASHAT PEKUDEI 2024: seamos fuertes

Parashat Pekudei finaliza el libro de Shemot. Largos capítulos refieren a la construcción del Mishkán y finalmente, todo ensamblado, se instala, simbólicamente la presencia de Dios en esa morada que con tanta dedicación y sabiduría de corazón se construyó.

Y allí el último pasuk:

כִּי֩ עֲנַ֨ן יְהֹוָ֤ה עַֽל־הַמִּשְׁכָּן֙ יוֹמָ֔ם וְאֵ֕שׁ תִּהְיֶ֥ה לַ֖יְלָה בּ֑וֹ לְעֵינֵ֥י כׇל־בֵּֽית־יִשְׂרָאֵ֖ל בְּכׇל־מַסְעֵיהֶֽם׃

“Porque sobre el Tabernáculo una nube de Adonai descansaba de día, y de noche aparecía fuego en ella, a la vista de toda la casa de Israel durante sus viajes.” Shemot- Éxodo 40:38

Dios, de algún modo desciende, se manifiesta con fenómenos visibles ante el pueblo que ansia tener su presencia como garante, como protección, como estandarte para animarse a la nueva vida en libertad en una tierra prometida, pero desconocida.

Por un instante les pido que visualicen esa escena. Una nube de día; una especie de cobertor grisáceo, volátil y por la noche un fuego, ardiente, incandescente, chispeante.

Mucho se escribió acerca de estas dos manifestaciones divinas y sus mensajes.

El fuego, como recordarán, aparece varias veces y en contextos variados como en la zarza ardiente y luego en el Monte Sinaí. Dios es asociado con el fuego, esa presencia mistérica, atrapante, incontrolable por los seres humanos. Fuego que no destruye, sino que permanece sin consumir la zarza, que no quema al pueblo en el monte, sino que lo abriga y contiene en su magnificencia.

La nube y el fuego aparecen durante en otros momentos del pueblo de Israel en el desierto. Y el rabí Abraham ben Meir ibn Ezra (s. XII) explica que, originalmente, la nube solía viajar delante de los israelitas y la columna de fuego viajaba detrás de ellos. Cuando la nube se elevaba era la señal para desarmar el campamento y continuar la marcha. Pero después de que los egipcios se ahogaron, y el pueblo ya no tuvo miedo de sus perseguidores, y ya no viajaron más de noche, la nube se apartó y Moshé instruyó al pueblo sobre el camino a seguir de acuerdo con las instrucciones que recibió directamente. de Dios.

Es decir, que la nube y el fuego servían de signos protectores en la hostilidad del desierto. Dios protege del sol abrasador y abriga en el frío de la noche.

Samuel David Luzzatto (s. XIX) explica esta parte del versículo “de noche aparecía fuego en ella” diciendo que de la misma nube salía el fuego. La nube- es decir la gloria divina- siempre estuvo presente, de día y de noche, salvo que por las noches de la misma nube salía fuego.

Las múltiples manifestaciones de Dios que, aunque para las leyes de la naturaleza son inviables, son una expresión del milagro y del cuidado cuando hablamos de la presencia divina en nuestras vidas.

Y con esta semblanza queda en funciones el tan mencionado Mishkán- Tabernáculo, con una nueva particularidad. Por primera vez en esta parashá se lo nombra מִשְׁכַּן הָעֵדֻת – Mishkán haedut – el Santuario del Testimonio.

Edut significa testimonio. Alguien que da testimonio les cuenta a otras personas sobre un evento importante que sucedió. A veces, un objeto puede actuar como testimonio.

El término “Mishkan haedut – el mishkán del testimonio” nos hace preguntarnos: ¿qué cosa importante se estaba presenciando y compartiendo aquí?

Y nuevamente nos encontramos con nuestros sabios buceando en el sentido.

Hizkuni (s. XIII) explica sobre el versículo en el que aparece este término; Éxodo – Shemot 38:21 que se llama así “porque en él se guardan las “lujot”, las tablas que Moshé recibió de Dios (recordemos que anteriormente las tablas fueron llamadas “lujot haedut – las tablas del testimonio, Shemot- Éxodo 31:18).

Rashi (s. XI) por su parte lo entiende de otro modo: “El mishkán fue testimonio para los Hijos de Israel de que Dios los había perdonado por el pecado del becerro de oro, porque la presencia de Dios todavía permanecía con ellos.”

Sea cual fuere el motivo, el Tabernáculo es un espacio testimonial en sentido amplio; porque allí se preserva el recuerdo y el compromiso con la palabra divina y porque representa el testimonio concreto del acompañamiento de Dios más allá de las circunstancias negativas que vivió el pueblo y que lastimaron su vínculo con Dios.

Nube y fuego; sombra y calor, aspectos que en nuestras realidades parecen anularse unas a otras pero que, cuando hablamos de Dios se transforman en un testimonio.

Ahora les pido por un instante que vuelvan a visualizar las desesperantes escenas que guardamos en nuestras almas desde el 7 de octubre. Nubes de polvo que se elevan por sobre las casas, los árboles, los autos… y fuego que destroza, aniquila y silencia todo lo que queda debajo de sus fauces.

Nube y fuego en nombre de vaya a saber qué dios que les consumió la humanidad.

Nubes y fuego que profanan la poética del texto bíblico e insultan el motivo de su presencia en el Santuario. Nubes que protegieron al pueblo de Israel en su caminata más arriesgada. Fuego que entibió las noches y el miedo. Nubes y fuego que se retiraron cuando el peligro dejó de acechar. Nubes y fuego que recuerdan que la palabra divina nos acompaña en nuestros recorridos, a veces equívocos, a veces titubeantes, a veces inseguros…

Nubes de pólvora que desatan fuegos de odio. No quedó palabra, ni inscripta ni escuchada. La oscuridad se cernió sobre la faz de la humanidad. Una humanidad que, en muchos y lamentables casos, creer ver en esas nubes de inhumanidad, la reivindicación de un santuario al dios de la muerte y la sangre. Una humanidad que, en otros casos, no ve ni la nube ni el fuego que traspasaron todo entendimiento humano, transformándose en autómatas de la repetición y del apoyo irracional al terrorismo en sus múltiples lenguajes.

Qué lejos estamos de la gloria divina y de ese final del libro de Shemot que anunciaba la conclusión de una página gloriosa de nuestra historia.

Estas nubes y este fuego comenzaron una fatídica página de la historia; la de la hipocresía, el cinismo, el odio irracional, el fanatismo, la ceguera social, moral y espiritual.

Cada vez que terminamos de leer un libro de la Torá decimos; Jazak jazak venitjazek- Sé fuerte, sé fuerte y nos fortaleceremos.

Hoy lo grito con todo mi ser. JAZAK JAZAK VENITJAZEK, pero no por cumplir con una tradición sino porque necesito reafirmar mi convicción de que la fortaleza individual se potencia, se multiplica y no se abandona cuando aparece el plural. Nos fortaleceremos. Volveremos a construir el Santuario de la paz, la libertad, la honestidad, el diálogo y la convivencia. Volveremos a traer a Dios del exilio al que se lo ha conminado. Seremos testigos de la reconstrucción de una obra de hilos y hebras de hermanos y hermanas que- con el dolor a cuestas- volverán a creer y a crear.

A pesar de sentirnos debilitados y con nuestros retazos desparramados volveremos a recuperar la nube y el fuego que nos reconcilien con esa presencia divina, protectora que nos devuelva la fe para volver a caminar hacia la tierra de la promesa hoy con olor a sangre y pólvora.

Volveremos a inaugurar nuestro Santuario.

Jazak jazak venitjazek. Seamos fuertes. Seamos fuertes.

Rabina Silvina Chemen.